Capítulo 18

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Narra Scott McCall

¿Seré gilipollas? ¿Enserio había hecho eso? Joder. Claro que soy gilipollas. Hasta la médula. Miro al banco. El dinero no está. Al menos en ese sentido estoy tranquilo. Si decide volver a casa podrá llegar bien. Y si vulve al zulo. Llevará una buena cantidad de dinero. No creo que le pase nada.

No creo... Dios, de verdad soy gilipollas. ¿Voy a dejar que vulva allí? No. Es mía joder. No dejaré que nada le pase. No dejaré que ni el aire le roce la piel.

Muerdo mi labio con tanta fuerza que me siento el sabor a metal en mi lengua. Mis puños están blancos por la fuerza. El sentimiento de impotencia que corre por mis venas sólo aparece cuando se trata de ella. Quiero darle todo lo que se merece y más. Pero ¿como?  O tengo ni idea de donde está. Y si lo supiera que haría. Entrar, cogerla e irnos. No. Las cosas son demasiado difíciles como para simplificarlas tanto.

Salgo del jardín entrando de nuevo en el salón de baile. La música me saca un poco de mis casillas pero pronto encuentro la salida. Corro hasta ella. No hay nadie. Veo a uno de los chicos que le di las llaves de mi coche. Corro hasta él. Tiene que ayudarme si o si.

-¡Ey chico!. ¿sabes donde está la chica que venía conmigo?

-Acaba de irse en un taxi señor. Parecía con prisa.

-¿Te fijaste en la dirección que le daba al conductor?

-No puedo darle esa información señor.

A ver. Que me depara de Cassie este tipo. Ni hablar. Quien se creía. Suelto un suspiro que no sabía que estaba apresando en mi interior hasta ese momento. Me remango tranquilo las mangas de la camisa y la chaqueta. Y me crujo los nudillos. Va a hablar. Claro que va a hablar.

Le cojo del cuello de la camisa hasra llegar a una pared y ahí lo levanto varios palmos del suelo. Impidiendo que pueda respirar. No pesa casi nada. Que fácil.

-Vas a hablar ahora mismo. O te juro por todo lo que más quieras. Que no volverás a trabajar en ningun país al que huyas. ¿Estamos?

El chico asintió varias veces mientras intentaba agarrarse de mis muñecas. Lo dejo caer de golpe. Cae de rodillas en el asfalto. Y toce varias veces intentando que el oxígeno vuelca a entrar en sus pulmones.

-No lo he oído bien señor. Algo de un hotel. No puedo decirle nada más.

-¿Al hotel? Joder. Vamos trae mi coche lo más rápido que puedas. Por favor.

El chico parece captar que de verdad estoy totalmente desesperado y corre hacia el aparcamiento. En esos momentos sale corriendo mi sobrino. En un acto reflejo lo atrapo en mis brazos.

-Ya la encontré tío.

-¿Como?

-La flor que me pediste para Tía Cassie.

-Dios. ¿Enserio pequeño? Si la encuentro te la traeré para que se la des tu mismo.

-¿Se ha perdido?

-Algo parecido. Pero tu tranquilo. La traeré de vuelta, cueste lo que cueste.

-Te quiero.

-Y yo a ti pequeño. Prometerme que guardarás está rosa blanca. Y cuando la traiga de vuelta se la darás tu. ¿Lo has entendido?

El pequeño me asintió y cayendo de mis brazos corrió de nuevo hacia el interior del edificio. ¿Tía Cassie? Dios. Cassie se había hecho un hueco en mi vida. Tanto que ya era parte de mi familia. No podía perderla tan fácil. Debía luchar por ella. Soy un McCall por Dios.

Cuando La Lluvia CeseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora