CAPÍTULO 6: DÍA CINCO

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CAPÍTULO 6: DÍA CINCO.

"La sensualidad sin amor es pecado; el amor sin sensualidad es peor que pecado."

José Bergamín.

Roberto besó mis piernas desnudas para despertarme.

—Despierta bella durmiente.

—Buenos días amor, es mi imaginación ¿o el cielo por fin abrió?

—Así es, hoy es un día fresco y con mucho sol.

Roberto se había despertado temprano, había puesto a calentar el agua, para eso necesitaba leña, así que había salido a cortar un poco, la colocó sobre la chimenea para calentar el agua, en la mesa había unos ricos hot-dog.

Me metí a bañar y Roberto me esperaba afuera de la cabaña.

La imagen que el día nos regalaba era hermosa, pequeñas gotas colgaban de los árboles, el rocío sobre el césped verde hacía una foto digna de inmortalizar.

La tierra aún no estaba estable, las montañas se asomaban majestuosas sobre nosotros, veíamos brincar ardillas entre las copas de los árboles, el cielo estaba completamente azul, no había rastro de alguna nube meona.

—Lo más seguro es que hoy suban ¿No crees? – Preguntó Roberto.

—Pues creo que si –contesté un poco desanimada.

—¿Te parece si damos un pequeño paseo, ahora que podemos, para poder observar un poco más el bosque?

Asentí con la cabeza, mientras tomaba su mano y emprendíamos nuestro camino.

Subíamos un camino empinado y muy arriesgado, el lodo hacía que nos resbaláramos, había piedras por doquier, hojas en el piso acompañadas por ramas.

El calor era insoportable así que regresé a la casa para ponerme algo más cómodo.

Creo que mi pequeño atuendo hizo efectos en Roberto, pude notar con cierta simpatía un bulto dentro de sus pantalones.

—Te ves muy bien Susana.

—Gracias, pero no es nada, hace mucho calor por aquí.

No pudimos subir mucho, el camino era imposible para seguir subiendo, seguimos nuestro camino por un lado plano, estábamos en busca de nuevos lugares para admirar. Ya habíamos caminado mucho, me sentía agotada y nos paramos a descansar.

Me recosté sobre sus piernas y podía observar el cielo azul que las aves se encargaban de adornar.

—¿No estás cansado? –Pregunté.

—Sólo un poco, la vista en este lugar es hermoso.

Después de un par de cigarros y casi un litro de agua seguimos caminando, llegamos a un lugar hermoso e indescriptible ante mis ojos y mis labios.

Había una pequeña cascada con olor a agua dulce, Roberto me tomó de la mano y caminamos hacia ella.

Llegamos al fondo de la cascada caminando por la orilla de aquel majestuoso regalo de la naturaleza.

Nos colocamos detrás del agua que caía por las montañas.

—¿Quieres un poco de privacidad? –Preguntó Roberto viéndome a los ojos.

Siete días juntos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora