Capítulo 13

44 6 0
                                    

11:16. Martes. Lanzo y yo estamos terminando de empaquetar todo, ya que me mudo en breve. Le agradezco por enésima vez que me ayude, a lo que él solo asiente con la cabeza.

-Claro. Necesitaba despejarme, de todas formas. -Termina de cerrar la caja con la que estaba y mira fijamente un punto en la pared. Mientras me estiro, reprimiendo un bostezo, me pregunto en qué estará pensando.

-Oye, ¿no me ibas a contar algo importante? ¿Algo que no me gustaría mucho oír? 

Siento que Lanzo se tensa ante mi pregunta, pero se vuelve hacia mí y contraataca.

-Tu también ibas a contarme algo, ¿recuerdas? -Ahora es mi turno de tensarme. Suspiro y me siento en el sofá.

-Por qué dejé la mafia... -Me resulta difícil encontrar las palabras adecuadas para explicarlo, pero no creo que mi historia sea algo que Lanzo no haya oído ya. Simplemente lo suelto tal como viene.- Bueno, un hijo de puta intentó quitarme el puesto. Y vaya si lo logró. Me hizo parecer un traidor para la familia. Creo que eso también explica porque quieren mi cabeza.

Resoplo. Lanzo me pone una mano en el hombro, tratando de reconfortarme.

-¿Sabes? Me recuerdas a un aprendiz que tuve... -Su voz suena suave, más cálida de lo habitual, y no logro identificar si es por el recuerdo o porque sigue tratando de hacer que me sienta mejor.

-No jodas. ¿Tú? ¿Con aprendices? Resulta difícil de creer. -Me río sin gracia, pese a que sí estoy sorprendido. Lanzo saca su teléfono y comienza a buscar entre las fotos que tiene guardadas en él. Me petrifico cuando una foto de Gino aparece.- N-no me digas que él...  

-¿Él? ¡No! -Comienza a reírse y me palmea la espalda- Tony, se llamaba, y era tan inútil que no podía ni sujetar una pistola sin temblar como una gelatina. -Lanzo sonríe, pero casi inmediatamente después, su rostro se ensombrece. Yo suspiro aliviado, sintiendo como la sangre vuelve a correr por misma venas. Nos quedamos en silencio por un momento, hasta que finalmente hablo.

-Yo conozco al de la foto. No deja de pedirme dinero el cabrón. -Hago una pequeña pausa. Lo oculta bien, pero algo me dice que Lanzo está interesado- ¿Sabías que esta ingresado? 

-Sí, intenté ir a verlo el otro día, los carbones de recepción no me dejaron pasar. Por lo visto está bien jodido

-Yo mismo lo vi en el suelo. -La curiosidad me puede y no puedo evitar preguntar- ¿De que os conocéis, Lanzo?

-De... Bueno... -Carraspea, bastante incómodo- Cuando... Cuando uno está en la mafia tiene que conocer a todo el mundo...

-Ajá... -¿Que coño me escondes, Lanzo?- Bueno, yo te he dicho porque he dejado la mafia. Ahora, ¿qué es la cosa importante? La tensión me mata. 

Me mira, y por un momento es como si toda la complicidad de antes desapareciera y él volviera a ser el hombre desconocido del aura asesina que entró en el bar hace lo que ahora me parece una eternidad. Cuando habla tengo que reprimir un escalofrío.

-A ver, chaval, sé que esto no te gustará, pero tampoco es como si tuvieras otra opción. -Hace una pausa, asegurándose de que asimilo cada palabra de lo que dice.- Deberías unirte a mi famiglia.

El tiempo parece congelarse a mi alrededor, mientras una retahíla de "no" es todo lo que se escucha en mi cabeza. No he pasado por tanto para volver al punto de partida. No puedo volver a la mafia. No. No. ¡No!

-¿Cómo...? -Mi voz se escucha seca, vacía.- Perdona, no te he oído, Lanzo, ¡¿QUE PUÑETAS HAS DICHO?! 

Lanzo suspira y me habla con el mismo tono que usaría un padre para explicarle a su hijo que no puede tomar caramelos antes de ir a dormir porque es malo para los dientes.

-Mira, los Cabanela van detrás tuya de todas formas, y además están los rusos. Necesitas unirte a una famiglia, no tanto por la protección como por los recursos. Si yo intercedo por ti no van a poner pegas. Es tu única salida.

Miro a mi alrededor, desesperado. Tiene razón y lo sabe.

-Mira Lanzo... Yo no quiero meterme en más líos. Tengo a un hijo, y además un buen trabajo con un jefe que no me putea demasiado. ¿Entiendes que lo que te digo?  

-Lo sé, te dije que no te gustaría. -Baja su mirada al suelo- ¿Realmente crees que yo te propondría algo así si hubiera otra salida?

Nos quedamos en silencio. Él tiene razón, pero yo no daré mi brazo a torcer. Oigo pisadas que suben las escaleras, y después alguien entra por la -ya abierta- puerta. Me quedo pálido al reconocer al intruso, y aún más cuando esa voz que conozco demasiado bien se dirige hacia Lanzo.

-Déjalo, Lanzo. Si no logras convencerlo tú, lo haré yo. -El otro le mira y pone una sonrisa torcida.

-¿Alguna vez te quitarás esa fea costumbre de llegar tarde, Tony?

-¡¿J-JEFE?! -Tanto él como Lanzo me miran. El primero habla.

-¿No te había dicho nunca que trabajé con Lanzo?  

-¡NI MENCIONASTE SU NOMBRE!  

-Oh, fallo mío entonces  

-Vale. Estoy soñando. No, ¡esto es una pesadilla! -Ambos se miran de nuevo, esta vez con cara de circunstancias. Si me está costando seguir el hilo de todo esto, definitivamente me rindo cuando Lanzo saca la pistola y le apunta a Tony.

-Como castigo por llegar tarde... Convencele. -Mi jefe ignora la pistola y se vuelva hacia mí.

-Dimitri, entiendelo, unirte a su famiglia es lo mejor para ti, para el crío y para el bar. -Después de esa frase, no me queda duda de que hace todo esto porque está harto de que le rompan la alarma silenciosa. Trato de protestar, pero no me deja.- Enserio, Dimitri, hazlo por el crío. -"Por el bar", querrá decir.

Me quedo pensativo, muchas cosas encajan ahora...

-Ahora entiendo porque te daba igual mi pasado... - que me arrepentiré- Está bien. Me uniré... Pero quiero que Diego no se vea involucrado. Esa es mi condición.

Lanzo asiente, al parecer conforme.

-Supongo que siempre puedo mover unos hilos y meterlo en el programa de protección... -Yo también asiento, mirando al reloj.

-Bueno... No quiero ser un mal anfitrión, pero tengo ir a buscar a Diego del colegio. Un placer verte, jefe. Y gracias, Lanzo.

Ambos salen de mi piso, no sin antes despedirse y asegurarme que cuento con ellos. Yo salgo un par de minutos después, con demasiadas cosas en mi cabeza.

¿Como leches se lo digo a Diego...? Bueno, el no sabe que sé que soy su padre... A lo mejor eso me sirve.

Historias de un BarmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora