Te perdí al momento de encontrarte.

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Tiempo después.

—Llegamos...—Susurré mirando atónita la pantalla de mi teléfono.
—¿A dónde?—Preguntó Hannia distraída.
—¡Llegamos a los veinte millones!—Grité soltando lágrimas.
—¿Qué? ¡NO JUEGUES CON ESO, MALENA!—Gritó parándose de la cama.
—¡VELO POR TI MISMA!—Dije dándole mi teléfono.
—¿Qué es todo este alboroto?—Preguntó Sam a la puerta del cuarto.
—¡Llegamos a los veinte millones de suscriptores!—Dije para correr a abrazarlo.
—¡No puede ser!—Gritó emocionado. Hannia se unió a nuestro abrazo.
—Bien... Ahora tenemos que empacar, el vuelo a Mérida sale mañana a primera hora, allá festejaremos en grande—Dijo, dejándose caer en la cama de Hannia.
—Está bien... Los veo en la cena—Dije saliendo del cuarto .

Saltaba por los pasillos hasta que llegué a mi habitación. Saqué debajo de la cama una maleta color morado y la puse sobre la cama. Estaríamos en Mérida cinco días y de esos cinco haría cuatro firmas de autógrafos. Metí en la maleta toda la ropa necesaria y en un bolso de viaje mis cosas de uso personal.

Sam, Hannia y yo salimos a cenar a un Dominos ya que era lo más cercano que teníamos. Desde que habíamos regreso a la Ciudad de México no salíamos tanto gracias al tráfico.

—¿Creen que encontremos alguna pista en Mérida?—Pregunté dejando la rebanada de pizza a un lado.
—No lo sé, Malena... Llevamos casi cinco años buscándolo—Dijo Hannia tomando mi mano.
—Y seguiremos buscando... No pudo haber desaparecido de la nada—Dije frustrada.
—Haremos lo que siempre hacemos, buscaremos alguno de sus apellidos en el directorio—Dijo Sam.
—Eso haremos—Dijo Hannia regalándome una sonrisa.

Terminamos de cenar y regresamos a casa para ver una película e irnos a dormir.

Escuché como mi alarma sonaba sin cesar. Abrí un ojo y no pude distinguir nada, el sol aún no salía y mis cortinas se hacían cargo de no dejar pasar la luz de la luna. A tientas prendí la luz y entré a mi baño.

—Las peores partes de viajar es esperar el vuelo—Dijo Hannia.

Llevábamos en el aeropuerto casi dos horas, el vuelo se había retrasado por algunos problemas de no sé qué. Cuando por fin el avión llegó fuimos casi los últimos en abordar. Nos tocó en asientos separados menos a Hannia y a mí. El vuelo pasó más rápido que de costumbre, estaba nerviosa.

—Me duele el trasero—Dijo Hannia cuando bajamos del avión.
—El señor que iba a mi lado se acurrucó en mí y yo en él. No he tenido mejor vuelo—Dijo Sam y los tres reímos.

Tomamos un Uber y este nos llevó hasta nuestro hotel. Los tres compartiríamos la habitación, al igual que siempre.

—¿Cuándo es la primer firma de autógrafos?—Preguntó Hannia. Miré a Sam.
—Mañana a las nueve de la mañana tenemos que estar en el el centro comercial—Dijo acostándose en la cama del medio, Hannia y yo lo seguimos.
—No puedo creerlo... ¡Mañana firmarás tu primer libro, Malena! Estoy tan orgullosa de ti, de todo lo que has logrado—Dijo con una sonrisa. Le devolví la sonrisa.
—¡Lloraré!—Gritó Sam y reímos.
—Sam... ¿Los Ángeles se pueden enamorar?—Preguntó Hannia. Después de todo le contamos la verdad.
—Claro que pueden, pero es muy difícil... Somos muy exigentes en ese aspecto—Dijo riendo.
—Espero que nadie te arranque de nuestro lado—Dijo Hannia.
—Eso no pasará... Bien, iré a la recepción a pedir tres directorios, ustedes pidan algo para comer—Dijo saliendo del cuarto.

Cuando Sam volvió la comida ya había llegado al cuarto. Nos entregó un directorio a cada quién y comenzamos la búsqueda. Casi una hora y nadie encontraba nada, comenzaba a desesperarme.

—Martínez-Zurita—Leyó Sam.
—¿Qué?—Dije corriendo hasta él.
—Aquí está una persona con ese nombre, es un hombre—Informó.
—Aquí está el teléfono—Dijo Hannia.

Marqué con desesperación el número. Sonó tres veces hasta que una femenina voz contestó.

—¿Hola?—Dijo a través de la línea.
—¿Hola?, ¡buenas tardes, ¿es la casa de los Zurita?—Pregunté nerviosa.
—Sí... ¿Quién habla?—Preguntó la femenina voz.
—Soy Malena... Malena Contreras, ¿ahí vive Juan Pablo?—Pregunté desesperada.
—¿Juan Pablo? No, no... Aquí no vive nadie con ese nombre—Dijo nerviosa.
—¿Está segura?—Insistí, pero ella colgó.
—¿Qué pasó?—Preguntó Hannia y negué con la cabeza.
—Nada. No vive nadie ahí con ese nombre—Dije al borde de las lágrimas.

Seguimos buscando hasta que el día se dejó caer. Nos fuimos a dormir temprano para poder tener las pilas recargadas para el siguiente día.

—Vamos tarde y si no te das prisa voy a entrar y jalarte los hue...
—¡Hannia!—Grité antes de que terminara.
—¡Ya voy! Ya terminé—Dijo Sam saliendo del baño.
—Vamos tarde—Dijo Hannia saliendo de la habitación.

Cuando llegamos el lugar estaba lleno de gente, no había lugar para pasar. Cuando nos bajamos del Uber un hombre vestido de negro acompañado de otros tres nos escoltaron hasta la puerta del cc.

Estuve firmando libros y tomándome fotos hasta las siete de la noche. Cuando Sam, Hannia y yo ya íbamos a salir del lugar, divisé una cara que reconocí de inmediato; era Andy, el hermano de Juanpa. Sin dudarlo corrí detrás de él sin importar que Hannia y Sam gritaban y corrían detrás de mí. Cuando logré alcanzarlo lo giré con brusquedad del hombro.

—¿Qué te suce...de?—Dijo mirándome atónito.
—Sí eres tú... ¡Eres tú!—Grité mientras lo abrazaba.
—Malena... Cuanto tiempo sin saber de ti—Dijo nervioso. Observé la bolsa que llevaba en las manos; era un libro. Mi libro.
—Compraste mi libro—Dije soltando una pequeña risa.
—Ah... Sí, no alcancé la firma—Dijo sonrojándose.
—Préstamelo, déjame firmarlo—Le dije y sacó el libro de la bolsa.
—¿Y Juanpa? ¡Llevo años buscándolo! Desapareció de la nada, debes decirme en dónde está—Dije con una sonrisa.
—¿Decirte dónde está? No, no puedo hacer eso—Dijo nervioso.
—¿Qué? ¿Por qué? ¡Andy no me hagas esto! Llevo años buscándolo—Dije mirándolo fijamente.
—No puedo decírtelo, Malena... Aunque quisiera...—Dijo desviando la mirada.
—¿Por qué? Dime al menos una razón—Dije con enojo.
—Malena... Juanpa está muerto—Soltó sin pensarlo.
—¿Qué?... No, no, ¡no, eso no puede ser verdad!—Grité con los ojos llenos de lágrimas.
—Perdón, Malena. En serio perdón—Dijo para después dar la media vuelta e irse con el libro en sus manos.

Mi mundo estaba derrumbado, se estaba haciendo añicos como hace años.

Entre el Cielo y el Desastre.✓ •Juanpa Zurita•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora