Capítulo 27:

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Nick P.O.V.

El dolor se extendía por todo mi cuerpo, la sangre empapaba mi ropa y se adhería a mi pelaje rojizo, mientras me arrastraba para llegar a mi fiel compañera, la primera y única oficial coneja: Judy Hopps, que se encontraba tirada en el suelo, inmóvil... muerta... pero conservando su belleza... como siempre... y verla así me hace pensar... ¿cómo pude dejar que pasara?... en verdad no soy más que un torpe zorro... si tan solo no me la hubiera topado aquel día, nada de esto habría pasado...

-¡Resiste un poco más Wilde! – gritaba Bogo sin despegar la vista de su contrincante.

Rasguños, puñetazos, patadas, cornadas y mordiscos fueron todas las formas en los que ambos animales, el búfalo y el ligre, atacaban con tal de salir victoriosos en el encuentro. Ya no me importaba nada, si Bogo ganaba o perdía ya no era algo por lo que debiera sentirme interesado, de todos modos sabía que ambos, Judy y yo, la presa y el depredador, íbamos a morir, habíamos llegado al final de nuestro camino.

Con cada centímetro que avanzara, con cada pequeño movimiento, la herida se hacía más grande, estaba perdiendo mucha sangre, estaba desangrándome incluso más rápido de lo que Judy lo hizo. Ya no tenía esperanza.

Paré de arrastrarme una vez estando a su lado, la miré por unos instantes y tomé su pata con fuerza. Los recuerdos se agitaban en mi mente, amontonándose unos con otros impidiendo que me concentrara en la coneja que tenía frente a mis ojos.

De pronto todo se vio blanco, una enorme luz, más brillante que cualquier estrella estaba apuntando directo a mis ojos, ya era tiempo, estaba muriendo. No veía nada más que luz y aun así la sensación era asombrosa, estaba por estallar en llanto debido a la felicidad que sentía... pero faltaba algo... Judy no estaba en aquella luz... no estaba esperándome... eso solo podía significar una cosa.

-¡Derriben la puerta!

-¡Están aquí!

-¡Dense prisa, ya no hay tiempo!

De la nada una gran cantidad de voces llegaron a mis oídos, podía escuchar la puerta principal de la fábrica siendo golpeada repetidas veces. Uno, dos, tres, cuatro golpes y la puerta fue derribada. Sentí las fuertes pisadas de diferentes mamíferos viniendo hacia nosotros, también escuché gritos de algunos de ellos y varios rugidos por parte de Leonsales.

-¡NO! ¡Tontos! ¡Suéltenme ahora mismo!

-Adam Leonsales, tiene derecho a guardar silencio.

-¿Está bien jefe?

-¡Mejor preocúpense por ellos dos! ¡Rápido oficiales! ¡Estos animales se nos van!

Dos enormes patas se posaron en mi espalda y me levantaron, las garras de quien fuera aquel oficial depredador me sostenían con fuerza, nos habían rescatado, pero de todos modos ya era muy tarde, mi vida se terminaba ahí... o al menos eso imaginé.

Poco a poco la luz se fue achicando, alejándose de mí, y mientras ésta se iba, era remplazada por la obscuridad. Escuché a muchos animales repetir nuestros apellidos: Wilde, Hopps, pidiéndonos que nos quedáramos con ellos, las sirenas de la ambulancia y de las patrullas que la escoltaban al hospital más cercano me hacían sentir... raro... como un alma sin rumbo, no sentía mi cuerpo, pero tampoco sentía estar en algún lado.

Y de repente... la sentí... La pata de mi Judy rozando ligeramente la mía, fue una sensación tan hermosa y tan llena de vida... que no volví a sentir miedo... me transmitió... paz.

-¿D-dónde... est-a... Ju-dy? – sentir aquellas palabras salir de mi boca fue igual a sentir un raspador de queso pasar por mi garganta, pero necesitaba saber qué había pasado con ella.

Zootopia: Nuevos tiemposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora