Capítulo 12

60 6 3
                                    

13:00. Miércoles. Mientras camino, voy pensando en Lanzo. En el bar, se comportaba de forma extraña, ausente. Además, mencionó algo de "otro medio-muerto". Aunque, no debería meterme en sus asuntos, por mi bien y el de Diego.

Me choco con una persona bajita, encapuchada, que me aparta súbitamente mientras me disculpo. Me llevo la mano al bolsillo y, maldigo toda su estirpe cuando me doy cuenta de que el maldito me ha robado la cartera.

-¡Eh! ¡Hijo de puta! ¡Mi cartera!

Este echa a correr pero se choca con otra persona, Lanzo.

-¿Adónde coño te crees que vas, bastardín? -Lanzo coge mi cartera.- Uy, ¿qué es esto? Me parece que no es tuyo... -dice riéndose. Después, le coge del ello y lo manda a la otra acerca sin esfuerzo. El mini ladrón se levanta y empieza a correr, huyendo.

-Estás perdiendo facultades. -Me advierte Lanzo lanzándome la cartera, que atrapo al vuelo. Aunque el ladrón no habría podido robar nada, mi cartera está vacía gracias a mi jefe.

-Tengo la cabeza en asuntos más importantes, ¿sabes? -Le respondo guardándome mi cartera.

-Ya, seguro. Sígueme. -Me hace un gesto con el dedo.

-¡Eso! Tú trátame como la mierda. -Le suelto indignado mientras le sigo.

-Oh, ¿te he ofendido? Qué pena -Me suelta sarcástico. Llegamos hasta una plaza peatonal llena de gente, y por lo tanto, llena de testigos que pueden ver mi indignación.- Esto no va a gustarte demasiado, Dimitri. -Me dice Lanzo rascándose la nuca.

-¿Qué pasa? -Digo olvidando por completo mi anterior indignación.

-Pues... -Lanzo fija su vista detrás mio y se sorprende.- Eh... ¿No se supone que Diego estaba en un colegio, Dimitri? -Me pregunta señalando algo.

-Ehh... ¿Sí? -Me giro y veo a Diego en la distancia, caminando muy serio y alerta. No parece habernos visto aún.- ¡¿D-Diego?!

-Fíjate en él. -Dice Lanzo serio.- Actúa de forma muy discreta. Seguro que está metido en algo.

Por algún motivo, el pensar que Diego estuviera metido en algo sucio, me provocaba náuseas. Lanzo me empuja un poco mientras empieza a seguir a Diego, instándome a hacer lo mismo.

Seguimos a Diego hasta la orilla de un río. Este mira un coche negro que está aparcando y, por su mirada, sé que lo que le importa está dentro. Del coche sale un hombre trajeado, que abre el maletero sacando a una niña que se resiste. Casi se me sale el corazón por la boca al ver el increíble parecido que comparte con mi muñeca mafiosa favorita.

-Vaya, el crío tiene una amiga. -Me susurra Lanzo.

-Es clavada a la muñeca... -Instintivamente, me toco los labios. Y sé que Lanzo habrá puesto una mueca por ello.

No puedo escuchar lo que el hombre le dice a la niña, pero deduzco que no es bueno, ya que Diego ponía una cara de enfado que espantaría a cualquiera. Se harta, y sale de su escondite corriendo hacia el coche. Voy a intervenir cuando Lanzo me detiene.

-Quieto. Es su pelea.

-¡Pero es un niño! ¡¿Qué hago si le pasa algo, Lanzo?! ¡Es mi hijo, maldita sea!

-Por eso mismo.- Por un momento, no entiendo lo que quiere decir. -Si realmente es tu hijo, saldrá bien parado. Confía en él.

Tengo un nudo en el estómago. Diego por fin se detiene. Saca algo pequeño de su bolsillo, y sé que era un silbato tras oír el sonido. Diego capta la atención de la niña y el hombre, hace un gesto y la niña le dia un pisotón al su captor con su manoletina, después corre a buscar un escondite mientras deja a mi hijo contra aquel tipo.

Lo siguiente es muy rápido. El hombre tira a Diego al suelo dándole una patada en el pecho, obligándome a actuar instintivamente, aunque Lanzo me detuviera.

-Relájate. Puede que sea más débil y más pequeño, pero eso no convierte a Diego en un estúpido. -Mientras recuerdo los momentos en los que Diego me ha demostrado su inteligencia, veo como se levanta del suelo, dispuesto a luchar.

-¡Cuando te coja...!- gritó el hombre.

Intenta abalanzarse sobre Diego, pero este sonríe y se cuela por debajo de sus piernas, mientras se quita la chaqueta y se la lanza a la cara cuando este se gira, confundiéndolo. Aprovechando la situación, Diego tira un pedazo de ladrillo roto a la parte noble el secuestrador, haciendo que Lanzo y yo sufriéramos interiormente el dolor y la agonía que debía sufrir aquel hombre ahora. Acto seguido, Diego coge de nuevo la chaqueta del suelo, se sube a la espalda de su atacante, y rodeando su cuello con la chaqueta, empieza a ahogarlo mientras que con la mano libre se agarra al traje, como si fuera un toro mecánico. Segundos después, el hombre cae inconsciente mientras Diego se recupera del momento.

-¿Ves? Ha ganado él solito, usando su cerebro.

-Este chico realmente da miedo... -Es lo único que atino a decir, asombrado y aterrado a la vez.

Diego coge el silbato y sopla. Justo después, viene la mini-Catrina, que se acerca a Diego poco a poco.

-Ahora que lo veo al lado de esa niña, sí que os parecéis.- se ríe Lanzo.

-¡¿Q-qué?! ¡¿A qué viene eso?!- grito sin darme cuenta de que la mitad de mi sangre está en mi cara. Veo como Diego hacía un ademán de reírse con ella. No hace falta ser un genio para ver que, si me interpongo, Diego me odiará por el resto de mis días.

Otro coche aparece, alegrando enormemente a la niña. La persona que sale, y la reacción que tiene la niña, hacen que Lanzo desee una muerte súbita: Catrina, abrazando a la niña, que la llamó "tía".

-Bueno, Dimitri, ya hablaremos, ¿eh? -Dice Lanzo antes de esfumarse. Resoplo, y me dirijo a Diego y compañía. Saludo a Catrina como si estuviera de paso mientras Diego se alarma e intentaba huir. Yo lo agarro del cuello de la camiseta.

-No te pongas a fingir ahora, que te visto, enano. -Le reprocho.- Bueno, ¿qué las trae por estos lares, señoritas? -Pregunto después con la misma sonrisa que uso en el bar.

-Tu sobrino, que ha salvado a mi sobrina de un traidor a mi familia. -Me dice sin expresión aparente en su tono de voz.- Elisabeth, ¿no vas a decirle nada a Diego? -Ella pone la misma sonrisa dulce de su tía, solo que esta no era fingida.

-¡Gracias, Diego! -Creo que acabo de volverme diabético, sin incluir la sorpresa de que la niña tuviera aquel nombre.

-Bueno, venga, Eli, al coche. -Corta Catrina, cogiéndola la mano. -Papá está muy preocupado por ti. Adiós, Diego. Dimitri.- mi nombre lo dice con desprecio mientras se marcha.

Yo también me llevo a Diego a a casa, que parece ensimismado con Elisabeth. ¿Qué tendrán las Cabanela para hacernos quedar así? Diego se da cuenta de mi risa y, sonrojándose, me pega otro pisotón acompañado de una nota:

"Si tú sueñas con Catrina, estoy en mi derecho de soñar también con Eli."

-¡Hey! ¡Yo no sueño con Catrina!

Al menos, creo que no lo hago...

Historias de un BarmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora