CAPÍTULO 2

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Eran las seis de la tarde y Julia todavía se estaba preparando. Había quedado a esa hora con Carlos, su novio, que venía acompañado de Manuel, la esperada cita de Serena.

Julia se vistió con unas mallas ajustadas negras y un jersey de color rosa palo, junto a unas Vans negras, se dejo su pelo suelto y se puso muy poco maquillaje, ya que como ella suele decir, mejor ser natural. Se colocó sus gafas y cogió el móvil para enviarle un mensaje a Carlos.

Cariño, ya estoy lista, ¿cuánto te queda?


Con la BlackBerry en la mano, Julia se dirige a su cuarto en busca de su pequeño bolso negro. Mete en el sus llaves, maquillaje, espejo, un paquete de chicles por si acaso, junto a mas cosas y justo cuando vaa guardar su móvil le llega un mensaje de WhatsApp de Carlos.

Ya estamos en tu puerta, amor.


Julia mira el mensaje y sale de su habitación. Se despide de su madre con un beso y un sonoro te quiero. Sale del salón y se dirige a la puerta de su casa con rapidez para no hacerlos esperar. Cuando los ve en la puerta sale corriendo a los brazos de su novio. La coge en brazos y le da un beso, haciendo que el corazón de Julia se acelere con nada segundo que pase. Cuando la suelta le dice a Manuel:

-¿Preparado para el gran día? - le pregunta ella con una media sonrisa en la cara.

-¡LISTO!-anuncia Manuel con entusiasmo.

Se dirigen entusiasmados hacia la casa de Serena. Julia y Carlos camina de la mano y dándose algún que otro beso. Por el contrarío a cada paso que dan, Manuel está cada vez mas nervioso, aunque lo disimula para no llamar la atención de su amigo. El sabe que tiene que hacerlo, hoy es el día. No puede esperar a otra oportunidad como esta que le han conseguido sus amigos. Esta listo aunque apunto de un paro cardíaco.

Andan por las calles de su pueblo. Es un pueblo acogedor con casas por todos lados, arboles en las aceras, algún que otro parque en donde juegan los niños, una avenida enorme que cruza todo el pueblo y gente de todas las culturas. Pasan por delante de un par de bazares, unos cuantos bares y traspasan un par de calles más hasta llegar a donde vive su amiga. Suben hasta el bloque de pisos de Serena. Llaman al timbre de su casa y...

Momentos antes en esa misma casa...

-Mamá, seguro que todo va a salir mal... con la mala suerte que tengo...

-Quieres tranquilizarte y dejarte llevar hija.

-No se, tengo un mal presentimiento. - indica su hija con tono desanimado.

Vuelve a dar vueltas por toda la habitación. Vuelta hacia la derecha, vuelta hacia la izquierda, se sienta en el sofá y vuelta al ritual. Su madre no sabía como calmarla porque cuando le dan los ataque de nervios es la peor. Se leva así hasta que pasan unos diez minutos, el tiempo que tardaron en llegar al portal de Serena. Suena el timbre de la casa y va corriendo a despedirse de su madre. Baja a toda velocidad las escaleras de su bloque, y ahí estaba él. Tan guapo como ella lo esperaba. No paraba de mirar esos ojos marrones tan grande que tenía, sus labios grandes y sus orejitas grandes. Era un poco peculiar pero ella lo quería.

Abre la puerta de su portal y saluda con dos besos a Julia y Carlos, pero cuando llega el momento de saludarse la coge de la mano y se la lleva. Manuel corre hacia arriba de la calle cogido de la mano de Serena. Ella con el corazón a mil, se deja llevar pero no puede evitar que las preguntas se le escapen de su boca.

-¿Manuel, que te pasa?¿A dónde me llevas?¿Julia y Carlos está abajo?- le preguntaba con tono de asombro e incredibilidad.

Manuel solo hacia más que mirarla cuando le preguntaba.

-¡Manuel, respod....!

Antes que pudiera terminar su frase, el la agarró por la cintura con la mano que tenía libre. La acercó a él con brusquedad y firmeza. Esa brusquedad que le hizo temblar las piernas y que su corazón latiera tan rápido y fuerte que pensaba que él lo escucharía. Hubo un pequeño segundo en el que se miraron a los ojos, no dio tiempo a que Manuel le viera la cara llena de pecas de Serena, la cual estaba infundida por el color rojo. Pero... ¡ocurrió!

¡La besó!¡la besó!¡la besó!

Un increíble beso con pasión y deseo, aquellos típicos de películas que tanto veía Serena. Había ganas, ganas de por fin estar atrapada entre sus brazos y sentir su cuerpo cerca de ella. No podía creérselo, era algo que sentía que no pasaría, pero ahí estaba ella, sintiendo sus labios junto a los suyos, su corazón latiendo, su mano aferrada a su espalda. Era un sueño.

Cuando Manuel se separa de ella, ya se da cuenta de la cara de Serena. Se rió y le dijo:

-Oye, me gustas. ¿Quieres salir conmigo?

Serena ya explotó de la vergüenza que sentía, se había convertido en un verdadero foco de luz roja. Pero aun así, con el mayor nerviosismo sentido en el cuerpo le respondió.

-¡SÍ!

¿Quién lo diría?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora