Quinto Día [EDITADO]

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Ella tiene una charla de chicas.

-¿Cómo te sientes?- Diane preguntó.

-Estoy bien, el Señor Meliodas me dió una gran cantidad de medicina y me ayudo a salir, en este aspecto.-

-He oído de King que había un problema con un masaje de bálsamo...¿Qué sucedió?- King no le contó toda la historia, sólo accidentalmente se le escapó y trato de negar todo después.

El rostro de Elizabeth se puso rojo.

-Bueno, no había ningún problema con el bálsamo, todo bien.-

Ahora Diane se hizo aún más curiosa. Era algo que Elizabeth estaba escondiendo y tenía que averiguarlo lo antes posible.

-¿Qué paso entonces?-

-Nada importante, el Señor Meliodas simplemente me ayudó a alcanzar las zonas díficiles, eso es todo...- Esperaba que a dejara de insistir Diane.

-¿No había que aplicarlo en el pecho y la espalda?- Algo en la voz de Diane cambió y los latidos de su corazón iban mas rápido, así que Elizabeth podía estar mintiendo claramente. Pero no fue así.

-La espalda, los hombros y...zella casi no se atreve a decir que...

-Escote.-

Diane apretó los puños.
-¿Escote?- repitió.

-Pero no había ninguna razón para que te ayude ¿Verdad, puedes llegar a ese lugar por su cuenta no es así?- Su discurso fue contundente. Se podía oír la rabia con claridad.

-Para ser honesta... Dejé que lo haga.- Murmuró sonrojada.

-¡¿Por qué haciste eso?!- Ella estaba gritando de la rabia ahora mismo.

-En primer lugar, dijo que era un especie de castigo, pero en realidad yo... Oh Diane, por favor, no te enfades...- Elizabeth no pudo continuar con esta frase. Ella tenía miedo de que Diane se pusiera aún mas furiosa.

Así que Diane se dió cuenta de que estaba asustando a Elizabeth. Ella se disculpó inmediatamente a la niña y salío de la ciudad para que pudieran hablar sin ser molestadas, o mejor dicho, sin molestar a nadie.

-Dime, no me pondré furiosa de nuevo. Lo siento por gritarte-

Elizabeth lo pensó por unos segundos.

-Lo que quería decir era que, no me gustaba la idea de lo qué él haría y para romper la incomodidad, le pedí que me ayude a eso...- Su cara estaba roja ahora, mientras trataba de explicarle a Diane lo más detallado posible. Las mejillas de Diane también se sonrojaron. Así que este era el tipo de charlas de chicas. 

-Entonces... ¿Cómo fue?-

Elizabeth se sonrojo aún mas ahora, pero Diane insistió en su pregunta, por lo que ella le respondió. 

-Para ser honesta, fue fantástico...-

-Pero... ¿No era simplemente frotar el bálsamo en el pecho?-

Elizabeth la corrigió. No era su pecho exactamente, fue su escote. Este fue un detalle importante para ella. 

-Termino siendo más un masaje.-

Diane estaba tratando de imaginar todo el escenario en su cabeza.

Meliodas, medio desnudo, con sus músculos definidos, mientras qué aplica bálsamo en sus palmas y frota. Él mira a Elizabeth y ella desnuda, sentada en sus piernas en la cama y ocultaba sus pechos con los brazos cruzados.

-Por favor, sé géntil.-  Eso estaría diciendo ella. Él estaría acariciando su espalda por detrás y sus movimientos eran lentamente hacia los hombros y luego a su escote. Pero Meliodas está siendo él mismo, empieza a tocar sus pechos desnudos.

Diane se encogió. Ella esperaba que no sucedió de esa manera, pero parecía realista. 

-¿Te tocó de manera inapropiada?- Preguntó levantando la voz.

Elizabeth se encogió ahora y no quería pensar en lo que Diane podría estar pensando. 

-No, no...-

La princesa oyó un suspiro de alivio.

-Estoy contenta... de lo contrario lo tendría que golpear ahora mismo.-

Elizabeth se movió. 

-¡No le puedes decir a nadie, ni al Señor Meliodas que te conté esto!- Gritó, pidiendo de favor a la gigante.

Diane no estaba segura con eso, pero ella aceptó. Pero si no lo cumplía, entonces tal vez perdería la confianza Elizabeth para decirle cosas como esas. Además, ahora tenían que compartir un secreto y no era lo que se suponía que las chicas hacen... O, ¿Se supone?

-No, tu puedes contar conmigo.- dijo y apretó un puño determinada.

-Volvamos al sombrero de jabalí por ahora.- Sugirió la morena.

Elizabeth estuvo de acuerdo y Diane se levantó para irse. 

Mientras tanto, en el sombrero de jabalí, Meliodas estaba apunto de cerrar el bar. Sólo esperó a que los últimos clientes terminaran su cerveza. Escucho a Diane acercarse a ellos y se alegró de que Elizabeth volvería a casa en cualquier momento.

A medida de que el Bar estaba vacío, finalmente, el rubio se fue arriba. Entró a la habitación sin llamar y se encontró a Elizabeth en la cama, abrochándose su camisón. 

-Oh, lo siento, yo debí haber tocado antes...- Solicito perdón pero entró de todos modos. 

-Está bien, Señor Meliodas.- Ella le dio una sonrisa y él le devolvió la misma.

-¿Cómo fue tu viaje?- Él le pregunto esperando una respuesta entusiasmada.

-Muy bien,  Diane y yo nos divertimos.- Ella no le diría los detalles, qué el tampoco quiere saber. 

-¿Y cómo a ido el día de trabajo?- 

-Estuvo bien, hemos ganado mucho dinero, hay que tener un día de descanso antes.-  Anunció y puso sus puños con orgullo en su cintura.

-Me parece bien.-

La princesa no le importaría pasar un día libre con Meliodas juntos. Ya podía imaginar haciendo un montón de cosas divertidas solos. 










Días de enfermedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora