-Capítulo 2-

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Caminé unas cuadras más deseando que al llegar a casa pudiera pasar desapercibida. En cuanto crucé el umbral de la puerta vi a Carter Greco, la chica que informaba todas mis desgracias, absolutamente todo, porque siempre estaba al pendiente de mi vida solo para ir a contarle a mi madre, no se perdía ningún detalle.

— Así que te humillaron de nuevo, y encima un chico lindo ¿en serio? ¿No puedes ser más patética?

Rió.

— Dime, ¿qué chico se te acercaría para ser amable si tienes esa cara? —añadió mi amada madre—. Ni fingía un poco de respeto o compasión por su hija. Cínica.

Era de esperarse.

—¡Ja! Discúlpame por ser buena persona —dije con sarcasmo. —Además, ¿a ti, que? ¿No se supone que me odias?, No debería importarte lo que hago, pero ¡claro! no pierdes la oportunidad de hacer daño porque es lo único que sabes hacer— añadí—. Por primera vez tuve el valor de decir lo que pensaba sin miedo, después de todo era la verdad.

Me miró mal. Y yo solo sonreí con autosuficiencia.

—Y tu —señalé —¿por qué no te metes en tus asuntos y te consigues una vida? ¿acaso es tan aburrida que por eso jodes la mía? —me dirijo a Carter.

Estaba tan enojada, siempre se metía en todo.

—Tu vida es patética, al menos me sé defender y no quedo como estúpida ante los demás. Ah, y déjame decirte cariño ¡yo si tengo novio! – dijo arqueando una ceja. Sonriendo como si hubiese dicho el mejor argumento del mundo.

Puede ser que no me sepa defender, pero doy gracias de no ser superficial como ella, y ¿quién carajo le preguntó si tenía novio? ¿Eso qué?

La fulminé con la mirada.

—Ni una palabra más—me dijo antes de que abriera la boca—deberías aprender algo de ella que mucha falta te hace—respondió mi madre. Sonreía ampliamente. Desde siempre quiso a Carter como su hija, por ella si se preocupaba, pero por mi jamás y era muy evidente que la quería de verdad.

Que molestia.

—Pues si tanto la quieres, adóptala, pero déjame en paz a mí, al fin y al cabo, me alegro de no ser una chismosa que vive de la desgracia de los demás, que se la pasa presumiendo lo que no tiene, quien se cree superior a los demás cuando es un asco de persona, pero ¡Hey! tal para cual, por si no lo habías notado me importa un carajo lo que pienses —digo. Subí a mi habitación bastante cabreada, una parte de mí siempre estaba herida por esa razón, no era capaz de demostrar ni una gota de cariño hacia mí, pero hacia los extraños se transformaba en la persona más dulce, pura falsedad.

No creo que esa mujer sepa lo que es amar.

Me cambié de ropa mientras escuchaba como mi madre despedía a esa entrometida. Guardaba mis cosas cuando oí pasos en las escaleras, acto seguido mi puerta se abrió de golpe.

Aquí vamos...

—A ti, ¿qué te pasa? a mí no me hablas así enfrente de nadie, que te quede claro ¡aquí mando yo! Vas a respetarme niña insolente.

Estaba demasiado cerca de mi rostro y admito que estaba muerta de miedo. Me soltó una cachetada con tanto odio. No lo vi venir.

—Que ridícula eres, tú no tienes derecho a pedir respeto si jamás lo has dado, mandarás en tu casa, pero a mí nunca, hace mucho perdiste ese derecho —respondí. La miro fijamente con el mismo odio que ella a mí, no iba a quedarme callada mientras seguía fingiendo que era una madre para mí, hasta una loba sería más familia que ella.

—¡Cállate! Tú no tienes derecho a hablarme de ningún modo, ¡eres tú la que arruino mi vida! No eres más que un estorbo, te odio, ¡No te quiero, entiéndelo! Desearía que jamás hubieses nacido, solamente te mantengo porque tu padre te adora, pero ni por un segundo yo he sentido lo mismo- dice furiosa.

— ¡Tú no eres nada para mí! Así que no te atrevas a tocarme— amenacé-. Vi su intención y no iba a dejarme, sabía que ni así se detendría. Nunca le importó y acababa de aceptarlo. Estaba sola con ella, mi papá no había vuelto aún. Tenía miedo.

¡Qué suerte la mía!

Me tomó del cabello y me tiró con fuerza al suelo, me pateó repetidas veces, intenté levantarme, pero ejerció más fuerza estampándome en la pared, me rompí el labio, pero no se detuvo, yo luchaba por quitármela de encima, incluso estaba gritando para que alguien me ayudara, no paró de golpearme con tanto odio, ya ni siquiera sentía el dolor, no podía ni levantarme y mis lágrimas corrían por mis mejillas como cataratas sin control, deseaba tanto que alguien llegara.

No alcanzaba a comprender que ¿podría haberle hecho yo?, Se supone que era mi madre, pero parecía un animal salvaje cazando a su presa todo el tiempo, esta no es vida para nadie. ¿Por qué quedarse conmigo si no me quería?

La vista se me comenzó a nublar, intenté pararme cuando se detuvo, pero de nuevo tiró...

— ¡Para! ¡Por favor para! — grité-. No me quería rendir, iba a luchar y está loca no iba a parar mi vida aquí.

—Dije ¡basta! — grité una vez más. La empujé para quitármela de encima, ella se sorprendió tanto de que me defendiera, pero antes de que hiciera cualquier movimiento comencé a lanzarle cosas para que no se me acercara otra vez.

— ¡Vete! ¡lárgate! ¡No te atrevas a acércate de nuevo porque no sabes de lo que soy capaz! ¿Querías odio? Aquí lo tienes— escupí-. Tenía tanta rabia dentro de mí.

Se quedó estática por unos segundos y creí que eso bastaría, que mi punto había sido bastante claro para que me dejara tranquila, pero, me equivoqué. Se acercó tranquilamente, tuve el error de bajar la guardia, jamás pensé que haría algo peor ni siquiera había visto la navaja en su mano. Solo sentí el frío metal cortando mi brazo, el dolor no lo sentí hasta que me permití aceptar la realidad de lo que pasaba, ardía, pero yo solo podía ver su cara llena de odio y dispuesta a todo con tal de desaparecerme de su vida totalmente, la sangre corría como río encausado, cerré los ojos dejando que las lágrimas empaparan mi rostro, deseando que algo o alguien me salvara. No podía moverme, había usado la poca fuerza que tenía, estaba herida de verdad, pero no quería que ella ganara.

Justo cuando pensé que así sería, lo escuché y no me permití irme, mi vida no terminaría por una desquiciada que me tocó como madre.

𝑨𝑻𝑹𝑨𝑷𝑨𝑫𝑨 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora