Casi cayó de bruces al suelo con las prisas de encerrarse en el baño. Los nervios le habían presionado tanto el estómago que en cuanto levantó la tapa del inodoro, dijo adiós a la cena de aquella noche.
Loco de preocupación, decidió permanecer allí y contar los azulejos del baño hasta que los «médicos» (mejor dicho, ingenieros) lo llamasen. Se sentía patético por la forma en la que había manejado la situación, pero la idea de perderlo anulaba cualquier vestigio de vergüenza que pudiese sentir por sus acciones. Kai se estaba convirtiendo rápidamente en su razón de ser.
En algún momento entre la primera vez que había visto a aquel muñeco desnudo dentro de una caja y vivir y dormir con una persona... entidad... ser... de cara dulce y sonriente, éste se había convertido en algo mucho más importante de lo que D.O hubiese podido llegar a imaginar.
Kai no necesitaba una etiqueta. Era simplemente Kai. Le gustaba jugar con los insectos y ver el amanecer. Subía a cuantos árboles podía cuando iban al parque y le gustaba ver las comedias cursis que emitían a la hora de la cena. Kai era simplemente Kai y a D.O... le gustaba.
Le gustaba muchísimo. Con toda la intensidad de las emociones y complejidades «reales» del ser humano. No podía permitirse el lujo de seguir pasando por alto ese tema, sobre todo porque se estaba agotando el plazo de los 100 días y no sabía si Kai sobreviviría para ver el día 101. La posibilidad de no estar con él era casi imposible de imaginar.
¿Cómo no iba a estar Kai nunca más con él?
¿Cómo podría regresar a casa y que él no estuviese allí, esperándole en el sofá, o en la cocina, o en cualquier otra parte que hubiese captado su atención ese día?
Era imposible.
Allí, acurrucado en el suelo del baño, D.O juró vivir el resto de sus días junto a Kai, al máximo y honestamente. Mantendría la esperanza de poder estar con él por mucho tiempo, pero sin olvidar que sus días podrían estar contados.
Más tarde, una voz llamándolo sacó a D.O de sus pensamientos. Se levantó y abrió la puerta para ver a Kai allí, con los brazos abiertos y su sonrisa de siempre iluminando su rostro.
—Mira, ¡tengo una tirita! —dijo alegremente, señalando la cinta azul que tenía en la frente.
D.O sintió que algo se acumulaba en su pecho y comenzó a reírse para aliviar la presión, tratando de ignorar el escozor de sus ojos.
—¿Qué pasa, D.O? ¿No te gusta mi tirita se arrojó a los brazos de Kai, amortiguando un sollozo que no admitiría ni aunque tuviese que ir hasta los confines de la Tierra. Kai lo acogió y se rió, envolviendo con fuerza sus brazos alrededor del cuerpo más pequeño de D.O. Fue él también quien despidió en el exterior a los «médicos», dándoles las gracias alegremente mientras mantenía a D.O firmemente abrazado contra su cuerpo.
D.O enterró la cara en su cálida clavícula, con los ojos todavía irritados. Podía escuchar el fuerte sonido del procesador de Kai a través de la ropa y eso alivió, temporalmente, sus angustiosos pensamientos.
—Pensaba en ti... —confesó Kai cuando ambos estaban ya en cama. Todavía sostenía a D.O contra su pecho, besando ligeramente su frente.
—¿Qué? —preguntó D.O medio dormido.
—Antes de desplomarme... —aclaró Kai—. Pensaba en ti y vi tu rostro. Lo siguiente que recuerdo es ver a esos médicos buenos despertándome e inyectándome algo. Dijeron... me preguntaron si... si yo era uno de los modelos capaces de amar y entonces... entonces me preguntaron si te amaba. Me dijeron que no pasaba nada si te quería pero... que no debía permitir que tú me quisieses a mí.
D.O se incorporó.
—¿Por qué? ¿Por qué no?
Sin dejar de sonreír, Kai acarició sus mejillas con ambos pulgares.
—No soy... el modelo perfecto. Ni siquiera me aproximo a la perfección. Tengo suerte de que me siguieras queriendo después de ver cómo soy y cómo me comporto. Me dijeron que no me queda mucho tiempo...
—Basta, por favor —D.O capturó sus muñecas, manteniendo el contacto de sus manos sobre su cara—. Por favor, no digas nada más...
—Lo siento, D.O. Ojalá me hubieran fabricado perfecto para ti. Me hubiera gustado ser todo lo que hubieras deseado...
—¿No lo entiendes? —D.O lo sujetó con más fuerza, resistiendo el contacto visual—. No puedo.... —las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas. Algunas cayeron sobre Kai, quien trató de atraparlas y hacerlas regresar.
—D.O, ¡estás goteando!
—Kai... —dijo D.O seriamente. Más lágrimas abandonaron sus ojos—. No me importan tus defectos ni tus fallos. No me importa tu tic facial ni me importa si... si no te queda el tiempo suficiente. Para mí ya eres perfecto. Ya eres todo lo que alguna vez hubiera deseado. No me arrepiento de haberte comprado. Lo único que lamento es haber tardado tanto... en besarte por primera vez.
—D.O...
—Está bien —continuó D.O, sonriendo entre lágrimas—. Sacaremos el máximo provecho de los días que nos quedan. No tengo ningún motivo por el que estar así. Sé... sé que pase lo que pase, no te voy a perder.
El beso que Kai le dio fue para tranquilizarlo, pero lo único que logró fue derrumbar la última coraza que protegía el corazón de D.O. Kai lo besó como si él también estuviera asustado y su labio inferior tembló cuando D.O lo empujó con cuidado sobre la cama.
—No gotees más... —suplicó Kai, acariciando su mejilla con los labios—. No me gusta. Por favor, no lo hagas.
—Se llama «llorar» —susurró D.O—. Lo hacemos cuando estamos tristes o felices.
—¿Estás feliz ahora?
—Sí... Sí, porque estoy contigo.
Los días pasaron despacio, D.O se aseguró de ello. Hacía la mayor parte de sus deberes inmediatamente después de llegar de la universidad y pasaba el resto de los días paseando con Kai por todo Seúl.
Su primera parada era una heladería, donde le compraba el helado con el mayor número de bolas posibles, para incredulidad de la dependienta. Cuando Kai se lo acababa con la misma rapidez con la que se comería una sola bola, la dependienta se quedaba atónita.
—No puedo saborearlo. En realidad, no... —dijo Kai mientras caminaban cogidos de la mano por la calle—. ¡Pero me gusta la sensación agradable que produce dentro de mi boca! Wah, D.O, tienes un poco en la mejilla. Deja que te lo quite...
D.O esperaba que una manga o una mano le frotasen la cara, no unos suaves labios y una lengua audaz. Kai le lamió la mejilla hasta que quedó limpia y sonrosada, riéndose cuando el helado de D.O cayó al suelo por sostenerlo con demasiada fuerza.
Se comportaban como si fueran novios y D.O pensaba que eso eran, aunque no le hubieran puesto nombre.
Su relación iba más allá de las palabras.
En el parque, Kai persiguió a un perro callejero y luego arrojó con cuidado a D.O al suelo para tirarse sobre él y rodar ambos sobre el césped hasta que olían a hierba y a luz del sol. D.O no creía haber sido nunca antes tan feliz con una persona. Kai quería correr por todas partes y tocarlo todo y él se lo permitía, siempre que fuese legal.
Fueron hasta el mirador más alto de Seúl y el viaje mereció la pena para D.O por ver los ojos abiertos de Kai y su brillante sonrisa.
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Absolute Kai (Adaptada)
RomansaKai no es el robot perfecto, pero a D.O no le importa porque él es cualquier cosa menos el humano perfecto. Inspirada libremente en "Absolute Boyfriend" de Watase Yuu. Su historia paralela es Be Human.