Al llegar a casa, le mando un mensaje de que había llegado, al cual él le respondió, Gracias a dios, eso fue lo único que hablaron después de ese episodio, tan apasionado y lleno de placer que tuvieron.
Penelope pensaba que tenían miedo, que no sabían que decirse. Era mejor pensar y después hablar, esa hermosa locura los tenía todavía fresca en la piel.
Trato de dormir, pero no pudo, solo le venían a la memoria, el recuerdo de su cuerpo arriba de ella dándole placer y sentía su boca hinchada de tantos besos apasionados.
Le dio la madrugada repitiéndose a sí misma que en verdad lo había hecho que era realidad lo que había pasado y no uno de los sueños que había tenido.
Al día siguiente dudo sin mandarle mensaje o no y decidió esperar más bien en la noche, a ver si se comunicaba con él por la red social.
Estaba ansiosa y a la vez se sentía con un poco de vergüenza enfrentar la realidad de que había sido suya.
Espero un buen rato y al fin vio un "hola como estas?", ella le respondió con todavía recelo, que bien. Mientras que iban conversando, se decidió preguntarle acerca de lo que lo había pasado entre ellos, le hizo pregunta sobre ella, de como la había sentido y por sus palabras, se dio cuenta de que había sido una buena amante. Ella tenía dudas de varias cosas que su antigua pareja había expresado y que la habían llevado a dudar de satisfacer completamente a un hombre y de que a su edad saciara el placer de un hombre más joven.
Antes de entregarse, ellos habían quedado de acuerdo que sin enamorarse y quizás podía haber una segunda vez, dependiera de lo que desearan después.
Así que él solo le repetía que al fin ella había sido de él que fue una experiencia rica, divina y que era toda una hembra capaz de complacer a un hombre.
Que lo malo fue que había sido en un espacio de tiempo muy corto que le hubiese gustado proporcionarles más caricias y poder disfrutar más de sexo.
En los días sucesivos, sus conversaciones comenzaban con algo simple y siempre terminaban recordando esos momentos.
En los meses posteriores las conversaciones se convertían en encuentros eróticos virtuales.
Se hacían el amor por mensajes, hasta que un día de esos que estaban haciendo sus charlas eróticas, Juan José la llamo para hacerlo pero por llamada, él culmino en un éxtasis de placer que escucho, mientras ella le narraba que era lo que le iba a hacer en su próximo encuentro.
Eso dio pie a pensar y a hablar de un próximo encuentro que antes no se había vislumbrado en sus conversaciones.
Penelope le decía que se lo iba comer a besos por todo su cuerpo, explorándolo hasta quedar sin aliento. Luego se montaría encima de él y cabalgaría con desenfreno, primero con un ritmo suave, aumentando rítmicamente hasta llegar a ser movimientos fuertemente, lo haría llegar a la cima del placer, haciendo que su cuerpo y el de ella se hicieran uno con los acordes que dictaran sus caderas. Pasando de diabla a ángel, siendo la malvada que le iba a hacer gritar de placer y en ese momento que lo tuviera bajo sus dominios no tendría voluntad, esa se perdería en la pasión y fuego que él sentiría. Después sería el ángel dispuesto a que le den el placer máximo, llegando al éxtasis de placer juntos.
Luego volver a agarrar aliento y comenzar con dulces besos que volvieran a encender la chispa del fuego candente del deseo, subiendo cuesta arriba hacía el monte de caricias y besos para arder de pasión. Que cuando la poseyera y estuviera dentro de ella, lo amarraría con sus piernas para que no se escapara mientras que mordisqueaba sus orejas hasta crispar todos los vellos de su cuerpo para quedar sudados y sin aliento.
Ella cada vez que tenían esas charlas, se daba cuenta que lo que sentía por él iba incrementando, no era amor, porque ya no creía en eso, era ansias de tenerlo cerca para descargar los instintos de mujer que él le despertaba.
Para Penelope, a esa edad que tenía, no quería un hombre al lado todo el tiempo, solo quería vivir una aventura amorosa que cada cierto tiempo, la hicieran sentir mujer y viva. Ya no era la joven aquella que creía en palabras bellas, sabía que el primer objetivo del que se le acercara era hacerle el amor.
Pensaba que en el amor, la mayoría de veces en el hombre, nace inicialmente de la atracción sexual, al que más le dan peso a una relación. Si no fuera así, no hubiese tanta infidelidad en la pareja.
Creía que el amor era efímero, que solo se creaba en las mentes de las personas y se le asociaba al corazón, porque este late fuerte con cada emoción que se siente.
Penelope no sabía si para él eso era importante, pero para ella sí, el no enamorarse, no apegarse, aunque creía que era importante estar con quien quieres y te hace sentir como una diosa, el tiempo que durara sin ataduras, solo las que estipule el deseo de estar con esa persona.
Para ella era importante la libertad que había logrado con el tiempo, bastante caro le había costado. Era dueña de ella y de ese espíritu de volar por la vida, dando su amor a su familia y el querer al hombre que la satisficiera, que su fidelidad la lograría con el tiempo que la despejará de esos deseos de hembra que desde su encuentro se habían aflorado.
A su edad no tenía la pasión a flor de piel no se exteriorizaban con la frecuencia de una adolescente, eran más pausados en el tiempo.
Pensaba que su encuentro había sido como cuando estas en un restaurant con un amigo y éste te da a probar el rico postre que está comiendo, te quedas con las ganas de comer de ese postre que te dieron a probar y vuelve para comerlo todo. Eso fue el encuentro de ellos; la probada de un gran postre que solo puedes comértelo cada cierto tiempo porque si lo comes a menudo te aburres y busca uno nuevo que probar.