Llego tarde

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Capítulo 1: Llego tarde.

Noté como el sol se colaba por la ventana y me daba directamente en la cara. ¿Qué hora era? Gire mi cabeza a la derecha en busca del despertador, ¡eran las 10 de la mañana! ¡No me lo podía creer, me había dormido! Y yo nunca me dormía. Corrí a la ducha, debía prepararme rápido no podía permitirme llegar tarde a la universidad. Me vestí con lo primero que encontré y fui a desayunar, una cosa era llegar tarde y otra llegar tarde y con hambre. Nada más entrar por la puerta de la cocina me encontré con Álvaro, mi día mejoraba por momentos. Álvaro era el novio de María, mi compañera de piso, y era realmente insoportable. He de reconocer que el chico no estaba nada mal, ojos azules, cabello castaño claro, piel morena, cara angelical y cuerpo de modelo. Pero aparte de su físico Álvaro no tenía ningún otro atributo, era engreído, se creía mejor que los demás y se comportaba como un autentico mujeriego.

-Pera mira a quien tenemos aquí, si es la bella durmiente- dijo en tono sarcástico. Me contuve para no responderle, ya llegaba lo suficientemente tarde como para enfrascase en una discusión con ese energúmeno. Le dediqué una sonrisa sarcástica y me dispuse a prepararme unos cereales.- bonito modelito, dime de quien es de Ágata Ruiz de la Prada.- dijo mirándome de arriba abajo y riéndose.

No entendía que le hacía tanta gracia, en ese momento me percate de lo que llevaba puesto y no pude evitar sonrojarme de vergüenza. Llevaba puesto unos pantalones morados de campana que había comprado para disfrazarme de carnaval y una camisa blanca con manchones de pintura roja, que había usado cuando pintamos el salón, por no hablar de los zapatos, llevaba una converse turquesa y una francesita rosa palo, pero lo peor no era eso, sino que encima de mi camisa con manchones de pintura llevaba puesto mi sujetador de hello kitty. Si señores de Hello kitty, a ver las mujeres me entenderéis ¿sabéis esos sujetadores que os compráis para dormir sin aro? Pues era uno de esos.

Noté como el rojo de mis mejillas iba aumentando y paso de un leve rojo vergüenza, a un intenso rojo enfado, y por primera vez desde que conocía a Álvaro no era culpa suya, pero no estaba dispuesta a humillarme ante Álvaro no señor yo era demasiado orgullosa como para correr a mi habitación a cambiarme.

-¿Tienes algún problema con mi forma de vestir?

-¿Yo? Para nada, cada uno es libre de vestir como quiera, pero si lo que intentas crear una nueva moda te aseguro que unos pantalones ochenteros, una camisa con manchas de pintura y un sujetador de la kitty por encima de esta no van a arrasar- dijo en tono burlón.

- Pues para que lo sepas este atuendo es mi forma de protestar contra el consumismo.- si, vale se que suena estúpido pero fue lo primero que se me ocurrió.

-¿A si? ¿Y puedes explicarme como pretendes protestar contra el consumismo con una camisa de carolina herrera?- ahí me había pillado, pero no reconocería mi derrota.

-Ufff, como se nota tu falta de inteligencia, no ves las manchas de pintura- dije señalando mi camisa- son una metáfora, esta camisa fue fabricada en uno de los países subdesarrollados por niños o mujeres explotadas y estas manchas de pintura reflejan el sufrimiento de esas personas.- muy bien Halaila seguro que no tiene modo de responderte a eso.

-Pues yo creía que esas manchas de pintura era de cuando pintasteis el salón- Mierda me había pillado. Ahora solo me quedaba afrontar mi derrota. Le dedique una mirada de odio antes de salir de la cocina a cambiarme de ropa y note en sus ojos el brillo de la victoria. Pero esto no se quedaría así.

Cuando regrese a la cocina Álvaro ya no estaba, bueno mejor no quería tener que volver a verle la cara después de la humillación sufrida apenas diez minutos antes. Esta vez llevaba puesto un pantalón pitillo de color marrón, una camiseta blanca de tirante ancho con un dibujo de un búho y unas botas de un tono de marrón mas oscuro que el del pantalón. Y me gustaría dejar claro que yo no soy la típica niña pija que toda la ropa que tiene es de marca, es cierto que tengo algunas prendas de marca pero es debido a la obsesión de mi madre de que una joven de mi estatus social no debe vestir con "arrapos". Sé que ahora os preguntareis cual es mi posición social, pero no os la diré por el momento. Prefiero que la gente me juzgue por como soy no por quien soy.

Como ya no había ningún molesto intruso en mi cocina pude desayunar tranquila, bueno todo lo tranquila que se puede desayunar teniendo en cuenta que llegaba tarde a la universidad, muy tarde. Por un momento se me paso por la cabeza no ir, pero no podía faltar, no por perder apuntes ni nada de eso, sino porque necesitaba verlo, así que cogí mis cosas y salí camino de la universidad. Seguro que os preguntáis que a quien, pues a el hombre perfecto, Mathew. Mathew es alto, rubio de ojos verdes, piel clara. Le encanta la música y era guitarrista en un grupo llamado "tocando el cielo". El cielo era exactamente lo que yo tocaba cuando hablaba con él, su acento francés hacia que todo lo que saliera de su boca sonara como un poema, se que suena cursi pero es la realidad o al menos mi realidad. Eso era lo único que sabía de él, eso y que íbamos juntos a un par de clases. Pero que tonta soy no me he presentado, hola soy Halaila Fernández Díaz, vivo en Madrid, tengo 18 años y estoy en mi primer año de psicología. Bien por donde iba... a si, Mathew... Nos conocimos el primer día de clase, es decir hace un mes y tres días, yo estaba sentada en la última fila de la clase de fundamentos de Psicología cuando el entro por la puerta y se sentó a mi lado. Se presento diciendo "Hola soy Mathew encantado de conocerte" y lo único que yo fui capaz a decirle fue "me llamo Halaila" esa fue nuestras únicas palabras ya que en ese momento entro el profesor y se inicio la clase. Y al día siguiente cuando yo iba totalmente dispuesta a mantener una conversación con él, nada más entrar por la puerta veo que está hablando con la buscona de Casie, que se había cambiado de sitio para sentarse a su lado. Y así a sido durante todo este mes, pero hoy la cosa iba a cambiar, estaba decidido conseguiría que Mathew pasara de Casie y me hiciera caso a mí.

Acababa de llegar a la universidad y todo me parecía realmente extraño, no había ni un alma pululando por los jardines, a ver sé que era tarde pero siempre había alguien fuera de la universidad, porque no tenía clase o porque la clase que tenían no les interesaba. Me dirigía a la entrada principal del edificio, pero estaba cerrada ¿Cómo era posible? Esa puerta siempre estaba abierta. Algo no me cuadraba, por suerte en eso momento pasó por mi lado el bedel.

-Hola, perdón señor, ¿sabe usted porque esta la puerta cerrada?- el hombre me miro extrañado

-Es algo totalmente normal- al ver mi cara de desconcierto se apresuro a contestar- hoy es sábado.

-¡Sábado! No puede ser- mire el calendario de mi teléfono móvil y vi que efectivamente era sábado y yo acababa de hacer el ridículo más absoluto, por segunda vez en lo que llevaba de día.

Mi nombre es HalailaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora