' El fin llego'

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- no no no Gonzalo, Doctor - grite e inmediatamente entraron, me sacaron junto a su mamá quien estaba en llantos.

Estaba ahí afuera, muriendo por dentro, muriendo de dolor, de sufrimiento.

- Lo siento, ya no soporto más - salio un doctor a decirnos.

Cuando escuche eso, entre en shock, yo no estaba preparada para eso, me sali de la silla de rueda, mis piernas se aflojaron y caí al suelo, todavía no salían las feroces lágrimas sólo estaba ahí, mirando a la nada, sin mueca, sólo con la mirada vacía.

Escuche llorar a mi bebé, ella sabía lo que estaba pasando, tan pequeña, pero no tenía fuerzas, no tenía fuerzas para calmarla, estaba totalmente destruida.

Al levantar la mirada vi a mi hija en brazos de Ignacio, no sabía que hacía el ahí, pero me tapó la vista un abrazo, el Papa de Gonza estaba intentando contenerme. Al asentar mi cabeza pude ver cómo mi rostro estaba lleno de lágrimas, no sabía ni que estaban ahí, sólo salieron solas.

No hablaba no decía nada, sólo quería correr, correr y tirarme debajo de un puente, pero miraba a Luz, tan pequeña tan linda, tan indefensa, jure que amaría para siempre a esa hermosa niña, que es el reflejo de Gonzalo.

Cuando me levanté entre, a donde estaba Gonza, me tumbe sobre el, no lo creía, lo veia y no lo creía., no solté su mano, me faltaba el aire de tanto llorar, sentía abrazos atrás mío, pero nunca mire de quienes eran, no me importaba.

- Mica vamos a tomar aire - me decía alguien atrás.

No respondía a nada, como podía ir a tomar aire? El se murió, se había muerto el amor de mi vida, lo único que quería era quedarme a su lado para siempre.

Después de a ver estado un largo rato ahí, me sacaron a la fuerza, me alzaron y me sentaron en la sala.

Estaba llegando el momento de velar a Gonza, era una sensación horrible, un dolor horrible, no existen palabras para describirlo.

Mis ojos me ardían, en poco tiempo había llorado mares, no tenía consuelo, no tenía ganas de seguir, sólo morirme a su lado.

Senti todo el tiempo unos brazos, y al levantar la mirada vi que era Ignacio, no sabía en qué momento había llegado desde Argentina, pero estuvo ahí sin decirme nada, sólo secando mis lágrimas.

Después de varios minutos llorando ahí, sin fuerzas, Nacho me tomo en sus brazos, había llegado el momento de ir a la sala de velorios., donde no quería ir.

- Mi bebé? - fue lo único que quise preguntar al ver que ya salíamos del hospital.

- el Papa de Gonza la lleva - me asintió

Cerré los ojos, deseando que sea todo un sueño. Me hubiera encantado contar está historia, con un final hermoso, me encantaria haber dicho que ganó la lucha, pero eso no pasó lamentablemente.

Cuando me dejo en el suelo, apenas me sostenía, el sol pegaba en mi rostro, y mis ojos ardían, pero más dolía mi alma.

- Veni vamos ahí están anda en el auto con sus papás - me ayudó a caminar Ignacio hacia donde estaba la familia de Gonza y mi hija.

Tomé a mi hija en mis brazos, la bese, y la mire, el día que nacio fue el día en que Gonza se fue, cada año sería un dolor agridulce. La mire tan parecida a Gonza, su nariz, sus cejas, la formas de sus ojos, el color de ellos, y hasta su cabello, era tal cual.

En el auto fue todo silencio, uno que otra queja, y el sonar de las narices.

Yo no paraba de llorar, quería que acabara ese maldito día, que todo pase, que todo sea un sueño, que Dios me dé fuerzas para salir.

Cuando llegamos a la sala estaban otros familiares en llantos, yo solo me acerqué al cajón, y ahí me quedé sin dejar de llorar.

- Gonza porque? - grite - porque me dejaste mi amor -

No podía más, no aguantaba nada, quería romper todo, mi dolor era agonizante, no sabía que hacer quería acabar con todo.

Nacho me saco de ahí, pero me negué y hasta creo que le metí unos golpes, nadie me separaría de él, nadie absolutamente nadie.

Gonzaela A Nachoela - No Sueltes Mi ManoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora