Epílogo

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Cuanto quisiera poder mirarlo y decirle lo que en verdad pienso.

Cuanto quisiera poder gritar todo lo que he sentido, siento y sentiré.

Cuanto quisiera poder sacudir cada persona que me ha echo vivir algo especial por los hombros y explicarle que no estoy echa para esto, que no puedo soportarlos.

Quisiera que el mundo entendiera, que la vida también.

No los aguanto, me sobrepasan, son demasiado para mí.

Soy tan vulnerable ante ellos...

Me aterra la manera en la que se apoderan de mí, en la que me controlan, sacuden, golpean y estrujan.

Son de lo que huyo día y noche. Me escondo donde puedo, como puedo, para que no me lastimen más. Intenté combatirlos, pero se me es imposible, no soy lo suficientemente fuerte.

Cada vez que tengo la impresión de que ya entendí como hacer para no salir dañada cuando me invaden, que se han vuelto más amigos que enemigos, terminan destrozándome.

Cada vez duelen más, y más.

No los entiendo, ¿porqué a mi? De todas las personas, parezco ser la única a la que martirizan tan terriblemente.

Los sentimientos, maldita sea, los sentimientos.

Prácticamente toda mi vida he tratado de ignorarlos lo más posible, esperando que así sea menos doloroso. He aprendido que cada vez que estoy bien y felíz significa que algo muy malo sucederá.

Primero mis padres. Los amaba con todo mi ser, los amaba tanto, tanto...

Y cuando ella se fue yo...

Sentí mi corazón llorar, lamentarse una y otra vez.

Después él, simplemente perdió la cabeza. En su mirada había tanto odio al cruzarse con la mía, tan parecida a la de mi madre que él no podía soportarlo.

Entonces supe que mi corazón, después de cada golpe, cada insulto, se rajaba un poco más.

Por cada rajadura una de las preciosas sonrisas de mi hermana me acariciaba, sanaba cuidadosa y lentamente. Ese ser excepcional que me mantuvo en vida cuando lo que más quería era morir, cuando ya no aguantaba el dolor, me regalaba sensaciones buenas, de orgullo y comprensión, justo lo que necesitaba.

Cuando salímos de ese infierno me anclaba a ella, era mi razón para seguir luchando. No mentiré, me gusta robar, me encanta salirme con la mía y sentirme por encima de los demás, mas astuta e inteligente. Pero ella era la excusa que limpiaba mi conciencia, que me permitía permanecer en aquel lado que respeta los principios humanos y no cruzar aquella línea.

Luego ella fue asesinada y exploté, dejé todo fluir. Luego, la necesidad de vengarla me volvió loca. Busqué al malnacido hasta que lo encontré y le di lo que claramente merecía.

Pensé que acabar con esa bazofia pondría un fin a mi misería, a mi desolación, pero solo empeoró todo.

Para entonces, mi delicado corazón estaba echo pedazos, lloraba día y noche, sin parar. La única manera de consolarme era planear más y más misiones para luego cumplirlas y así mantenerme ocupada, alejada de la realidad, de mí misma.

Entonces me permití volver a sentir amor, esa cosa deliciosa y hermosa, cuando él volvió, cuando me perdonó y yo a él. Sí, volvió, no desactivé el chip así que me encontró en Australia, me suplicó que nos demos otra oprotunidad. Lo hice porque ya no tengo nada que perder.

Amo a Michael y, a pesar de mi manera tan rara y complicada de ser, el me ama.

Esos pedazos, que antes estaban esparcidos por doquier, estan siendo abrazados tan fuerte por él que empiezan a unirse y, después de mucho tiempo, soy felíz de nuevo.

Pero nada de esto último debe continuar. No soportaré otra traición, otra perdida, otro bajón...

Estoy tan arta, solo quiero descansar de una vez por todas.

- Michael. - le susurro dulcemente al oído.

- ¿Sí, princesa? - responde somnoliento, a lo que sonrío.

- Estoy embarazada. - suelto de golpe, junto a unas cuantas lágrimas pero sin dejar que mi triztesa se oiga.

- No es gracioso preciosa. Deja de bromear y ven aquí, volvamos a dormir. - dice, tendiendome el brazo.

- Voy a contarselo a Lucie. Te amo, adiós. - termino, le doy un beso en la palma de la mano que me tendía, me levanto de la cama y salgo a toda prisa de la casa en la que vivimos desde hace ya varios meses.

Traigo la ropa que solía usar cuando trabajaba, es decir un corsé negro, un pantalón de jean negro, mis botas altas negras, mis cuchillos preferidos, cinturones para ponerlos y mi bandana. Ya no uso dizfraces, mi largo pelo castaño me cosquillea los brazos y mis ojos miel observan cada detalle de su entorno, como siempre.

Desde que ojitos marrones me hizo prometer que cambiaría y que sería una persona recta, soy yo misma. Y cada día que paso siendo una persona digamos "normal", me doy cuenta que, en realidad, no soy nadie. No se cuales son mis verdaderos gustos, me cuesta muchísimo no fingir o actuar emociones, no tengo una rutina, no conozco mi personalidad o mi carácter...

Entre todos mis personajes, todas mis "misiones", me perdí, pero mucho y no creo poder encontrarme.

La única persona que realmente me conocía era Lucie, la única que hubiera podido ayudarme en este jueguito de escondidas que me traigo conmigo misma.

Como muchas veces hice, me planto delante de la piedra que tanto odio y miro las venas de mi brazo derecho. Tengo varias cicatrices en el pero ninguna, jamás, me mandó al hospital.

La hora al fin ha llegado.

Trazo, sonriendo, un corte con el cuchillo que mató a DevilSon.

Al fin podré estar tranquila, ya no temeré, ya no lloraré, ya no sentiré.

Lo profundizo volviendo a pasar, por el mismo lugar, el cuchillo.

No quiero traer al mundo una criaturita que terminará haciendome daño, como lo hace amar, como lo hace todo.

Así de egoísta y debil soy.

Admiro la sangre salir de mi muñeca mientras mi vista empieza a nublarse. Me gusta sentirme así, siento que empiezo a volar, que mis alas cortadas por las manos sin vida de mi hermanita vuelven a crecer y a desplegarse.

De todos modos, es la única manera en la que podré estar bien, tal vez sea un acto cobarde al fin y al cabo pero ¿quién dijo que yo soy valiente?

De pronto, siento mi espalda chocar contra el pasto húmedo, como lo está cada mañana.

Y, a lo lejos, oigo mi nombre, el verdadero, ser pronunciado por esa voz que tanto adoro, la del hombre que pensaba poder sanarme:

"Lyssa"

Dejo la oscuridad llevarme con un último pensamiento:

"Tan bella y tan inteligente pero tan podrida por dentro."

Y así, la Ladrona de Almas robó, por última vez, un suspiro: el suyo.

Ladrona de AlmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora