Sufrimiento infernal

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-Malena no llores, no me gusta que llores-Escuché la voz de mi abuela.
-Perdón... Han sido días difíciles-Dije secando mis lágrimas.
-Ya estoy aquí. Dime, ¿por qué no estás en la escuela?-Me preguntó cruzándose de brazos. Recordé lo sucedido y no pude evitar volver a llorar.
-Malena, Malena, ¿qué sucede? Me asustas-Me dijo abrazándome.
-Nada, solo me he quedado dormida-Mentí intentando tranquilizar mis sollozos.
-¿Por eso lloras? Malena, ¿qué sucede?-Preguntó. El simple hecho de pensar lo que pasó me llenaba de vergüenza y asco.
-Nada... Solo que hoy tenía un examen importante, solo eso-Mentí bajando la mirada.
-Bueno... Eso tiene solución, tranquilízate, ¿ya desayunaste?-Preguntó y negué con la cabeza;
-No hay nada en la alacena-Dije.
-Bueno, vayamos a desayunar en lo que tu padre llega-Dijo mi abuela y asentí.

Caminamos hasta el restaurante más cercano, al entrar vimos que estaba casi vacío, eso me gusta. La idea de estar rodeada de gente y que me vean comer me agobia.

Nos sentamos en una mesa al fondo y esperamos a que alguien nos atendiera.
Observé el menú y leí cada platillo que el lugar ofrece; huevos a la mexicana, chilaquiles, huevos revueltos, etc. Nada me apetecía.

-¿Qué van a a ordenar?-Preguntó una muchacha llegando a nuestra mesa.
-Yo quiero unos chilaquiles y un jugo de naranja-Habló mi abuela.
-¿Y usted?-Preguntó la muchacha refiriéndose a mí.
-Lo mismo-Dije sin ganas.
-Has crecido tanto desde la última vez que te vi-Me dijo acariciando mi mejilla.
-No te veía desde Navidad-Le dije tomando su mano.
-¿Cómo has estado?, ¿cómo va la escuela?, ¿cómo te trata tu padre? Tenemos tanto de que hablar-Dijo mi abuela.
-Estoy bien... Bien, todo va perfecto, pues no me puedo quejar-Dije nerviosa. Ella no sabía la clase de cabron que tiene por hijo.
-Bueno, ¿cómo está tu padre?-Preguntó de nuevo.
-Él está bien-Dije sin dar tantas explicaciones.

Pasé toda la mañana restante con mi abuela, a eso de las dos en punto regresamos a casa, papá aún no llegaba.

-Esta casa sí que está desgastada-Dijo mi abuela desde la cocina.
-No hemos tenido el dinero para restaurarla-Hablé.
-Siempre voy a pensar que estarás mejor conmigo-Me dijo.
-Yo igual-Susurré.

Prendí la televisión y elegí un programa al azar, cuando la puerta principal se abre y por ella entra mi padre; al menos se veía normal, solo un poco enojado.

-¿Qué haces aquí y no en la maldita escuela?-Me dijo mi padre en cuanto me vio, sudaba del susto.
-Eh... Yo...-Tartamudeé, el tenerlo cerca me ponía nerviosa.
-Vaya David, hasta que tengo la horrible suerte de verte-Dijo mi abuela saliendo de la cocina.
-¿Mamá?, ¿qué haces aquí?-Preguntó mi padre sin moverse.
-He venido a ver cómo tratas a mi nieta-Dijo cruzándose de brazos; solo ella sabe poner orden en mi padre.
-La trato bien, siempre lo he hecho-Dijo. Borracho y mentiroso, más mierda no puede ser.
-¡No hay nada para comer!-Gritó enojada.
-¡No he tenido dinero!-Dijo en respuesta.
-¡A mí no me grites!-Dijo enojada.
-¡Tú no puedes venir y gritarme en mi propia casa, no eres quién!-Dijo mi padre acercándose a ella.
-¡Claro que puedo, soy tu madre y siempre lo seré!
-¡Desgraciadamente!-Gritó mientras salía por la puerta, dejando un portazo.
-¡Se comporta como un adolescente!-Dijo mi abuela con frustración.
-No regresará hasta media noche-Dije.
-Bueno... Tranquilicémonos, veamos algo en la televisión-Sugirió y asentí.

Las dos nos sentamos en el sillón de la sala y buscamos una película en ella, encontramos la película de Titanic, esa película me tiene hasta la coronilla.

-Lo que las personas hacen por amor-Susurró mi abuela.
-Hacen tonterías-Dije en respuesta. El amor da asco.
-Cuando uno está enamorado hace muchas cosas-Dijo.
-Gracias a Dios jamás sentiré esa mierda de sentimiento, es un asco y una pérdida de tiempo-Dije enojada.
-Los Ángeles le llaman placer divino, los demonios sufrimiento infernal y los hombres, amor. Algún día encontrarás a alguien que hará despertar el amor dentro de ti-Dijo recargándose en mi hombro.
-No, jamás pasará-Dije segura.

Cuando la película por fin terminó acompañe a la abuela al súper, compró todo tipo de comida, apenas y cabía en la alacena y refrigerador.

A eso de las Díez en punto la abuela se fue al hotel donde se quedaría hasta mañana, tenía que volver y hacerse cargo de su negocio en Aguascalientes. La despedí y volví a entrar a casa. Caminé hasta mi habitación y observé la cama en silencio; los recuerdos de esa justa mañana me revolvían el estómago. Cambié las sábanas por un par limpio, no podía dormir en las mismas sabanas jamás. Me acosté y me cubrí con las sábanas, pensaba en silencio. ¿Por qué todo lo malo me tiene que pasar a mí?, ¿qué hice yo?

Escuché un ruido desde afuera; me desperté de golpe y guardé silencio, vi la hora y eran casi las doce, algo temprano para que fuera mi padre. Volví a cerrar los ojos y de inmediato caí dormida.

-¡Levántate!-Escuché que me gritaban, un dolor agudo se situaba en mi cabeza.

Abrí los ojos de par en par y toqué mi cabeza, me encontré con unas rasposas manos; mi padre me estaba estirando de los cabellos. Caí al frío piso en cuanto me soltó.

-Tú la llamaste, ¿cierto?-Preguntó a centímetros de mi cara; apestaba a alcohol barato. Las lágrimas salían sin permiso.
-N-no... Ella llegó de repente-Dije lo mejor posible. Estaba aterrada.
-¡No mientas, carajo!-Gritó depositando un puñetazo en mi mejilla izquierda.
-¡Es la verdad!-Grité sollozando.
-¡A mí no me grites!-Dijo parándose para darme una patada en el estómago. ¿Es verdad me tocó esta porquería como padre?-. Quiero que mañana le digas que se largue y pobre de ti que digas cómo te trato.

Se fue, sin antes darme unos cuantos golpes más; no estaba del todo furioso por lo de la abuela, algo le habían hecho en el trabajo y venía a desquitarse conmigo. Odio la vida por muchas razones; una de ellas es por darme un padre como él.

Me levanté del piso tan rápido como pude, pegué mi oreja a la puerta y escuché con atención .

-¡Comida!, ¡hasta que haces algo bien, maldita inútil!, ¿me escuchaste Malena?-Gritó mi padre del otro lado de la casa. Derramé una lágrima y volví a la cama.
-¿Por qué no estás aquí, mamá?-Susurré aferrándome a las sábanas.

Me levanté con trabajo de la cama, abrí con cuidado la puerta y heché un ojo para asegurarme que nadie anduviera por ahí. Tomé mis cosas y corrí al baño. Abrí la regadera y me bañé lo más rápido posible al igual que cambiarme y peinarme. Me miré en el espejo; estaba hecha una mierda. Mi mejilla estaba roja y mi ojo comenzaba a ponerse morado. Lo bueno es que nadie se fijará en mí cara. Regresé a mi cuarto por mi mochila y un poco de dinero que mi abuela había dejado. Salí de casa y solté un suspiro; estaría a salvo durante las próximas horas.

Emprendí mi camino hasta la Universidad y tapé mi cara con mi cabello, caminé sin voltear a ver a nadie. Caminaba sin preocupación alguna, cuando sentí como alguien chocaba contra mí. Levanté la mirada y me encontré con unos ojos color café claro; era una chica.

-¡Ay!-Chilló la chica antes de que cayera al piso.
-¿Estás bien?-Pregunté alarmada.
-Sí... Perdóname, venía distraída-Dijo la chica. La ayudé a pararse.
-Discúlpame-Dije para volver a mi camino.
-¡Oye, espera! No me has dicho tú nombre-Gritó la chica y me frené de golpe.
-Malena-Dije volteando hacia ella.
-Bien, Malena. Acepto tus disculpas, ¿crees que pueda caminar contigo?-Preguntó acercándose a mí.
-Se-seguro-Dije sonriéndole.
-Por cierto, me llamo Hannia-Me dijo y asentí.

En mejor momento no pudo haber llegado aquella chica.

Entre el Cielo y el Desastre.✓ •Juanpa Zurita•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora