Capítulo 4

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21:00. Martes. Acabo de abrir el bar, y en este momento preparo con desgana lo típico para los clientes. Me froto insistentemente la tirita que llevo en la frente, la herida que allí se encuentra me pica como mil demonios. Deseo poder tener una noche tranquila, pese a que la silueta que se apoya en la puerta me indica todo lo contrario. Pretendo ignorarlo, pero esa aura que no sé definir me obliga a levantar la mirada hacia él.

-Bonita tirita. ¿Te gustan las infantiles? -Recargado contra la pared se encuentra aquel hombre, tan tapado como en el momento de conocernos. Por su tono parece divertirse a mi costa, pese a que le presto más atención a sus botas. No hay sangre en ellas, y eso me alivia de algún extraño modo.

Asiento, queriendo formar parte de su juego, y con un tono que rezuma sarcasmo respondo:

-Solo llevo esta porque no me quedaban las de gatitos.

Y, dando por terminada la conversación, me dirijo hacia las mesas y comienzo a colocar las sillas en sus sitios.  Él se limita a reír y sentarse en un taburete de la barra, apoyando uno de sus codos en ella y la mejilla en su puño. No deja de mirarme en ningún momento.

-Me parece que es tu turno de explicarme algunas cosas, chaval. ¿Cuál es la épica historia de esa tirita de tortuguitas?

-Me encantaría contárselo, pero lo que no me va a encantar tanto es lo que puede hacerme una vez lo haga -Coloco el resto de sillas, aparentemente indiferente a su analítica mirada. Después vuelvo a la barra- ¿Qué le pongo?

No ha dicho nada hasta que me he acercado al lugar donde se encuentra, pero he podido notar como me mira extrañado.

-¿Te refieres a Catrina? -Parece salir por fin de su trance- Ya sé que ha estado aquí, y te ha interrogado a su modo. - Mientras me habla, miro a la puerta. Más gente comienza a llegar- Te dejo elegir el cóctel, sorpréndeme.

-Un Martini para el caballero, marchando. -Proclamo mientras comienzo a prepararlo. Una vez se lo sirvo, me inclino para que solo él me escuche- Si realmente le interesa saber, uno de sus gorilas estuvo aquí el otro día y... Digamos que... Tuve que pedirle "amablemente" -Hago comillas con mis manos- que se marchase.

  -Hmph, ya veo... -Hace una pequeña pausa para quitarse la braga que cubre su boca- Se la ve cabreada de verdad si ha ido a por ti. Seguramente piensa que eres un contacto mío o algo. -Toma un sorbo-. Escucha, chaval, porque esto es importante: Catrina Cabanela no es cualquier mujer. Ella tiene la filosofía de "dispara y luego pregunta". Si la cabreas demasiado, ya puedes imaginarte adónde te vas a mudar, y ese destino no es precisamente Hawai. 

Alzo una ceja y sonrío de medio lado. Estoy seguro de que, en realidad, la muñequita de porcelana es tan frágil como parece- ¿De verdad? Yo no creo que esa muñeca sea para tanto... ¿Sabes? Le pregunté si era tu ex-mujer y ni se inmutó -Me río, en un vano intento de liberar la tensión que el hombre parece acumular. Su expresión seria no hace otra cosa que reafirmarse.

-Chaval, hablo en serio. Los Cabanela son conocidos por su poca paciencia. Y por mi experiencia, las mujeres tienen peor temperamento. -Vuelve a dar un trago, y me figuro que es mi imaginación, pero creo apreciar un deje de melancolía en sus palabras.

-Bien, bien... Tendré cuidado, lo juro. -Levanto mi mano derecha, pero llevo la izquierda a mi espalda y cruzo los dedos. Él suspira, y por una décima de segundo temo que me haya descubierto.

-Es por mi culpa... Ahora intentará sacarte información sobre mí. -Se termina el Martini y se levanta del asiento- Si vuelve, avísame. ¿Vale? 

Asiento e, inconscientemente, dirijo mi mirada hacia la otra acera, justo a tiempo para verla caminando por ella. Carraspeo un poco y la señalo.

-Avisado.

Él parece sorprenderse, y saca un pequeño espejo para mirar hacia la calle sin desvelar su posición. Una vez que la ve, vuelve a colocarse la braga. Parece tener ganas de ahorcar a alguien.

-Maldita sea, es tenaz la niña... -Farfulla por lo bajo, y al oírlo lo sé: ahora es cuando me involucran a mí- ¿Hay otra salida?

-La puerta trasera da a un callejón, por ahí. -Digo después de pensar un momento, aunque después añado- pero es probable que haya puesto vigilancia. También tenemos un sótano muy majo, creo que hay una salida por ahí. -Señalo la trampilla bajo mis pies.

-Me quedo con el sótano. -Llega a mi lado de la barra de un salto y me mete el dinero del Martini en el bolsillo- Ahí viene. Recuerda: ojo, cuidado. - Me aparta de un ligero empujón y comienza el descenso al sótano.

Asiento. Ni me molesto en comprobar cuanto me ha dado, por algún motivo me fío. Pasa alrededor de un minuto, y comienzo a pensar que quizá me haya librado, pero finalmente Mrs Muñeca de Porcelana entra, obligándome a poner una sonrisa como la de la primera vez.

-Mira por dónde, la señorita vuelve para visitarme. -Comienzo a limpiar un vaso que ya estaba impoluto, de nuevo ataca la necesidad imperiosa de ocupar mis manos.

-Correcto. -Se sienta, y  mi mirada se dirige por acto reflejo al final de su abrigo, permitiéndome ver que lleva vestido- Tranquilo, esta vez no hace falta que eches a nadie. Acabas de abrir, al fin y al cabo. Ponme esta vez un Orange Blossom.   

-Marchando -Asiento y lo preparo. Agradezco que esta sea una bebida que me piden mucho- Y cuénteme, señorita, ¿qué la trae de vuelta a este humilde local?

-Dar explicaciones y hacer preguntas. Lo primero: lo de si estabas libre era para saber si tenía que enviarte tu cadáver a la novia. -Sonrío arrogantemente, ambos sabemos que es mentira- Y ahora la pregunta: ¿lo hiciste a propósito?

¿A propósito? ¿Qué he hecho a propósito? Por la cara que ha puesto, probablemente ella crea que me estoy haciendo el tonto, pero realmente soy incapaz de recordar nada.  

-¿El qué? -Me rindo y pregunto, pero dejo cierto tono juguetón en mi voz. Si ella cree que estoy fingiendo, no hay motivo para no dejar las cosas así.

-Lo de anoche. Sabías que estaba la cámara desde el principio, ¿verdad? -Da un trago del cóctel, y yo tengo ganas de golpearme la frente por idiota. Había olvidado lo de la cámara por completo.- Por eso descargaste la pistola, para demostrar que no eres un pelele que solo sabe de alcohol.

-Por supuesto que no sé solo de alcohol, ¿por quién me tomaba, señorita? -No quito mi sonrisa. Si bien estoy manteniendo un dilema interior, no tiene por qué saberlo.

-Por un pelele. -Me sonríe, termina la bebida y paga. Grácilmente se levanta y camina hasta la puerta, pero se detiene antes de salir, exactamente igual que la anterior vez, solo que esta vez no he sido yo el que la ha detenido- Una última cosa... ¿Cómo me llamo?

-¿Elizabeth? -Me hago el tonto, esta vez intencionadamente- Sí, yo creo que tienes cara de Elizabeth, ¿verdad Catrina?

Termino la frase ampliando mi sonrisa. Ella, que tenía los labios fruncidos, suaviza la expresión y se retira sin decir nada. Bostezo y me estiro, deshaciéndome de la idea de la noche relajada. Saco el dinero del bolsillo del delantal, donde aún sigue aquella tarjeta, junto con un pedazo de papel que no estaba ahí antes.

"Gracias y cuidado", reza la nota, con una impecable caligrafía. La guardo de nuevo. De alguna parte he sacado energías para atender al resto de clientes.

Historias de un BarmanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora