Prólogo.

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Sus ojos, azules puros, tan puros como el mar.

Sus cicatrices en su rostro y sus tatuajes que lo volvían más hermoso.

La forma neutra de mirarme con sus ojos fríos.

Su manera tan rara de quererme, lo amaba.

— Jamás podré hacerte feliz, Mérida. — fueron sus palabras frías.

El dolor en el pecho era algo que no se podía evitar. Lo amaba de mil maneras y no le importaba en absoluto lo que pasara apartir de ahora.

— Por favor, no me hagas ésto Andrew. — supliqué con lágrimas en los ojos. — Tú me amas y yo te amo. Seremos felices, pero huyamos. Huyamos bien lejos. — toqué su rostro, el sonrió.

El Encanto De La Bestia. [EN EDICIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora