Capitulo II

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Al salir de clases Evan y Eliza me acompañaron a casa.

Al llegar, me despedí de ambos, sin embargo, Evan me dejó un pequeño sobre y luego se fue.

Yo entré a casa feliz de mi existencia pero, al parecer, tomé a mi tía en un mal momento.

Bueno...

No solo a mi tía, sino a un montón de encapuchados murmurando cosas en idiomas no aptos para incultas como yo.

Quizás era latín o algo por él estilos.

Este montón de gente se giró por la sorpresa.

Vi que mi tía le susurró algo a uno de ellos.

Sentí una aguja en mi cuello y, finalmente, pude ver una plena oscuridad.

Ligeramente reconfortante, algo cómoda.

Al despertar me hallaba en una cámara de operaciones en algún lugar con una ubicación que desconozco.

Me hallaba atada a la camilla, y por primera vez en tanto tiempo pude sentir el miedo apoderándose de cada poro y rincón de mi.

Llamé por ayuda hasta que mi voz se puso ronca.

Intenté desatarme de la camilla, con todas las fuerzas que tuve hasta decir basta.

Lloré y lloré, llamando a mi tía, a Evan y a Eliza.

Y vaya que si era dramática.

Nuevamente sentí una aguja, esta vez en mi antebrazo. Tuve la mala suerte de no quedarme dormida y tener que escuchar cada trozo de esa conversación.

—¿Seguro de que es ella?—preguntó uno de los supuestos cirujanos.

Su compañero asintió, este parecía tener un líquido negro en su ropa, como si esto le hubiese salpicado.

No podía ver del todo bien.

—Pues, por supuesto. Si no es ella ¿Quién más?—Respondió el supuesto jefe manchado con lo que parecía petróleo.

—Que Él se apiade de nosotros...—murmuró el otro.

—Tenemos una nueva amiga.-decía el otro mientras tomaba un bisturí y lo ubicaba en el espacio bajo mis costillas.

Intenté moverme y pedir ayuda, pero estaba totalmente inmóvil, paralizada. Incluso las voces se escuchaban como un eco para mi, en aquel estado.

Y el bisturí se hundió.

Intenté gritar de dolor, al menos hasta que me di cuenta de que no dolía en lo absoluto.

El cirujano en jefe parecía hacer su trabajo con una pulcritud magistral.

Sin embargo, yo no podía evitar ponerle atención a aquello que salía de la herida y que se suponía debía ser mi sangre.

Bastante semejante a lo que se hallaba en el uniforme de uno de los cirujanos.

Con lentitud, el cirujano en jefe pareció remover una especie de hueso, algo pequeño, algo que no debería estar ahí, una anomalía, un error en mi anatomía del que nadie nunca se dio cuenta.

El cirujano en jefe le mostró este hueso a su compañero.

—Bastante grande, para la edad que tiene, tiene madera de cazador. Tenlo por seguro.—

—Deberían pagarme más por mi trabajo.—Decía el otro mientras se ponía unos guantes y tomaba una aguja y un hilo de sutura en manos para luego sellar la herida.

—Ellos irán a buscarla, eso seguro la traerá aquí en algún momento, y podremos conocerla mejor.—Finalizó el jefe.

De nuevo una aguja en mi cuello.

Y luego el silencio, y luego la oscuridad.

Y luego...

Mi habitación.

Desperté en mi habitación.

La cabeza me dolía como el infierno mismo.

Igualmente el abdomen.

No podía moverme a causa del dolor.

Pero hice un gran esfuerzo por levantarme e ir al baño y ver si de verdad todo esto había sucedido.

Levanté un poco mi camiseta para observar él área donde deberían estar las suturas, pero no había nada:

Eso no quitaba que el dolor fuera terriblemente intenso.

Regresé a la cama, mi tía entró un par de momentos después con un tazón de sopa.

-¿Estás bien, cielo?-preguntó con una voz cálida.-Te desmayaste a penas entraste a casa mientras yo estaba con mi grupo de Yoga.-me acarició la cabeza con una mueca de preocupación.

No sabía en qué coño creer.

Había sido todo tan real, tan especifico.

Negué para mis adentros.

«No. Alaska.

No fue nada.

Solo un loco sueño causado por la locura que te inculcan las clases.

Toma tu sopa y se feliz» me dije.

-Oh...-respondí y tomé el tazón con sopa para luego comenzar a comer.

Y aquello no era más que el plato de entrada de el banquete que se volvería mi vida desde entonces.

No Practical Hunter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora