CAPÍTULO III

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♪ Santana ft

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Santana ft. Rob Thomas - Smooth

"Aunque ya se tratara de un simple recuerdo, había algo que me hacía caer rendida ante el pecado que significaba simplemente imaginarlo."


Después de cuatro días en que evité a toda costa tomar la línea de tren que ya se había convertido en ese cielo donde forzosamente pecaría de solo intentar pisarlo, continuaba pensando que era un error, me estaba dando por vencida en una guerra que nunca creí siquiera intentar pelear; lo dejaría en mi pasado como lo más bonito pese a su corta duración.

Podía ser un acto sumamente cobarde o una forma de no tentar al destino, pero al final era la jugada que evitaría mi autodestrucción. Empezaba a tener el síndrome de abstinencia, sí, así tal cual un adicto cuando necesita aquella droga que le hace bien. Me había hecho adicta a la endorfina que mi cerebro segregaba al mirarle, observarlo momentáneamente y pensar un sinfín de situaciones donde siempre terminaba por hablarle; no sé, sería siempre mi delito del cual jamás me arrepentiría.

Aunque de igual manera necesitaba mantener los pies en la tierra y dejar ir la idea más absurda que alguna vez tuve. De esa forma decidí dedicarme día a día a planear un paso más en la boda intentando conseguir el objetivo de que todo estuviera quedando a como yo imaginaba la que confiaba plenamente sería una fecha especial en mi vida.

Todo estaba en un perfecto orden, en sincronía y equilibrio total que debía entender ese era mi destino siendo necesario terminar con el sueño de ese chico, no permitirle avanzar más.

—¿Sigues pensando que es mala idea la despedida a la cual quiere Sere que vayamos? —preguntó Andrea del otro lado de la línea.

—No creo que sea buena del todo, ¿sabes? Es decir, me agrada conocer y experimentar cosas nuevas, pero sabes que mamá y papá...

Resopló para interrumpirme—. Lo sé, viví lo mismo ¿recuerdas?

»Si me aceptas un consejo, hermana, debes hacer lo que yo, independizarte de las ideas erróneas que ellos inculcaron. Sabes que esa es la principal razón por la que en esa relación cada uno tomamos distancia del otro. Soy la hija que irá al infierno, pero bueno, nada puedo hacer por salvar mi alma—. La escuché reír y sabía que en el fondo había un rastro de dolor.

Podía jurar que existía algo que le dolía más, quizá una espina clavada profundamente en el alma y que le calaba al nivel que me permitía escuchar esa última frase diferente dentro del discurso, incluso como si fuera verdad que había perdido el alma con alguna mala acción.

Andy había pasado por cosas bastante fuertes desde joven.

Primero mis padres le retiraron cualquier tipo de apoyo justo cuando ella confesó que se iría de casa porque, literalmente, ya no soportaba vivir entre sus sombras y en plena oscuridad; siempre pensé que había sido lo más duro en su vida, pero me equivoqué porque cuando encontró al hombre con quien deseaba compartir su vida lo perdió cinco años después y estando a punto de casarse. Ahora se encontraba viviendo uno de sus más grandes sueños que la consagraría como diseñadora a nivel mundial.

Provócame en Silencio©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora