12-Me enamoré

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Unos dicen que me atraías. Otros simplemente me preguntan si me gustabas. Yo siempre respondo que no, porque no me atraías ni me gustabas, porque me enamoré. Me enamoré de una ilusión, sí, pero de una ilusión demasiado bonita para mis ojos y mi cabeza.
Me enamoré de tu risa, de tus ojos cerrados cuando lo hacías, de tus hoyuelos. Me enamoré de tu sonrisa, probablemente, la más bonita del mundo. Me enamoré de todas y cada una de tus muecas; cuando estabas triste, enfadado o feliz. Me enamoré de tus ojos achinados cuando te concentrabas y del músculo tan marcado de tu mandíbula cuando la apretabas ya fuera por nervios, cabreo o concentración. Me enamoré de tu mirada perdida cuando lo entendías nada de lo que había escrito en la pizarra, cuando elevabas las cejas al cielo y fruncías el ceño porque todo te sonaba a chino. Me enamoré de tu risa tonta cuando no entendías lo que te explicaba. Me enamoré de cómo asentías y me mirabas fijamente, sin pestañear, cuando te hablaba. Me enamoré de tus ojos, que no son de un color especial, pero son los ojos más bonitos del mundo. Me enamoré de tu mirada cuando me giraba y estabas observándome. Me enamoré de tu risa cuando yo no apartaba la mirada. Me enamoré de tu risa, el sonido, junto con tu voz, más bonito que jamás nadie podrá escuchar. Me enamoré de tu forma de caminar, de tu forma de correr, de tu forma simplemente de estar de pie como cualquiera y aún así ser el único al que le quedaba bien. Me enamoré de tu sonrisa orgullosa cuando tu equipo de fútbol marcaba, y de cómo tu mirada me buscaba para dedicarme el gol que siempre marcabas; algo estúpido, lo sé, pero me enamoré. Me enamoré de cómo siempre que estabas hundido yo era la única que te podía sacar de aquello. Me enamoré de tu cara de recién despertado. Me enamoré de tus buenas noches y tus buenos días. Me enamoré de tus ojeras y tus pestañas mojadas los días de lluvia. Me enamoré de cómo me imitabas con la voz muy aguda porque sabías que lo odio. Me enamoré de tus palabras. Me enamoré incluso de tu manera de comer. Me enamoré también de tus preocupaciones y complejos, pues si te hubieses visto desde mis ojos, estos habrían desaparecido. Me enamoré de tus cumplidos y de cómo me recordabas que me sonrojaba cuando lo hacía. Me enamoré de todas y cada una de las facciones de tu cara, a pesar de que dijeras que algunas de ellas eran horribles. Me enamoré de tus alineados y blancos dientes. Me enamoré de tu piel siempre ardiendo que contrastaba a la perfección con mi fría piel. Me enamoré de tu pelo, por eso siempre lo revolvía. Me enamoré de tu pasión por el fútbol. Me enamoré de tus perfectas imperfecciones, aunque para mí no existían. Me enamoré de tu forma de hacerme de rabiar, de reír. Me enamoré de la manera en que me tocabas el pelo mientras te reías, pues sabes que lo odio. Me enamoré de tus cosquillas de las ocho y media, y de las tres. Me enamoré de la forma en que me agarrabas por la espalda y no me soltabas; y nunca querré que me sueltes. Por supuesto me enamoré de tus abrazos, los diarios, los eternos, los nuestros. Me enamoré de la forma en que mis brazos se ajustaban perfectamente a tu cintura, y los tuyos a mi cuello. Me enamoré de tu pecho, mi lugar favorito en el mundo. Me enamoré de las promesas que nos hicimos mutuamente, pues jamás pensé que ambos las romperíamos. Me enamoré de tu manía de cogerme en brazos y de como yo te lo impedía. Me enamoré de tus "eres perfecta tal y como eres", aunque a veces dudo si fue un sueño. Me enamoré de tu perfume, el que siempre me echabas, el que echo de menos, pues después de tanto tiempo tu olor de mi ropa se ha esfumado. Me enamoré de todas y cada una de las facetas de tu persona, incluso aquellas que nadie soportaba. Me enamoré de tu manera de ayudarme, consciente e inconscientemente. Me enamoré de tantas cosas que supongo que son suficientes como para no poder olvidarte. Me enamoré de la huella que has dejado en mi vida, esa que no voy a poder borrar. Me enamoré, y es así; me enamoré de ti.

Te quiero.

Lo Que Nunca Te DijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora