3. Aléjate de mí.

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Después de estar un rato llorándo, noté que estaba anocheciéndo, así que opté por escalar un árbol.

Después de trepar hasta la mitad del árbol, noté cómo mis pies resbalaban y caía hácia el suelo.

Aterrizé dolorosamente en el suelo y empezé a maldecir en enano.

Volví a trepar y ésta vez sí subí el árbol.

Y me quedé mirándo las estrellas, pues no tenía sueño.

***

Me desperté y miré el cielo.

Estaba amaneciendo.

Salté de la rama del árbol y llegué al suelo ilesa.

Con un palo hice un mapa de la Tierra Media en el suelo, que se entendía, más o menos. Se me olvidó preguntarles donde estaba a Gimli y al hijo de mi enemigo, Legolas.

Empezé a pensar y marqué Gundabad en el mapa, quizá así encontraría más fácilmente dónde estaba.

Después de varios minutes me cansé de pensar, estaba perdida.

Cogí mi espada y empezé a clavar mi espada en un tronco de la rábia que tenía.

Estaba perdida.

-¡Maldita sea!-Grité.

Tiré mi espada Orcrist al suelo y empezé a golpear con mispuños el árbol, así provocándome heridas de las que me salía sangre.

Pero me daba igual.

Odiaba mi vida.

Y ahora ya no sabía ni quién era yo misma.

Había estado tanto tiempo si saber nada del exterior, tanto tiempo encerrada, que ya ni me acordaba de quién era.

Caí al suelo de rodillas y empezé a llorar.

-Ojalá hubiera muerto, ojalá mi padre hubiera vivido y yo hubiera muerto...-Susurré. Cuándo estaba sola y lloraba tendía a hablar sola.

Pero no estaba sola.

Había algo, algo que estaba observándome.

Yo lentamente me levanté, con lágrimas saliéndo de mis ojos y cogí mi espada.

-¿Quien hay ahí?-Pregunté.

Entonces de un árbol salió Legolas.

Lo que me faltaba.

Yo no dejé de apuntarlo con mi espada.

-No creas que no voy a matarte, elfo.-Dije con asco y rábia.

-¿Vas a matarme? Yo sólo he venido a ayudarte...-Dijo él caminando hácia mí.

-No necesito tu ayuda.-Dije.

-¿Entonces te sabes el camino?-Se acercó a mí y me lo susurró en la oreja.

-No.-Susurré.

-Entonces sí que me necesitas.-Afirmó.

-¿Cómo puedo confíar en tí? ¿Cómo sé que no eres cómo tu padre?-Dije.

-Porque si fuera cómo mi padre, no habría salvado la vida del tuyo.-Me dijo serio.

-No mientas. Nunca le salvaste la vida a mi padre, nunca.-Dije con asco mientras lo empujaba.-Mentiroso.

-Un orco iba a matarlo, él no tenía armas. Y yo tenía su espada, que le cogí en el Bosque Negro. Se la tiré al orco y lo maté. Y de paso le devolví su espada.-Dijo mientras yo acariciaba el filo de Orcrist.

ÉtaínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora