Capitulo I. Su pasado

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Penelope, una mujer de mediana edad, casi a 50 años, se encontraba frente a su computadora, pensando en lo difícil que había sido su vida.

Vida de querer crecer antes de tiempo, de madurar muy pronto al vivir a una corta edad una responsabilidad que le quedaba grande; de amores basados en mentiras y decepciones, lleno de ataduras que cercenaba la libertad de su carácter risueño y libre que siempre en su mente la invitaba a volar en el camino de la vida.

Jamás a su corta edad de casamiento, pensó vivir en una jaula llena de emociones que terminaría con la inocencia de creer en el amor de princesas.

Creyó encontrar su príncipe azul cielo, de esos de los cuentos que se ve desde niña, los que te llevan a un mundo de fantasía, te hace soñar y volar a ese momento, en el cual esperas conocer a ese dulce y bello hombre que juntos vivirán felices para toda la vida.

Al pasar el tiempo se dio cuenta que su príncipe era de un azul oscuro, nocturno, nublado, sin estrella y luna que alumbrara su torpe e inexperto caminar por la vida, que solo le proporcionaba una gran sensación lujuriosamente perturbadora, muy excitante que la hizo convertirse en mujer sexualmente preparada para dar placer.

Ese placer que cada vez que quería huir más de él, la devolvía siempre a sus brazos con sus experimentadas caricias y la colocaba sobre una bomba que podía estallar en cualquier momento.

Así como eran de intenso en el sexo también era en su vida de pareja por las continuas infidelidades que él poco ocultaba y que a ella le hacían tanto daño. Solo era una niña sintiéndose mujer.

No solo en ese camino se hizo mujer; también una madre fuertemente luchadora y tan aguerrida que no encontraba quien la detuviera en su andar por la vida, en busca de un nuevo futuro, no de las noches de soledad y llanto que vivió durante largos años.

Luego paso el tiempo, puso distancia entre ella y ese amor casi enfermizo, dañino y perturbador.

En esa transición se apoyó en Luis, un hombre de buenos sentimientos que en cada encuentro le hacía olvidar los sinsabores de su anterior nefasta relación.

Esa relación la hizo disfrutar parte de las experiencias que dejo de vivir en su adolescencia para convertirse en esposa.

Disfrutaba de un mundo de bailes, alcohol y sexo que nunca había experimentado, debido a un ambiente artístico donde Luis se desenvolvía.

Pasaban los días y aunque se daba cuenta que aun no sentía por él, esa sensación perturbadora de amor como en su primera relación, disfrutaba el ser mujer que la llenaba cada día más.

Él la hacía sentir como una reina, le proporcionaba el cariño y el amor, que aunque una mujer no lo diga, necesita, le hace falta.

Todo iba bien; se veían una vez cada una o dos semanas, disfrutando en cada encuentros momentos de placeres y diversión, los cuales eran al margen del ámbito familiares, aunque a veces coincidían pero jamas dejando al descubierto su relación, ya que como siempre, una relación de ese tipo era mal visto por la sociedad, especialmente por sus padres con quien vivía, no era lo que le habían inculcado, una moral ortodoxa que a veces la hacía sentir culpable.

En cada de sus encuentros siempre eran compartidos con amigos, pasando luego pocas horas de placer para llegar a su casa antes de ser vista y así aparentar ser la mujer intachable que según sus padres debería de mantener para poder conseguir un gran hombre con quien rehacer su vida. Era un amor de hembra, que ella disfrutaba y a él lo enardecía.

Sentía cada vez que estaba con él, que renacía la niña enamorada, la hembra satisfecha y la mujer que la hacían sentir amada.

Pero como siempre en una relación hombre-mujer nada era perfecto.

Nunca Es TardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora