Capítulo VII

5 1 0
                                    

La mañana siguiente desperté y eran las 2 de la tarde.

Eliza se había ido caminando a casa y se había tomado la molestia de sacar a pasear a Burbujas. Al menos eso decía la nota que había dejado. Traería a Burbujas a las 3. Y yo aún no estaba lista ni para levantarme del sofá, pero a duras penas lo hice, luego de salir de aquella trampa mortal, el resto de las cosas se volvieron un pequeño y cálido paseo por el parque.

Me di una rápida, muy completa ducha y me vestí, ese mismo día acompañaría a Eliza a comprarse ropa al centro comercial. A las 3 en punto el timbre sonó. Burbujas entro corriendo a caza a tomar agua, Eliza parecía cansada.

—Esa cosa...—señaló a Burbujas.—Es una máquina de matar Elizas.—decía con su agitada respiración, yo me giré y le sonreí a mi perro, Burbujas era mi apoyo para casi todo, solía grabar un montón de vídeos y tomarle miles de fotos. Los veía cuando me sentía triste, es especial aquel que grabé cuando la tía April lo disfrazó de tiburón para Halloween.

Eliza entró y se tiró en el sofá a descansar, le llevé un vaso con agua.

Yo me dirigí a cerrar la puerta, pero antes de que ésta se cerrase por completo, una mano la detuvo.

—¿Alaska?—articuló una voz conocida tras la puerta.

«Oh, demonios.» Pensé.

Atlas esperaba tras la puerta utilizando un par de gafas. Esperando que realmente no fuese el, me asomé por la puerta, él saludó con una sonrisa.

Yo cerré la puerta de un golpe y Eliza, quien parecía distraída viendo algún Reality Show, se giró al escuchar el sonido del portazo.

—¿Sucede algo?—preguntó.

—No. Nada. En lo absoluto.—respondí.—¿Qué te parece si subimos a ver películas? El aire acondicionado esta dañado aquí abajo.—

—A mí me parece que funciona perfectamente...—dijo mientras veía e aire acondicionado.

Yo me saqué el zapato y se lo lancé al aire acondicionado con una fuerza descomunal, él panel de este calló y el aire dejó de funcionar seguidamente.

—Bien, ya subo. Pero que sepas que como no me traigas una taza con helado, me mudo a vivir aquí abajo.—dijo, se levantó del sofá y fue escaleras arriba. Yo corrí a la puerta, extrañando mi zapato.

—¿Así recibes visitas?—preguntó Atlas luego de que abrí la puerta.

—Eres el único, puedes sentirte halagado.—respondí.

—Que sorpresa, soy alguien muy importante ahora.—sonrió y luego me miró.—¿Puedo pasar?—

—No.—Respondí. Él levantó una ceja, yo volví a procesar todo lo que estaba sucediendo.

Demonios.

—Sí.—dije esta vez.

—Bien.—sonrió, yo me hice a un lado para que este pudiese pasar.

Luego de que Atlas entró yo cerré la puerta, esperando no recibir más visitas.

—Dame un segundo.—le dije a Atlas, y corrí al refrigerador para sacar algo de helado. Seguidamente corrí escaleras arriba y le di el helado a Eliza.

—¿Estás segura de que no sucede nada, Alaska Wells? Te veo ligeramente nerviosa.—me preguntó.

Ya juzgar por mi tic nervioso en el ojo y mis maratones por la casa. Podría decirse que sí estaba un poco nerviosa.

—Nada en lo absoluto, todo está perfecto.—respondí.—Iré a reparar el aire, ya regreso. Quédate aquí, no te muevas.—

—No moveré ni un músculo.—Dijo Eliza, sonriente.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 03, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

No Practical Hunter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora