Entre los espejos - Cuento corto

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Ata los hilos, los estira, toma el que le quedó más a la derecha y lo anuda uno a uno a los subsiguientes haciendo dos nudos sobre cada hebra para repetir la operación con el que ocupe el lugar del primer hilo tras haber terminado. Rojo, naranja, amarillo y blanco, rojo, naranja, amarillo y blanco, patrones de bandas en la pulsera que las hábiles manos artesanas formaban con agilidad y destreza adquirida por años de práctica y algo de maña. Patrones que emulaban la tierra, el fuego, un tigre, los antiguos dioses o cualquier insensatez que se cruzara por la cabeza de los turistas que gustaban de su trabajo. Toda esa basura no era más que una fachada que bien servía para vender un poco más y así mantenerse en viaje, siempre en viaje sin un techo ni un destino fijo, vendiendo artesanías en las ferias, haciendo malabares en los semáforos, elevando el dedo para llegar cerca, regateando los boletos de reventa de los trenes cuando éstos estaban a punto de partir para llegar más lejos, así era la vida de un hippie artesano. Calem gustaba de los carnavales, las playas y los espectáculos naturales e ir a donde sea que estos ocurran a buscarse un lugarcito donde instalar su puesto de artesanías y juntar unas monedas para pasar la noche en cualquier habitación donde no llueva y poder llevarse un bocado de pan a la boca para seguir disfrutando el camino al otro día. Toda una vida sin compromisos, velando por el único interés real: VIAJAR, punto límite donde confluía la experiencia máxima de la vida. ¿Para qué malgastar su tiempo corriendo detrás de un título o de un trabajo? Encontraba en viajar todo lo que deseaba en la vida, lo cual era por supuesto aquello que lo hacía más feliz, o dicho de otra manera: más vida.

Esa tarde de venta en el carnaval de Brasil había sido bestial y después de mucho tiempo se podía dar le lujo de pasar un par de noches en un hotel cerca del mar. Las cosas no podían estar yéndole mejor.

- Buenas tardes, ¿tiene una pieza para mi? - Dijo el muchacho al recepcionista el cual al ver su aspecto descuidado dudó seriamente de poder proveerle algo que estuviera a su alcance.

- Nos queda una habitación, casi nadie la pide porque es muy vieja y suelen escucharse algunos ruidos, pero es solo por su antiguedad, le aseguro que es un buen lugar.

- Genial, la quiero.

Pocas palabras, grandes beneficios. Al ver el precio de la recámara el muchacho no pudo evitar dirigirse a ella con una enorme sonrisa dibujada en el rostro, poco le importó que el piso de madera crujiera, ni que el polvo volara de las cortinas al abrir las ventanas, ni tampoco esa sensación fría que no desaparecía aunque el sol irradiaba en todos los rincones de la habitación. Poco le importó que el viento soplara con más fuerza desde que él estuvo adentro, ni que todos los cuadros y espejos estuvieran cubiertos por largas telas avejentadas por los años.

Calem entró arrojó sus pertenencias a un lado de la puerta, se despojó de toda vestidura y dejó correr el agua fría por su cuerpo mientras canturreaba despreocupadamente sobre amores del pasado hasta que de pronto la temperatura del agua subió hasta valores insoportables y al abrir los ojos el muchacho se encontró completamente cubierto de un líquido viscoso y repugnante, con el color y la textura de la sangre tibia de quien acaba de morir. El shock lo llevó al suelo y se despertó unos minutos después todavía cubierto de aquel líquido rojo, pero ahora el agua limpia corría desde la regadera limpiándolo poco a poco. Se sentó en el lugar abrazando sus rodillas sin comprender lo que ocurría, meditando si se trataba de obra de satán o si la pachamama lo había bendecido como una madre que pare a sus hijos. Quiso salir pero la puerta estaba trabada y en un acto de desesperación saltó por la ventana y cayó en el tacuaral.

- ¡Ja! - Le espetó un lugareño. - Siempre ocurre igual, cada vez que alguien entra en la pieza maldita termina arruinándome las tacuaras.

- ¿A qué se refiere con la habitación maltida? - Quiso saber Calem en medio de la desesperación.

- Ese lugar del que saltaste es obra del diablo. Hace años que una mujer murió ahí, acribillada por su marido que manejaba el hotel y desde ahí que nadie sale con vida.

- ¿Nadie sale con vida? ¡Pero dijo que no soy el primero que salta a las tacuaras!

- De acá si, pero al otro día como por arte de magia se les termina el aliento. Yo no quiero ser maldito chico, pero la experiencia nos dice que te conviene rezar. Yo nunca vi a alguno que sobreviva.

El muchacho salió a correr desesperado en búsqueda del propietario el cuál ante sus incesantes reclamos no sabía más que negarlo todo. Volvió a su alcoba entre el temor y la resolución y abrió la fuerza con una facilidad inesperada para encontrarse solo frente a una espectral figura femenina que flotaba a varios centímetros del suelo. Los dos se miraron en silencio y luego el rostro de la mujer comenzó a deteriorarse pudiéndose y emitió un grito desgarrador que estremeció al muchacho hasta sumirlo en la locura y, vadiendo el miedo, Calem caminó hacia la figura que poco a poco desaparecía como humo en el aire.

- Tú también tienes miedo.

Nadie le respondió.

- Puedo sentir tu dolor, has estado mucho tiempo sola. Permíteme acompañarte.

Una luz escarlata similar al paso de una luciérnaga dibujó un trazo en el aire y continuó una secuencia a la cual el joven siguió sin pronunciar palabra alguna. Los brillos y destellos cesaron frente a un armario viejo y un fuerte viento echó a volar todos los paños que cubrían vidrios, cuadros y espejos y desde cada uno de ellos el rostro en descomposición de la mujer fantasmagórica gritaba su odio y rencor. Calem removió el mueble y se encontró frente a una antigua chimenea tapada por tablones los cuales arrancó a fuerza de patadas para encontrarse con los huesos humanos que debieron pertenecer a la mujer del antiguo propietario.

esa tarde el muchacho abandonó el hotel y su figura se pudo visualizar en la noche sentada y abrazándose las rodillas frente al fuego de una hoguera, quemando vivos el dolor y los rencores del pasado para más tarde continuar con su viaje junto a una vasija irrompible que siempre estaría a su lado.


Relatos poco cotidianosWhere stories live. Discover now