Capitulo II. El renacer.

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Un día cualquiera que vio pasar su vida por su mente como una película. Se dispuso a ver sus redes sociales, las cuales compartía con familiares, amigos y conocidos. Y fue cuando apareció un hombre con el que que había trabajando años atrás.

Empezaron una charla trivial, se saludaron y comenzaron a hablar de la gente con quienes habían trabajado.

Esto se extendió por un rato, poniéndose al día de sus vidas laborales, durante ese lapso de tiempo, sin saber uno del otro.

Después de un largo rato se despidieron.

Pasaron varios días sin entablar conversación alguna, parecía para Penelope algo normal que ocurría constantemente, su único escape era la computadora lo que la mantenía comunicada con su mundo y el exterior, porque ni en el trabajo mantenía grandes amistades, haciéndose toda una rutina.

Había perdido contactos con sus amistades, ya no salía ni compartía con nadie, solo con los de su entorno familiar, poco la visitaban y ella tampoco.

Penelope amaneció ese día un poco deprimida, su salud se había ido deteriorando poco a poco sin percatarse, hasta que colapso. No se había dado cuenta que el encerramiento por varios años la estaba afectando.

Siempre trataba de buscar algo que mantuviera su mente ocupada en sus tiempos libres, aprendiendo labores artesanales, las cuales, convirtió en su escape. Sustituyo ese algo por ese alguien que su interior necesitaba y deseaba. Igual que su salud, su autoestima se encontraba en lo profundo de su inconsciente, demostrado con apariencia, gorda y descuidada que ella repugnaba, pero que no hacía nada por mejorarla.

Había ido al médico después de su colapso y este la había hecho entrar en razón y decidió darle un vuelco a su vida, claro, primero pasando por un estado de varios días llenos de angustia y depresión, no por ser lo que era sino por haber llegado a ese punto, que a los ojos de los demás solo era descuido.

Ese día como uno de esos que fueron difíciles, se sentó frente de su computadora como lo hacía todas las noches, para tratar de olvidar sus penas, apareció en su red social un hola como estas, era Juan José, ese hombre con quien había trabajado; ella contesto con desdén que más o menos y él le pregunto que por qué. Fue como si fueran unas palabras mágicas, que la hizo desbordar en él todas sus angustias y desánimo en el cual se encontraba.

Fue un largo rato entre por qué Y en relatos por todo por lo que había pasado días anteriores. Al despedirse, ella entro en razón de lo que había hecho.

Nunca hubiese pensado contarle esas cosas a alguien con quien había tenido solo relación laboral pero se dio cuenta que a veces uno necesitaba a alguien para desahogarse. Alguien que no se encontrara en el entorno de su vida y menos en el familiar.

Los días fueron transcurriendo y Penelope lo veía como un confidente fiel de sus angustias, temores y desasosiego. Casi todas las noches se conectaba y hablaban por horas de sus decepciones y de algún tema que se encontraba en la palestra de las noticias hasta que un día comenzaron hablar de la falta de apetito sexual que ella estaba experimentando en esos momentos.

Fue en esos días de charlas, cuando Juan José hizo un comentario de unas fotos de ella celebrando su cumpleaños, fue una época de carnaval y se disfrazaron. Él fue elocuente de su disfraz de diabla, Juan José expresaba la sexualidad que emanada para él esa foto. Penelope se extrañó, jamás hubiese pensado en el tiempo que trabajaron juntos, que ella incitara algo en él. No lo creía, le pregunto que desde cuándo y le comento que desde que la vio por primera vez, le pregunto también porque no le había dicho nada y le contesto que no se había atrevido porque no sabía cómo iba a reaccionar.

Entre su sorpresa y la incredulidad de lo que él le había confesado, se despidieron.

Esa noche se quedó pensativa y empezó a tratar de recordar esos tiempos de casi dos años laborando juntos.

Por más que pensaba; no veía indicio de algo fuera de lo normal. Juan José era un hombre reservado y ella una elocuente extrovertida que con sus ocurrencias en doble sentido, el único efecto que causaba en él era una pequeña sonrisa.

Juan Jose y ella compartieron horas y horas de trabajo, en el que Penelope jamás vio un gesto que le hiciera pensar que ella causaba algún efecto en él más bien siempre creyó que lo único que podía sentir por ella era contrariedad, ya que discutían por asuntos laborales frecuentemente. Hasta recordó una vez, que les toco quedarse en un hotel, claro en cuartos separados (a estas alturas del tiempo, pensaba que había sido un desperdicio, que pudieron haber aprovechado esa noche en una de placer), y él no fue capaz de decirle nada, ni menos de insinuarle algo, fueron varias las oportunidades que tuvieron solos y nunca Juan José le dijo nada.

Tuvo varias noches pensando, en esos días y no encontró ninguna señal, lo más irónico es que ella nunca lo vio como hombre.

Sus charlas fueron incrementando cada día, Juan José le decía que todavía era una mujer joven para tener una vida sexual activa, pero para Penelope sus hormonas todavía se resistían a florecer.

Pasaron meses en largas charlas, hasta que un día, su instinto de mujer empezó a encontrarse a flor de piel. Comenzó a vislumbrar en sus pensamientos escenas eróticas compartidas con un sentimiento de culpa, por ser él un poco más joven que ella.

Jamás pensó sentirse atraída por un hombre más joven y menos sentir esa sensación de necesidad sexual. Juan José para nada era el tipo de hombre que Penelope había pensado encontrarse en su vida. Hombre enigmático, de una prepotencia interna, pero muy caballero y además con pareja establecida, ella con esa misma prepotencia pero que la vislumbraba a los ojos de todos, el reservado y ella extrovertida.

Pensaba que iba a pasar de ser mujer conservadora y fiel, al papel que siempre le había hecho daño en su vida, "AMANTE"

Era una lucha entre lo que pensaba y lo que deseaba con todo su ser para poder estar con ese hombre que despertaba sus instintos y la hacía soñar con estar en sus brazos.

Sus sueños rondeaban en una nube densa de caricias, besos intensos, que aunque no terminaba en un sublime placer, la hacía sentir mujer cada vez más mujer, esto como resultados de conversaciones muy descriptivas y llenas de erotismo que siempre terminaban en como iba a ser su encuentro amoroso que ella y él deseaban, sin producirse la oportunidad de tenerlo.

Este amor, la hacía soñar con sentirse emocionada al desear esos labios que unidos a los suyos se encontrara en lluvias de besos y que saborearan todo su cuerpo, haciéndola temblar toda su suave piel. Deseando escuchar esos suspiros que solo iban a ser de ella, perdiendo la cordura por culpa de un amor que era más que una locura.

Que loca realidad la que los unía, no sabía si era pasión o era hechizo, solo sabía que deseaba que la amara igual que un animal sediento de sus caricias. Soñaba con oír las maderas que crujirían al ritmo de dos cuerpos excitados, haciendo que el momento permitiera que nada para ellos fuera demasiado.

Penelope cada día se convencía más de que ese hombre la atraía que deseaba estar con él, sus pensamientos se volvían más intensos.

Nunca Es TardeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora