Incógnitas

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Capítulo 4: Incógnitas.

Habían pasado casi dos semanas desde que le habíamos dado la noticia a los padres de Hermione de que estaba embarazada, pero su madre todavía no se había pronunciado con lo referente a sus "condiciones" para volver a aceptarme, lo que me hacía albergar la esperanza de que se acabara olvidando y terminara aceptando que iba a ser el padre de su nieta y que no tenía otro remedio que hacer borrón y cuenta nueva.

—No puedo creer que una cuna cueste tantísimo dinero —la oí decir desde el otro lado de la tienda de bebés.

Solté la etiqueta que sostenía en aquel momento entre los dedos y me acerqué a ella, enfocando los ojos para ver la que ella decía.

Puse cara de dolor al comprobar que era incluso más cara que la que había estado mirando yo.

—Sabía que tener un hijo era caro... lo que no sabía era cuánto.

Yo tomé su mano entre la mía y la hice andar a mi lado. Caminamos lentamente por los pequeños pasillos de la tienda, esperando encontrar una ganga entre precios que no bajaban de las tres cifras.

—Podrías preguntarle a tu madre si todavía guarda la tuya —sugerí mientras hacía cálculos en mi cabeza y trataba de no entrar en pánico.

Hermione hizo una mueca, frunciendo un poco los labios.

—¿Qué?

—La rompí —respondió.

—¿Que la rompiste?

Ella asintió, con una tímida sonrisa en el rostro.

—No me preguntes cómo, pero la rompí —se encogió de hombros—. No me gustaba estar encerrada. Aquella misma noche fue la primera vez que dormí en una cama, como los mayores.

—Yo creo recordar que Lucius guardó todas mis cosas de bebé en el trastero, podría ir a echar un vistazo.

—Sí, estaría bien...

—¿Qué?

—¿Cómo?

—Que qué estás pensando.

Yo sujeté la puerta de la tienda mientras ella salía, y acto seguido la seguí.

—Estaba pensando... pero es que no tengo derecho a opinar sobre eso.

—Dilo ya —la insté.

—Tener un bebé cuesta mucho dinero... y la casa de tu padre está vacía desde hace mucho tiempo...

Seguí caminando a su lado, analizando sus palabras detenidamente.

—¿Quieres que la venda?

—Nos hará falta el dinero —respondió ella.

—Puedo trabajar horas extra —comenté.

—Si no quieres vender ese piso, está bien, mis padres pueden ayudarnos —dijo ella rápidamente—. Pero no quiero que pases en esa oficina más tiempo del necesario.

Un pequeño flash-back de hacía unos meses en los baños de señoras de mi trabajo se me vino a la mente.

Astoria sobre la encimera de lavabos.
Sus piernas rodeando mi cintura.
El sudor de mi frente cayendo sobre su pecho.

—¿Estás pensando en ella?

Su voz me hizo volver a la realidad bruscamente. La miré un momento antes de responder.

—Sí.

Ella no dijo nada más, y yo tampoco quise hacerlo. Conduje en completo silencio, pues Hermione no había querido poner la radio. Se había creado una tensión tan grande entre nosotros, que agradecí, fuera quien fuera, que su móvil sonara al llegar a casa.

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