...Y fue a parar a mi cama

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Esa noche, Julián no durmió nada. Estudió con gran atención al chico que dormía en su cama. Era de una belleza imposible, como si todo su cuerpo hubiera sido creado a conciencia para ser infinitamente espléndido. Parecía joven, a pesar del color de sus cabellos. Respiraba apacible, sumido en un profundo y envidiable sueño. Julián se preguntó qué estaría soñando, si que es soñaba.

«¿Acaso los ángeles sueñan?».

Se reprochó por pensar que el chico era un ángel sólo por la forma en que lucía. Aunque, si no era un ángel, ¿qué era? No tenía conocimientos de seres humanos imposiblemente hermosos con alas. ¿La ciencia había avanzado tanto mientras él se pasaba encerrado días enteros en la biblioteca estudiando la palabra de Dios? Eso no podía ser posible. El chico que tenía enfrente debía ser un ángel.

Un ángel que cayó del Cielo y fue a parar a su cama... Eso de la abstinencia se volvía cada vez más pesado.

Se obligó a levantarse y salir de la habitación. Debía alejar su mente de tales pensamientos, así que salió al patio, a respirar el fresco aire nocturno y analizar qué haría con el chico. Quizás debería hablar con sus superiores o contárselo a todos en la iglesia. ¡Tenía a un verdadero milagro durmiendo en su habitación! Cuando el chico despertara, podría plantearle la idea de revelarse al mundo y así, teniendo una prueba concreta de la existencia divina, todo el mundo se convertiría y todo el mundo sería salvado. Nada de Apocalipsis, nada de elegidos. Julián sentía pavor de solo imaginar que unos pocos podrían salvarse. Le parecía injusto. Quería que todos se salvaran.

Estaba pensando en eso con tanto énfasis, que no fue capaz de percibir la presencia del chico hasta que este se detuvo a su lado, cubierto con las sábanas de su cama. El ángel bostezó, abriendo muy grande la boca, mirando al horizonte, donde ya podían vislumbrarse algunos rayos de sol. Levantó una mano y señaló una estrella en el fondo; una gran estrella que brillaba, a pesar de la insistente presencia del sol.

-Ese es Luzbel, mi hermano. El lucero del alba, el portador de luz, el primero que cayó. Le siguieron otros en el pasado, y ahora le he seguido yo.

«¿Había escuchado bien? ¿El chico que tenía a su lado era hermano de Lucifer, el primer ángel caído? ¿El milagro que necesitaba para volver creyentes a todos y cada uno de los seres humanos resultó ser un adorable ángel caído de cabellos blancos y ojos grises? La abstinencia era un fraude. Dios no te favorece más por sacrificar más».

-¿Cómo que... le has seguido? -Se atrevió a preguntar Julián, solo para estar seguros.

-Me han echado del Paraíso, y por una enorme tontería -respondió el chico.

-¿Qué has hecho?

-Nada. Solo intenté liarme con Miguel.

Las piernas de Julián dejaron de responder y perdieron fuerzas. Su dueño cayó sentado al piso.

-Como si no lo deseara hasta el mismísimo Gran Jefe.

Su angelito había resultado un pervertido.

Un ángel cayóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora