Capítulo 5

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18:00. Jueves. Aún falta bastante para que llegue la hora de abrir, pero el jefe me ha citado. Enredo mis dedos en el borde de mi camiseta, que el jefe me cite nunca es bueno. Usualmente, él es un hombre calmado, que confía en mí para que lleve su bar y hace las preguntas justas, lo cual es bueno, pero cuando el bar sufre daños se convierte en otro hombre. 

Entra por la puerta trasera. "Tal vez olvidó las otras llaves" intento tranquilizarme, pero sé que, si ya era malo que me citara, el hecho de que entre por la parte de atrás solo lo empeora.

-Hola, jefe. No sabe lo mucho que me alegro de verle -Intento sonreír, con una de esas sonrisas que él no odia, pero mi tono suena más sarcástico de lo que debería, y agradezco estar detrás de la barra y no a su lado.

-Que te alegras, ¿eh? -Coloca sus manos sobre la barra. El movimiento no ha sido brusco, quizás tenga alguna oportunidad de salir bien- Tu y yo vamos a hablar muy seriamente.

O quizás no. 

-Eh, no se enfade conmigo. -Pongo mis brazos en jarras. Puestos a cagarla, que sea con todo el equipo- ¿Qué pasa? ¿Su hija tiene novio y esta cabreado? ¿Es eso?

Y definitivamente la he cagado, porque veo como su expresión seria se descompone en una de pura ira y aprieta los puños.

-¿Que no me enfade? ¡¿Que no me enfade?! ¡Pero vamos a ver! -Me agarra por el cuello de la camisa, obligándome a ponerme de puntillas. Cierro fuertemente los ojos debido a la impresión- ¡¿Tienes idea del dinero que me estás costando?! -Me suelta, dándome un pequeño empujón. Abro los ojos de nuevo y respiro profundamente. En este momento me doy cuenta de que había dejado de hacerlo. 

-Eh, que yo no tengo la culpa de ser irresistible para mujeres con pistola. -Digo mientras arreglo mi camisa como si quitarle las arrugas fuera la cosa más importante del mundo- Y tampoco tengo la culpa de que sus gorilas vengan a pegarse conmigo y destrocen su bar. -Hago una pequeña pausa, debatiéndome entre si decir lo siguiente o no. Otra vez, mi lengua es más rápida que mi cerebro- Además, era Catrina Cabanela. CA-BA-NE-LA. ¿Me oye?

-Como si es la reina de Inglaterra, ¡¿te enteras?! -Mueve los brazos con frustración- ¡No puedes permitir que estas cosas pasen en mi bar!  

Me llevo la mano a la frente. Esta es la segunda bronca en una semana y no es bueno para ninguno de los dos. Salgo de detrás de la barra, ahí dentro siento que me estoy asfixiando.

-¡¿Y que quiere que haga?! ¿Debo recordarle a qué leches me dedicaba antes de que me diera este trabajo? -Mi jefe suelta un bufido, probablemente intente tranquilizarse.

-Mira, ya te dije que tu pasado no me importaba siempre que lo mantuvieras a raya, así que por favor -Hace énfasis en las dos últimas palabras- Mantenlo. A. Raya 

-¡¿Se cree que no lo intento?! -Me siento en una silla y estampó la cabeza contra la mesa. He sobrepasado el límite de estrés- Da igual lo que haga o adonde me vaya, siempre me encuentro ¡¡¡A LA PUTA MAFIA!!! ¡¿Por qué?! -Me golpeo de nuevo. El jefe suspira y se sienta junto a mí.

-Oye... Tu eres un gran chico, el hijo que nunca tuve -Me pone la mano en el hombro y dándome un ligero apretón- Estoy seguro de que vas a salir de esto 

-Claro que saldré... ¡EN UN ATAÚD! -Levanto la cabeza y resoplo llevándome las manos a la cara. No lloro porque dicen que "los hombres nunca lloran".

-Venga, venga... No te me pongas melodramático que llamo a la parienta, y te enteras -Suelta una carcajada y después un suspiro, cosa que me anima un poco- Cuéntame, ¿qué pasó? 

-Buff... Por donde empezar... -Explico todo lo ocurrido en la última semana, sin omitir ningún tipo de detalle.

Él asiente a todo lo que digo, pero sé que no tiene verdadera idea de qué decir o hacer. Me pregunta si he tratado de hablar con el de la gabardina, a lo que yo niego con la cabeza: 

-No quiero arriesgarme a llamarlo, podrían haber pinchado el teléfono del bar o incluso mi móvil, si se descuida. Pero si ya volvió una vez, podría volver otra, ¿no?

-¿Quién sabe? -Se levanta, poniéndose serio de nuevo- De cualquier modo, tienes que hacerte responsable de los daños, y unas horas extra no te servirán esta vez.

Suspiro y saco mi cartera, después la extiendo hacia él.

-Y lo que me falta me lo descontarás de la paga. ¿Me equivoco, jefe? 

-No lo haces... -Cuenta el dinero que hay dentro, que por suerte o por desgracia no es mucho. Un silencio incómodo cae sobre nosotros, mientras me hago a la idea de no comer bien el resto del mes- Pero hombre, no me pongas esa cara de perrillo abandonado... -Saca un billete de 50 y me lo da- Supongo que no pasará nada si te descuento un poco más

Me resigno, 50 pavos siguen siendo 50 pavos. Le abrazo, reprimiendo lágrimas para mantener la apariencia, mientras le recuerdo que es un buenazo. Él se limita a reírse y mandarme a trabajar de nuevo, por lo visto hoy abrimos antes.

-Desde luego, algunas veces haces que prefiera esa sonrisa psicópata tuya.

- Vale. -Me doy un par de golpes suaves en la cara para espabilarme- ¿Que sonrisa uso? ¿La típica que uso con mis clientes o la que odia? Oh, espera, si son la misma. -Pongo mi sonrisa gatuna, en mi expresión ya no hay rastro de la depresión de hace un momento. 

-Tsk... ¿Sabes qué? Definitivamente estás mejor deprimido -Lo que acaba de decir se contradice con la sonrisa que está instalada en su cara. Se pongo un delantal él también y se frota las manos -Vamos a ver, ¿le darás algo de trabajo a tu jefe?

-¡Sin problema! -Le doy una palmada en la espalda- Además, ¡ya iba siendo hora de que me diera un día libre! -Sin tiempo para réplicas, me dirijo a la salida y dejo el delantal en una mesa- ¡Hasta mañana, jefe!

Cojo mi cazadora del perchero y la coloco sobre mi hombro, al estilo "tipo duro" de película barata. Salgo del bar, con una estridente carcajada de mi jefe como ruido de fondo. Amplio mi sonrisa, que ahora es más sincera, y pongo rumbo hacia mi casa.

Pero sigo sin olvidarme de que tiene mi cartera.

Historias de un BarmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora