I

89 8 8
                                    

LA LLAVE

"Bombardeos en la ciudad, de origen desconocido. Varias víctimas mortales y algunas gravemente heridas. Los testigos afirman que aparentan ser producidos por algo que haya debajo del asfalto de esta zona, pero no hay minas. Todos se preguntan por qué son provocados estos bombardeos continuos."

Me levanté de un golpe de la mesa dónde estábamos comiendo mis padres, mi hermana pequeña y yo. Si era verdad lo que decían las noticias, yo sabía por qué eran producidos, aparte de mi amigo Mark, que había vivido conmigo lo que nos había llevado hasta aquí.

- ¡Cassie! ¿Qué es lo que te pasa? - preguntó mi madre mientras yo me iba de la cocina a paso rápido.

- N-nada, mamá - contesté mientras me dirigía por el pasillo y cogía mi mochila -. ¡Necesito salir! - grité de nuevo -. ¡Lo necesitamos!

Corrí por la calle. Suerte que con estas zapatillas una se desplaza la mar de rápido, pero mi largo y encrespado pelo castaño claro se me pegaba a la cara, y dado que no era muy alta para mis catorce años no lograba correr veloz. Por suerte, era delgada y eso compensaba.

Bien, empecemos. Me llamo Cassie Sykes y ahora os lo explico todo:

El pasado verano, Mark y yo estábamos de paseo cuando una mujer alta de aspecto misterioso nos ofreció una llave plateada muy rara: era alargada, con la cabeza cuadrada y dibujos de circuitos en ella. Os preguntaréis por qué la cogimos, pero os diré que era difícil para unos niños de trece años resistirse a algo cuando te dicen que ese algo tiene propiedades tan poderosas como... ¿controlar el planeta , prácticamente? Sí, eso nos dijeron.

Mark y yo habíamos sido unos necios al aceptarla y más de una vez había intentado buscar a aquella mujer, pero lo único que recuerdo es que la cara la llevaba cubierta por la capa plateada y tenía el pelo de un extraño color menta.

La llave nos dijeron que tenía que estar en buenas manos, guardada, y cuando las circunstancias lo requieran, como ahora, llevarla al Centro de la Llave, un edificio que nos habían mencionado pero del que tampoco sabía absolutamente nada.

Ahora decidme, ¡en buenas manos! Dos chicos como nosotros no sabíamos qué hacer con esa llave. Simplemente, nos la turnábamos. Y estos quince días le tocaba a Mark tenerla, por esa razón es por la que iba corriendo por la ciudad hasta llegar a su casa.

La LlaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora