Capitulo 2

20 4 1
                                    

El frío que hace segundos tenía, se fue disipando gracias a la calefacción del coche, el hombre conducía de una forma tensa, podía ver cómo sus nudillos se ponían de color blanco por la fuerza que ejercía en el volante.

Su rostro serio, su mandíbula tensa, sus ojos grises concentrados en la carretera, cada vez se podía ver menos por la lluvia, rezaba por llegar a algún lugar ya, no soporto los días de lluvia, y menos cuando estoy en un coche con un desconocido.

-¿Donde me llevas?. _Dije intentando destensar un poco el ambiente, sin éxito.

-No te he dado permiso para hablar.

Su voz era ronca, pero a la vez, no lo sé, te atraía, e incitaba a seguir hablando.

-Lo siento. _Dije con un hilo de voz, bajando mi rostro, hasta concentrar la vista a mis rodillas desnudas, aquellas que la minifalda, ni en sueños cubriría.

Veo como destensa su mandíbula y hace el intento de mirarme sin despegar la vista de la carretera por unos segundos, no lo consigue, y se lo agradezco. Pero eso no le detiene, me habla sin quitar la visita de la carretera.

-No quise hablarte así, estoy algo nervioso, es la primera vez que hago esto.

-¿Contratar a una mujer de compañía?

-No. _Una leve sonrisa aparece en sus labios y deja entrever sus perfectos dientes. -Me refiero a subir a una chica a mi coche, eres la primera.

Creo que noto mi cara de sorpresa, por que su leve sonrisa se hizo cada vez más grande en su rostro, empezaba a gustarme su sonrisa, pero no dejaba de incomodarme.

-Entonces... Ya habías contratado este tipo de servicios...

-La verdad es que no. Puede que eso también influya en mis nervios.

-Puedes decirme ¿hacia donde nos dirigimos?

-Hacia donde nos dirigimos.

Mi cara de desconcierto lo decía todo, pero el comienzo de sus carcajadas me sacó de mi trance, ¿por qué estaba de broma? Esto era una cámara oculta o algo... Nadie me había tratado antes así.

-¿Enserio?

-Vamos tranquila, sólo quería que te relajaras, te llevo al hotel donde me alojaré estas dos semanas, tranquila ya llegamos nena.

-Esta bien... Emmm... ¿Puedes decirme tu nombre?

-Si lo hago, ¿tu me dirás el tuyo?

-Lo más seguro es que te de uno falso.

-Lo pensaba, en ese caso, soy Scott, te toca.

-Yo soy Cassie

-Bonito nombre, ya llegamos nena.

Cuando escuché esa frase, mis bellos se erizaron, habíamos mantenido una conversación, pero en cuanto pisara ese hotel, sería la chica de compañía, por la que ha pagado por toda la noche, no tendría nombre, sólo un número, 200.

Vaya, no sabía que al salir del coche iba a estar en la puerta de uno de los hoteles más lujosos, la lluvia casi había cesado, y ya sólo quedaba un leve llovizna. Me detengo en la puerta mientras miro hacia mis pies, esperando a que el baje del auto. Le deja las llaves al señor que hay en la puerta y antes de que pudiera decir nada, ya me había cogido de la cintura y empujado para entrar en el lujosos hotel.

La calefacción me pegó en la cara, pero que bien se sentía, subimos a uno de los ascensores que había en el gran pasillo, estaba lleno de espejos. Se acerca mi en cuanto se cierran las puertas automáticamente después de presionar el último botón del control, subiríamos hasta el último piso.

No me salían las palabras, aún seguía mirando mis imperfectos tacones, noto que me roza la mejilla con sus cálidas manos y me alza el rostro hasta quedar cara a cara. Noto como su otra mano rodea mi cintura, me va a besar, yo no beso, es una de mis normas, nada de sentimientos, pero por algo no puedo apartarlo.

Cierro los ojos por unos segundos, pero ese beso nunca llega, abro los párpados confundida, y lo que veo es su rostro con una sonrisa de oreja a oreja y sus ojos grises entrecerrados, aguantando la carcajada.

Mi rostro teñido de un rojo carmesí, me tragaba mis preguntas ¿por qué había hecho eso? Habría aceptado ese beso.

-Deberías verte la cara, estas colorada, tranquila yo no beso.

-Mejor, yo tampoco.

Un sonido en seco y las puertas abriéndose nos daban la señal de que teníamos que avanzar, pero al llegar a su puerta, el pego su mano a la mía y con una delicadeza que desconocía me habló al oído.

-Deja de temblar, no tienes por qué temerme.

Cuando La Lluvia CeseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora