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Era un día nublado, no había rastro de sol, las aves no cantaban, todo estaba en completo silencio.

Al pasar unos minutos sólo se escuchaban sus sollozos, no había nadie a su lado y el dolor no acababa.
El clima era perfecto al momento que ella pasaba y después de tanto tiempo se dirigió a su armario y sacó una pequeña cajita que a simple vista se notaba delicada, los bordes rosas resaltaban el blanco de los centros. Rozó sus pequeños dedos por esta y la abrió; ese fue su error.

Abrió la pequeña caja y sacó de esta dos pequeñas navajas, se sentó en el suelo y empezó a llorar, cada vez su llanto era más fuerte y su desesperación más notoria, golpeaba el suelo sin miedo a hacerse daño.

No había quien le detuviera.

Tomó por fin la navaja y rozó por su piel con rabia y desesperación.
La sangre corría por sus piernas hasta terminar en el suelo.

Cortó hasta que no quedaba donde más pasar la navaja, de manera brusca se levantó y fue al baño, miró en el espejo y recordó una vez más el asco que se tenía

Todo parecía ir peor cada día,

y ella una noche más no viviría.

Mis pensamientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora