Primer día

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Al parecer su compañero de habitación ya hacía tiempo que había llegado por que toda su ropa ya estaba colocada.

En el armario habia colgado su uniforme y de los cuatro cajones había ocupado los dos superiores. Ella deshizo su equipaje rápidamente, ropa interior en un cajón y ropa de calle en el otro. En las perchas colocó su uniforme, imitando a su compañero.

Suspiró mientras metía los boxers en su sitio. Los odiaba. Eran la cosa más incómoda del mundo,  además tenían relleno lo que hacía que fuera complicado el caminar, pero ya se estaba acostumbrando. Tenía tres fajas más iguales a la que llevaba puesta, eran unas bandas elásticas de color carne que se abrochaban a la espalda con corchetes. Las enrolló y las colocó por los bordes, escondiéndolas. La ropa de calle básicamente consistía en pantalones y camisetas holgadas. Era una ventaja por que le ayudarían a ocultar sus fornas femeninas pero lo cierto es que simplemente no había encontrado tallas más pequeñas.

Cuando terminó con la ropa llevó su neceser al baño.  No pudo evitar pararse a mirar su pelo, su corta melena que había tenido que cortarse antes de regresar a la que había sido su ciudad, Londres. No lo llevaba demasiado corto,  para un chico incluso algo largo. Llevaba el pelo cortado a lo casco, pero el look que le dejaron al salir de la peluquería se había arruinado nada más mojárselo, despeinándosele y dándole un toque desenfadaso. En realidad le gustaba su corte, pero le dolió el cortar su larga melena castaña.  No podía seguir lamentándose más.

Acabó con su equipaje y se sentó en la cama a pensar.  Necesitaba un lugar donde esconder cosas necesarias para su... ¿feminidad? Debía poner en algún sitio las compresas y demás que necesitaba pero no podía ponerlo en el baño como si nada. Registró la habitación en busca de algún escondite y descubrió que en la parte de abajo su cama había dos cajones con mantas más gruesas. Metió todo en una bolsa y la escondió allí. Contenta con su trabajo, miró sonriente por la ventana.

Había colocado todos sus tomos de manga en la estantería que había en su lado de la habitación y estar rodeada de su pasión la hacía sentirse mejor. En su mochila siempre llevaba un cuaderno en el que solía dibujar y gran parte de él  estaba lleno con bocetos de manga.

Segun su movil ya eran las nueve, solo faltaba una hora y media para el toque de queda pero no le apetecía nada salir. Si lo hacía tendría que volver a actuar y ya tendría que hacerlo durante un año completo así que cogió el nuevo volumen de Bleach y se sumergió en una apasionante lectura.           

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Su compañero de piso no había llegado cuando se metió en la cama a las doce, hora de luces fuera, y cuando se despertó tampoco lo encontró allí,  sin embargo su uniforme tampoco estaba por lo que debía de haber entrado a cambiarse y luego desapareció otra vez. Eso era una ventaja porque le daba la oportunidad de darse una duha y cambiarse más tranquila.

El uniforme consistía en pantalones y blaizer grises, camisa blanca, corbata azul marino y mocasines negros. Intentó peinar un poco su indomable pelo y cogió su mochila,  una bandolera negra reglamentaria que todos los alumnos debían usar, en la que metió su block de dibujo y un estuche.

En recepción le dieron el número de su taquilla, 321, situada en el ala izquierda del edificio. Allí debía encontrar todos sus libros y cuadernos que necesitaría junto con su horario de clases.

Por supuesto se perdió,  algo no raro en ella, y no le dio tiempo a ir al comedor a desayunar. Faltaban solo cinco minutos para que comenzara la ceremonia de apertura y debía dirigirse al patio central para sentarse junto con su clase y recibir el discurso del director.  En el camino aprovechó para comerse una bolsa entera de sus chuches  favoritas: las fresas de gominola.  Podría sobrevivir a base de ellas, ni había cosa que le gustara más,  las comía a todas horas. Lorn siempre se estaba riendo de ella por eso y por su obsesión con los patitos de goma. No, no podía pensar en eso ahora. Había dejado eso atrás,  debía olvidar su vida anterior a su año en América.

Apresuró el paso y buscó su clase. Vio a Eric saludarle desde lejos y se situó a su lado.

-¿Nervioso?

-Un poco

-Tranqui, el viejo es un cascarrabias pero es un  buen tio.

Después de la eterna ceremonia al fin pudieron ir a su clase. Al contrario que en la mayoría de colegios ingleses, allí casi todas las clases se impartirán en la misma aula menos excepciones como Ciencias o Educación Física. Eso le gustaba porque de esa forma podía permanecer siempre en el mismo sitio. Ella había elegido la optativa de Arte en vez de Latín y Música en vez de Español.  Su madre era española por lo que dominaba el idioma y no tenía sentido tomar clases.

Escogió la mesa más alejada al profesor y pegada a la ventana,  de esa forna evitaría atención innecesaria.  El resto de la clase eligió sus sitios y los grupos comenzaron a juntarse,  contándose las aventuras del verano. Charley sacó su móvil y con una de las mejores apps que jamás nadie había intentado se puso a leer manga con los cascos puestos. Si la música que estaba escuchando no hubiera estado tan alta, se habría dado cuenta que toda la clase se había callado repentinamente o de que un chico de casi metro ochenta se sentaba en la mesa de al lado; pero Iron Maiden perforada sus oídos a volúmenes extremos, aislándola del exterior. El recién llegado la miró fijamente hasta que levantó los ojos. Si fuera la misma que hace un año habría reaccionado de otra manera pero ahora mismo no podia permitirse eso, así que volvió a bajar la mirada y a concentrarse en su móvil. Enfadado, el chico se levantó pero la llegada del profesor salvó a la incauta Charley.

Molesta por tener que dejar su interesantísimo manga y su música,  apagó el movil y atendió al profesor,  ignorando la mirada asesina de su compañero de clase.

Nada más acabar Eric la arrastró fuera de allí con prisa.

-¿Estás loco?¿Es que quieres que te maten?

Charley le miró fijamente, sin saber muy bien de qué hablaba.

-Idiota, ese era Will, el jefe de la banda más fuerte de todo el internado. No sabes la suerte que tienes de estar vivo.

Ummh,  así que ese era el jefe... Interesante dato a apuntar. Como respuesta ella se encogió de hombros y se encaminó al comedor, muerta de hambre. Eric la siguió riendo a carcajadas.

-Estas muerto enano. Yo que tu correría a esconderme.

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Segundo capítulo terminado. Solo me ha costado dos horas el pensar el nombre de Eric :). Si os haya gustado votad y dejarme un comentario.

Buenas noches bichos ;)

Mabia

Baby FaceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora