Capitulo Dos

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Una de las pocas ventajas de vivir en una cuidad tan grande y moderna como Nueva York , era el poder hacer lo que más me apasionaba. El free running era ese toque que le daba adrenalina a mi vida. Matt pensaba lo mismo que yo y por eso siempre lo hacíamos juntos, pero el día de hoy su madre lo arrastró a una reunión familiar. "Mi madre no me deja ir! Tendrás que ir sola, perdóname Mia." Era todo lo que su texto decía.
No quería perder el tiempo manejando a un edificio de muchos pisos como los del centro, así que fui a unos departamentos cerca de mi casa. No era un edificio tan alto, pero era lo más alto que había alrededor. Al llegar me fui a la parte trasera donde habían escaleras de emergencia. Me subí a un bote y las alcance saltando un poco, después de tener 16 años ya no crecía así que mido 1.50. Matt era el que siempre bajaba las escaleras, el estirón que le dio fue demasiado, ahora mide 1.85. Me saca una regla completa!
Empecé a subir las escaleras y al llegar al techo sonreí, la vista mostraba a los edificios más altos de la cuidad. Era algo hermoso a mis ojos las luces y el reflejo de estos. Me acerqué al borde y mire hacia abajo, había gente entrando con cajas y muebles. Alguien se había mudado, o eso parecía. Empezó a caminar en el borde sin ningún tipo de miedo. Ya estaba acostumbrada a hacer esto y el miedo ya no era parte de mi. Puse mis manos en el borde y subí mis piernas parándome de manos.

- Eso es muy peligroso ¿no crees? - Esa voz que reconocí en el instante me distrajo haciendo que casi caiga. Solté un pequeño grito pero unas grandes manos me tomaron de la cintura antes que cayera. - Te lo dije.

Mire sus ojos verdes notando un toque divertido en ellos. Fruncí el ceño y lo empuje mientras me levantaba.

- ¿Acaso eres un idiota? ¡Casi caigo por tu culpa! - Una carcajada se escucho de su parte, era la misma risa que mi ángel guardián... Me quite del borde y camine hacia la salida. Tome mi bolsa que había dejado en la pared cerca de la puerta y suspire. Sentía mi corazón palpitar demasiado rápido y fuerte. Me había asustado de caer.

- Deberías calmarte, te podría dar un ataque. - Sus pasos me alcanzaron y cerró la puerta apenas la había abierto. - Creo que no te he dicho mi nombre ¿verdad? Me llamo Eros.

Levante una ceja ante su nombre, era algo extraño.

- ¿Qué se significa Eros?

Se acerco aún más a mi y su respiración ahora se sentía en mi cuello. La piel se me erizo ante su cercanía, tal y como el otro día en clases.

- Se significa Cupido.- Susurro en mi oído dándome una oleada de frío que recorrió toda la espalda.
Fruncí el ceño ante su cercanía, volví a fijarme en sus ojos verdes y en su cabello negro. Reí con ganas y levante una ceja.

- ¿Con cuantas chicas has usado eso?- Me miro con diversión y ladeó la cabeza.

- No te imaginas cuantas caen a mis pies. - Puse los ojos en blanco demostrándole que no serviría conmigo. Recordé sus alas, o más bien sus cicatrices. La curiosidad me estaba matando así que le pregunte.- ¿Que pasó con tus alas?

Su expresión burlona se cambio rápidamente a una confundida y un poco enojada. Se cruzó de brazos y me miro.

- No se de que hablas, no por qué mi nombre se signifique cupido tenga alas, pensé que eras lista. -Bufa un poco. Se estaba burlando de mí, pero yo estaba segura de lo que había visto en la mañana.

- No me engañas, vi tus cicatrices cuando te peleaste con Matt. - Me acerque a el de forma amenazante aunque no funcionó por qué este río levemente y levanto una ceja.

- ¿Enserio crees en esas tonterías de ángeles y alas? Wow, lo que uno descubre en un día. - Se volteo y se levanto la camisa mostrando su espalda algo bronceada, pero lo más importante ya no estaba. Las cicatrices ya no estaban, se esfumaron como por arte de magia. Mi boca estaba abierta sin creerlo aún.- ¿Pensaste que tendría cicatrices? Ya has visto que no es así Mía.

Se hizo a un lado mientras abría la puerta, coloque mi mochila en mi hombro y negué con la cabeza. Me fui hacia el borde de nuevo donde estaban las escaleras.

- Yo bajo por aquí, alguien me puede ver. - Pasó mi pierna por el balcón y toco el escalón de las escaleras. - Como ya te lo dije, aléjate de mi... Eros.

Empecé a bajar los escalones pero me tomo de la mano. Levante la mirada, su mirada era de preocupación. Me empujó hacia arriba volviéndome a poner en la terraza.

- ¿Qué estás...?- No me dejo acabar por qué su mano cubrió mi boca. Lo miré a los ojos en busca de ese color verde pero ya no estaba. El color de sus ojos cambio mostrando destellos dorados en ellos. ¿Como podían ser dorados?

- No te muevas, no hables y mira mis ojos.- Escucho el sonido de varias ventanas romperse por todo el edificio. Cerré mis ojos con fuerza pero recibí unas pequeñas caricias en mi mejilla.

- Abre los ojos Mía.- escucho su voz en mi oído y abro lentamente los ojos, siento sus dedos en mi frente y como una ola de calma me llega.-Muy bien...

Siento mi cuerpo pesar y pongo mis manos en sus hombros. ¿Que me ocurre? Intenté abrir más los ojos para verlo de nuevo. Sus cabello negro empezó a volverse gris, o mejor dicho platinado. Sus ojos dejaron de tener ese brillo dorado y volvieron al verde. Era el, era mi ángel. Estaba segura de que lo era, aún que mi cabeza diera vueltas.

- Eres tu...- Mi voz salió como un susurro. Volví a cerrar los ojos al sentir que me cargaba poniendo su brazo detrás de mis rodillas y el otro por mis brazos.- Lo sabía...

- No tengas miedo Mía.- Fue lo ultimo que escuche antes que un golpe de viento me pegara en la cara y después todo se tornara negro.

~

Estaba de nuevo en el bosque pero ahora ninguna voz se escuchaba. El viento volvió y la pluma blanca se posó en mis pies. Me agaché para tomarla pero esta vez no se volvió negra, si no que se quedo con su color blanco y con sus destellos dorados. La toque con sumo cuidado sintiendo su suavidad.

Un dolor de cabeza surgió provocando que cerrara los ojos. Al abrirlos la obscuridad de mi habitación me invadió. ¿Cuándo llegue aquí? Lo último que recordaba era a Eros en la azotea de un edificio, el sonido de ventanas rotas, el cansancio que me dio y de cómo el color de sus ojos cambio a dorado.

Me levante y observe que traía puesta mi pijama. ¿A que hora me cambie? Mire por la ventana y seguía siendo de noche, baje mi mirada hacia el tocador alado de mi cama viendo la hora pero algo más captó mi atención. La pluma de mis sueños estaba ahí, con los mismos destellos y el mismo brillo. La tome con delicadeza y la examine, era hermosa y también grande, casi del tamaño de mi ante brazo. Abrí mi cajón y la guarde ahí. ¿Acaso Eros era mi ángel? Vi como sus ojos y pelo cambiaban de color, pero ¿y si fue un sueño? Eso no explica de dónde salió la pluma.
Mi cabeza volvió a doler así que deje de hacerme tantas preguntas que claramente no tenían respuesta. Me volví a acostar e intente dormir pero todo fue en vano, por qué siempre que cerraba los ojos. El color dorado de los de Eros volvían a mi mente.

Don't Be AfraidWhere stories live. Discover now