Para siempre

291 37 15
                                    

Era miércoles por la tarde, terminaba de grabar el vídeo para el viernes. Ahora solo tocaba editarlo. Era veinticuatro de diciembre y me encontraba sola en casa; Hannia viajó a México a ver a sus padres y Sam... Bueno, él dijo que tenía que salir a hacer cosas de ángeles.

El frío congelaba mis huesos a pesar de que vestía dos sudaderas y una chamarra encima. Me encontraba en mi habitación, tenía toda las luces apagadas.

Después de terminar de editar todo lo pendiente, dejé mi computadora a un lado y me recosté. Me estaba quedando dormida cuando escucho el timbre sonar.

—No... No ahora—Dije rodando en la cama. Hundí mi cara en la almohada. El timbre no dejaba de sonar—. ¡Espero y sea algo importante!

Bajé con cautela las escaleras, pero el timbre no dejaba de sonar. Al abrir la puerta me encontré con la última persona que hubiera imaginado.

—¿Juanpa?—Pregunté corriendo hacia sus brazos.
—Hola, pequeña—Saludó abrazándome por la cintura.
—Pensé que podías venir hasta febrero—Dije en su pecho.
—No podía esperar hasta febrero para verte—Dijo. Me dio un beso en los labios que yo correspondí.
—Nuestra primer Navidad juntos—Dije separándome de él—. Pasa.
—Arréglate, pequeña. Saldremos a cenar—Dijo caminando detrás de mí.
—¿A dónde iremos?—Pregunté.
—Es una sorpresa—Me dijo. Asentí resignada.

Subí a ducharme y arreglar mi cabello y cara, me vestí con un vestido de manga larga, unas medias negras y un abrigo encima.

—¡Lista!—Dije llegando hasta la sala. Juanpa ya se había cambiado.
—Te ves preciosa—Dijo dándome un abrazo.
—Tú también estás genial—Le dije con una sonrisa.

Al salir de casa nos subimos al coche de Juanpa y él arrancó. Ninguno de los dos decía nada. No era tampoco un silencio incómodo, solo disfrutábamos de nuestra compañía. Juanpa rompió el silencio.

—Hoy será un día especial—Dijo sin despegar la vista del camino.
—Lo será—Dije recargándome en su hombro.

Después de varios minutos de viaje Juanpa por fin aparcó frente a una cabaña, era pequeña, pero se veía cómoda.

—Vamos, pequeña—Dijo Juanpa ayudándome a bajar—. Entremos.
—Es bonito aquí—Dije recorriendo cada rincón de la cabaña.
—Nadie nos podrá molestar aquí...—Dijo caminando por la cabaña.
—Muero de hambre—Dije haciendo un puchero.

Caminamos hasta el pequeño comedor del lugar, el cuál ya estaba arreglado; tenía encima un mantel, dos platos, cubiertos, vasos y unas cuantas velas. Era algo sencillo pero hermoso. Los dos nos sentamos no sin antes servir la cena. Durante un par de horas hablamos de diversos temas; reímos, jugueteamos, hablamos de todo un poco en esas dos horas.

Juanpa dejó de hablar y me miró a los ojos, yo lo miré a él. Me sonrió, y yo le devolví la sonrisa.

—¿Qué pasa?—Pregunté con una pequeña risa.
—Eres hermosa—Dijo dándome un beso en los labios.
—Y tu guapísimo—Dije tomándole las mejillas.
—Eres lo mejor que me ha pasado, Malena... Todo lo que hemos pasado ha valido la pena—Dijo con ternura.
—Gracias por llegar a mi vida—Dije dándole un corto beso en la boca.
—Tengo que preguntarte algo...—Dijo separándose de mí.

Se paró de su silla y se arrodilló frente a mí, rebuscó en su saco.

—Malena... Te conocí hace años y te he amado desde que te vi en la escuela... Siempre pensé que eras una chica diferente y eso te hace hermosa, eres hermosa y siempre lo serás y no solo me refiero a tu físico, eres hermosa en todos tus sentidos, esa es tu esencia y me encanta... Nunca he dudado ni un minuto en el amor que te tengo y... Creo que ha llegado el momento de pedirte lo siguiente... Malena, ¿quieres casarte conmigo?—Dijo con nerviosismo. Abrió la pequeña caja roja que sostenía en sus manos y dejó a la vista un hermoso anillo de compromiso. Las lágrimas no dudaron en salir. Lo besé.
—¡Sí, sí, sí! Por supuesto que sí. Quiero pasar toda mi vida contigo, Juanpa. No imagino una vida sin ti—Dije besando repetidas veces sus labios. Sonría al igual que yo.

Por fin estaríamos juntos para siempre.

Porque a pesar de que era paz y yo catástrofe, el blanco y yo negro, él paciencia y yo desesperación, los dos congeniábamos a la perfección, nuestras manos y labios se unían como un rompecabezas, veíamos la vida tan diferente, pero la disfrutábamos de la misma manera. Aunque éramos polos opuestos nos atraíamos y eso no nos dejaba estar separados. Por fin la vida era justa con nosotros. Por fin estaríamos juntos.

Fin.

Entre el Cielo y el Desastre.✓ •Juanpa Zurita•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora