La princesa trovadora - cuento corto

7 0 0
                                    

¿Cómo habrá sido la tierra antes de tener un dueño? Espacios amplios, libres, verdes donde la vida florece limitada únicamente por el tiempo y sus fechorías. No habría desigualdades, ni injusticias, ni gente obligada a trabajar para pagarle su parcela a otro que sin ser su propietario ni haberla pisado jamás, exigía un pago impuesto a quien quisiera habitarla. Todos habrían hecho lo que quisieran sin tener que madrugar ni dar tantas explicaciones a nadie.

Esas eran cuestiones en las que solía perderse con frecuencia la princesa Chiara, heredera legítima de las tierras de Naraherei, pero ahora que su reino había entrado en guerra, y que en medio de un intento de secuestro había saltado del Jeep en movimiento golpeándose fuertemente la cabeza, su memoria comenzó a obnubilarse haciendo que algunas cosas se volvieran muy confusas.

—¿Dónde estoy? —Las arideces del paisaje le hicieron creer que se había perdido caminando en una ruta de arena amarilla y árboles secados por el sol, pero el sonido explosivo de un disparo en la lejanía la hizo reaccinoar— ¿Una guerra? ¡¿Desde cuándo?! —Le costaba recordar, le costaba hacer pié con la secuencia que la había acarreado hasta allí.

Destruyó los tacones de sus zapatos a golpes de piedra y palo para no convertir la huida en algo imposible de atravesar, caminó en dirección contraria al lugar de donde provenían los sonidos de disparos hasta esconderse en una pequeña arboleda donde las ramas secas se enganchaban a cada paso rasgando su precioso vestido azul cielo que le llegaba hasta la altura de las rodillas, y una vez asentada en ese sitio se dispuso a orar, pero las plegarias no le llegaban a la memoria. En lugar de eso, una canción sonó:

Los hijos del camino

se sentaron a descansar
echaron un ojo al sitio
enamorándose del lugar.

Se olvidaron de la aventura,
la riqueza de no tener nada.

Dieron rienda a su codicia

limitando sus moradas.

Y se hicieron sedentarios

prisioneros de un horario.

Aguerridos corazones

en su ansia de tener

destruyeron la riqueza,

arrebatos del poder.

Convirtieron a sus dioses

en pistolas y navajas.

No lo olviden, mis señores,

ellos tendrán su revancha.

La noche se hizo día y la princesa reemprendió su caminata pregonando por donde quiera que pasaba su canción interminable. No sabía quién era, por eso no tenía un sitio al cual volver. Recorrió docenas de pueblos cantando para hacerle frente a la violencia, a la guerra, al caos producto de la codicia, pero... ¿acaso servía de algo? La respuesta es sí; porque cada vez que una voz se alza para denunciar iluminando un paisaje oscuro donde otros no pueden ver, otras voces se le suman haciendo que la pequeña luz se convierta en ardiente hoguera, y la princesa inspiró todo un movimiento de fuegos crepitando en cada uno de los rincones del reino.

Algún día alguien la reconocería, y ella volvería al palacio para reclamar su lugar. Quizás entonces, valiéndose de su poder, de fin a la guerra, pero ahora, con las fuerzas de una llama ondeando en el viento, la princesa rockera no da órdenes. Sólo canta.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Mar 04, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Relatos poco cotidianosWhere stories live. Discover now