CAPÍTULO V

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♪ Iron & Wine - Flightless bird, American Mouth ♪

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♪ Iron & Wine - Flightless bird, American Mouth

"Viví de mentiras, hermosas mentiras que de golpe se habían roto. Y fue ahí donde debía elegir entre condenarme en vida o encontrarme a mí misma. Aunque fuera difícil hacer cualquiera de las dos."


No tuvo que pasar mucho tiempo para darme cuenta de que este hombre sabía bailar de una manera espectacular y sin querer una sonrisa se formó sobre mi rostro al recordar las palabras que Serena siempre decía acerca de los hombres que bailan bien: «son buenos en el sexo» su voz rondaba mi cabeza traviesa pero yo me repetía una y mil veces «eso no quieres saberlo, Gaby» solo para detener el rumbo que mis pensamientos estaban tomando.

Al parecer le encantaban los giros excesivos. Por momentos sentía que buscaba provocarme mareos para que las copas causaran estragos con mayor facilidad, pero en una de esas piruetas rozó mi mano izquierda con lo que pudo percatarse de la argolla colocada en el dedo anular, sí, esa que anunciaba mi compromiso.

Me giró de manera brusca para mirarme fijamente y ayudando a que su cuerpo quedara más pegado de lo habitual al mío; pese al hallazgo su gesto continuaba pasivo, sin inmutarse ante el descubrimiento. Dudé por un instante porque no era normal que alguien se tomara un hallazgo de semejante magnitud con tanta tranquilidad y yo fuera todo lo contrario, hecha un manojo de nervios y pensando que no tardaría en iniciar un sermón sobre faltas a la moral.

Pronto entendí que no todo el mundo es mi familia, no todas las personas ven las fallas en los actos de los demás. No todos buscarían los errores que Gabrielle tenía o la culparían por no seguir las reglas morales que en casa se le habían inculcado. Casi podía escuchar la voz de mi madre diciendo: «¿esa es la educación que te dimos, Gabrielle Cárdenas?»

Sus ojos parecían adquirir un brillo diferente, como si algo se hubiese encendido en su interior.

—Vaya, vaya, con que estás... ¿comprometida? —Levantó mi mano para admirar el anillo.

—Yo... sí, eso... creo —respondí intentando retirar la mano, pero él la afianzó más impidiéndome la acción.

Por primera vez en mucho tiempo dudé de mis decisiones.

Sentí mis mejillas arder un poco más que antes, una sensación de calor excesivamente alto corriendo por mi cuerpo que si hubiera sido posible desnudarme lo habría hecho, sin lugar a dudas.

Y entonces, como sucede pocas veces en mi vida, una fracción de segundo bastó para que mi cerebro hiciera sinapsis de manera correcta ayudándome a procesar que mis reacciones se debían a la mirada estática de este hombre. Juro que vi algo, no estuve segura de qué fue y hoy en día sigo sin poder recordar exactamente lo que observé, solo recuerdo que un escalofrío envolvió a mi cuerpo haciéndome temblar.

Provócame en Silencio©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora