VIII

9 3 0
                                    

Entonces, afiné un poco el oído y me pareció escuchar a Dara murmurar:

- Solo una persona sabe cuál es el arma indicada, y no sois vosotros.

¿Quién sería? Ni idea. En aquel momento tenía la cabeza demasiado embotada para pensar en cualquier otra cosa que no fuese matar a Dara (o hacerme con la Llave). Sin embargo, ¿no era éso una pista para acabar con ella? El problema era que no sabía quién podría ser...

Así que, viendo a mi amigo cada vez más furioso, pero sin saber qué hacer, y a Dara riendo mientras alzaba la Llave y provocaba nuevas explosiones (algunas no las oía siquiera. De repente supe que no solamente estaba atacando mi ciudad), me conciencié de que debíamos hacer algo. Nuestro tiempo de planear ya se había acabado.

Carraspeé y di un paso adelante. Tenía miedo de Dara o de lo que me pudiera hacer, pero me mantuve firme y con voz clara dije:

Dara volvió a esbozar una de aquellas sonrisas malévolas.

- Como queráis.

Levantó la mano que tenía la Llave, y de repente un surtido de armas blancas (como cuchillos, puñales, dagas y demás) se elevaron tras ella, como si hubieran surgido del suelo. Genial, me bastaría una pequeña daga para hacerle un corte en algún sitio clave y matarla. Sería fácil. Pan comido.
Y todo ésto habría acabado antes de lo que me imaginaba.

La LlaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora