Matthew estacionó su Explorer negro recién salido de la fábrica en un espacio en la calle principal. El Sol de California caía a plomo; la gente bronceada y vestida con bermudas y camiseta pasaba a su lado a toda prisa en patines o sencillamente descansaba en los cafés que se extendían en las aceras; a su parquímetro todavía le quedaba media hora. Era principios de abril, y se había enterado por el televisor como estaba el clima en el Este; acababan de caer otros cinco centimetros de nieve. Con la sensación de que tal vez la vida no fuera tan mala después de todo, se dirigio a un establecimiento qur se llamaba Blanc et Noir.
La joven de cabello rosado que estaba detrás de la cafetera le dirigió una gran sonrisa de bienvenida que pareció extenderse de una hermosa oreja a la otra, tachoneadas de argollas y brillantes.- Lo atenderé en un segundo. Pero la cafetera anda de loca otra vez. Así que si lo que quiere es café debería ir a Starbucks. Está en la siguiente cuadra.
- Quiero jugo de naranja. Y un pedazo de pastel de chocolate, porfavor.
- Okay- ella tomó la orden y se dirigió a la cocina.
"es agradable", pensó Matthew al observarla regresar con un cestito de pan recién horneado y colocarlo frente a el. Tenía los ojos azul cielo opaco y la nariz polveada; llevaba el cabello cubierto por una gorra por la que asomaba una larga cola de caballo rosa y por enfrente un rebelde fleco con mechones morados, y los labios estaban pintados de negro. Era extraño, pero tenía la sensacion de haberla visto antes.
- De vacaciones?- ella colocó un mantel individual y puso los cubiertos. Tenía una voz suave y dulce como la miel.
- Cómo sabe que no soy de acá?
- Es pálido como los costeros del este. No hay duda. Unos días en la playa y tomará color.
- Y usted por qué es tan blanca?
- Obra de mi abuela. Siempre me hacía usar sombrero de niña. Y tenía razón. Ahora no tengo imperfecciones.
Chenault le sonrió y se dirigió a la cocina. Regresó en unos cuantos minutos con un plato barnizado de chocolate más el pastel con una linda cereza en medio que colocó frente a el. Cuando volvió tras el mostrador, le dirigió una mirada de curiosidad.
"es agradable", pensó, "si es que puede llamarse 'agradable' a un tipo con facciones tan toscas". Ojos de un azul oscuro que al parecer lo habían visto todo, cabello negro abundante y ligeramente ondulado, nariz aguileña y una mandíbula que hasta sin barba se veía azulada. Delgado, de hombros anchos y musculos fuertes; sin embargo, sentía una vibra extraña proveniente de el, como si debiera mantener distancias.
Se encogió de hombros con tristeza. No tenía tiempo para los hombres. Ella era una chica dedicada a su trabajo, decidida a abrirse camino en el mundo. El Blanc era sólo su primer negocio. Algún día sería la dueña de un restaurante muy elegante, de esos que se recomiendan en la guía Michelin. Ademas, tenía que ocuparse de su abuela. Definitivamente no necesitaba de un hombre que le complicara la vida.
El tipo agradable terminó de comer el pastel y se acercó a pagar la cuenta.- Gracias- sonrió el-. Estuvo delicioso. Humm... Me dices tu nombre?
Ella sonrió en lo que buscaba el cambio.
El tomó el cambio y ya iba a alejarse cuando:
- No escuché tu nombre...
- No lo dije - dijo ella con desconfianza pero sonriendo.
El tambien sonrió, pero se alejó a la puerta.
Matthew permaneció un instante de pie en la acera, con las manos en los bolsillos, mirando la calle antes de subir a su Explorer blanco. Chenault pensó que el hombre caminaba de manera segura, desenfadada y sensual.
Luego hizo a un lado esa idea.