Chad, el herrero de la ceniza

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Nos dirijimos hacia afuera por los pasillos laberínticos del castillo y todos les tenían respeto al rey ya que todos le hacían una reverencia y lo llamaban "mi señor" excepto por los guardias que no le decían nada y tampoco hacían una reverencia.

-todos te tienen mucho respeto ¿no es así?- despues de que le pregunté tardó un rato en responderme ¿tanto tiene que pensarlo?

-no es respeto, si no gratitud. Yo soy el que representa al reino en todos los asuntos externos e internos: yo tomo todas las decisiones y, además, no es solo a mi a quien le hacer reverencia.

-¿a que te refieres?

-me refiero a que también a ti te tienen respeto, todo el reino está en gratitud contigo.

-¿conmigo, pero, por qué?

-porque tu nos salvaste a todos, bueno, no solo tu, tu equipo también nos salvó.

Llegamos a un pasillo amplio donde había una puerta gigante frente a nosotros. El rey la abrió con dificultad y, cuando se abrió completamente, me llegó el sol en la cara, el olor a aire limpio que no sentía desde hace rato y una brisa refrescante. Me alejé unos cuantos metros de la puerta para ver el castillo y era inmenso. El castillo tenía nueve atalallas y facilmente unos 60 metros de altura.

-bueno- dijo el rey -aquí me despido.

-¿no vienes conmigo?

-no, yo tengo muchos asuntos pendientes y tu tienes que ir a ver a los integrantes de tu orden. El primero en Chad, el herrero de la ceniza. También aprovecha de recoger tu espada. Un guerrero sin su espada, no vale nada.

-¿por qué tiene ese nombre tan ridiculo?

-no es un nombre si no un apodo y no le digas que su apodo es ridículo porque se va a enojar. Hasta luego, Gustav

-adios ¿donde puedo encontrar a Chad?

-en la forja real. Vas por este camino, rodeas el castillo y, cuando estés en el jardin, dobla a la izquierda sigue derecho y encontrarás la forja

El rey entró por la gran puerta del inmenso castillo y la cerró. Me dirigí caminando hacia la forja ¿donde es que quedaba la forja? Vamos a ver, rodear el castillo... doblar en el jardin...

-¡Gustav!- me llamó una voz ronca desde la forja -¿eres tu?

-si- me acerqué a la forja y ví a una persona de muy baja estatura, rostro fornido, grandes musculos y una gran barba marrón que le llegaba hasta el estomago -¿quién eres?

-despues de todo si perdiste la memoria- dijo entre dientes con una expresión nostalgica -yo soy Chad, el gran herrero de la ceniza y, lo último pero no menos importante, tu amigo- me extendió la mano y yo la estreché contra la mia.

-oye.

-¿si?

-¿tu eres un miembro de la orden cierto?

-si- se puso a martillar un mandoble que debería de tener un peso considerable -soy el herrero, pero no creas que por eso no se defenderme como un guerrero -agarró la espada y la puso en un balde de madera con agua -¿que te trae aquí a la herrería?

-venía a conocerte un poco... y de paso a recoger mi espada, el rey me dijo que tu la tenías.

-si- se paró de su silla y recogió una katana de un metro de una de las mesas. La espada tenía un mango con la forma de un dragón de oro y el pomo era la cabeza del mismo con un par de rubies carmesí en los ojos, la hoja no se veía ya que estaba en una funda de madera de color negro -una de las mejores espadas que he hecho hasta ahora- sacó la espada de la funda, que por dentro estaba quemada, la hoja era muy delgada y estaba cubierta de una especie de aceite marron.

canción de dragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora