La leyenda de Momotaro.

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La historia cuenta que, un día, una anciana lavaba la ropa en un arroyo cuando un enorme melocotón apareció flotando en el agua. Era el más grande que jamás había visto y cómo ella y su marido eran muy pobres pensó que el melocotón sería una cena excelente. Buscó un palo con el que acercar la fruta a la orilla pero, cómo no encontró ninguno, recitó la siguiente plegaria:

El agua distante es amarga,

el agua cercana es dulce;aléjate del agua distantey ven a la dulce

Estos versos surgieron efecto y el melocotón se acercó hasta los pies de la mujer. Cómo estaba tan alegre por su descubrimiento decidió no continuar con la colada, cogió el melocotón y se fue a su casa rápidamente.

 Cómo estaba tan alegre por su descubrimiento decidió no continuar con la colada, cogió el melocotón y se fue a su casa rápidamente

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  Cuando llegó su marido de recoger leña le mostró el melocotón y el hombre, que estaba hambriento, sacó un cuchillo. Antes de que pudiera cortar el melocotón, éste se abrió de repente y el niño más hermoso que habían visto salió de su interior. "No temáis – dijo el pequeño -. Los dioses han sabido de vuestro deseo de tener un hijo y me han enviado para colmaros de felicidad en vuestra vejez". 

Los ancianos estaban tan felices que no sabían qué hacer

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Los ancianos estaban tan felices que no sabían qué hacer. Por turnos mecían y acariciaban al pequeño, murmurando palabras de afecto y cariño. Decidieron llamarle Momotaro, hijo melocotón.

A los quince años era un adolescente más alto y fuerte que los chicos de su edad y por sus venas corría la sangre de los héroes. Un día, Momotaro pidió a su padre permiso para iniciar un largo viaje hacia cierta isla situada en el mar del noreste, donde, al parecer, vivían muchos demonios que capturaban a la gente para comérsela. Momotaro ansiaba darles muerte, rescatar a los cautivos y regresar con un botín de la isla para compartirlo con sus pobres padres.

El anciano no se sorprendió al escuchar las palabras de su hijo porqué sabía que Momotaro no era un chico común, pues había sido enviado por el cielo y seguramente los demonios no podrían hacerle daño. Finalmente el anciano consintió y dijo: "Ve, Momotaro, termina con los demonios y lleva la paz a esa tierra".

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