Constelaciones

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¡Hola! Como siempre, recomiendo la canción que me inspiró para escribir este capítulo, que fue "Constellations", de Tom Odell. De ahí el nombre del cap. En la escena final me basé mucho en la letra de la canción, que para mí es realmente preciosa.

Sin más dilaciones, ¡a leer! Espero que os guste :)

Capítulo 2: Constelaciones.

Me desperté con los rayos del sol entrando en la habitación por entre las cortinas. Pestañeé un poco para adaptar mis ojos de nuevo a la claridad. Me desperecé y me giré para mirar a Draco... pero su parte de la cama estaba vacía.
Agudicé el oído, esperando escucharlo en el baño, viendo la tele, o incluso preparando el desayuno... pero el apartamento estaba completamente en silencio.

Me levanté, me puse las zapatillas y salí al pasillo.

—¿Draco? —pregunté en voz alta, pero no hubo respuesta.

Me dirigí entonces al salón, donde creía recordar que había dejado mi bolso con el móvil dentro, para llamarlo... pero al pasar por la cocina, una nota sobre la despejada y completamente limpia encimera me hizo detenerme en seco. Miré a ambos lados, asegurándome de que Draco no estaba en casa, antes de acercarme y cogerla.

"No comas nada. He salido a comprar algo para desayunar.

Volveré pronto.

DM."

No pude evitar llevarme una mano a la boca cuando me di cuenta de que se había dibujado una gran sonrisa en mi rostro.

Había vuelto.
Sí, había vuelto. Y yo era la chica más feliz por tenerlo de nuevo.

Me dirigí hacia la cafetera, la llené de agua y presioné el botón para que empezara a hacer café. Luego, abrí el frigorífico y saqué una botella de leche. Llené dos tazas a la mitad y esperé a que la cafetera terminara. Cuando por fin pitó un par de veces para avisar de que el café ya estaba listo, vertí un poco en cada taza, manchando así la leche con él.
Puse las tazas sobre sus correspondientes platos, así como una cuchara al lado de cada una, y las llevé a la mesa. Estaba volviendo sobre mis pasos para coger el azucarero cuando alguien metió la llave por la ranura de la puerta y la abrió.

Draco apareció con una bolsa de papel marrón en la mano y un paraguas en la otra.

—¿Hace frío? —pregunté divertida al percatarme de que tenía la nariz roja.

Cerró la puerta tras él mientras me dedicaba una sonrisa ladeada.

—¿Tan evidente es?

Yo reprimí la risa como pude, y él arqueó una ceja en respuesta.

—Vamos, Draco... Eres tan blanco que sé el tiempo que hace con sólo mirarte a la cara.

—Yo prefiero pensar que mi tez es nívea y delicada... algo así como la de la antigua realeza —dijo, pasando por mi lado y dirigiéndose a la cocina—. Ya sabes, cuando estar blanco y que se te vieran perfectamente las venas a través de la piel era signo de belleza. ¿Has hecho café?

Lo seguí con la mirada mientras cogía un plato y ponía encima el contenido de la bolsa.

—¿Cruasanes? —pregunté cuando me dio aquel delicioso aroma en la nariz.

Draco se giró y se apoyó en la encimera, tapando el plato con su cuerpo.

—Yo he preguntado primero —comentó, sonriendo de nuevo.

Me permití un momento para apreciar lo bonita que era su sonrisa y lo mucho que la había echado de menos, antes de contestar.

—Sí, falta llevar el azúcar.

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