2- Una llamada, muchas cervezas y un Aitor

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Voy a ser tía...
- ¡Al fin, joder! Llevaba años metiéndoos prisa chaval...- sí, quiero mucho a mi hermano, pero es cierto que llevo unos 4 años o así dejando caer que me gustaría ser tía.
El caso es que ahora mi madre le abrazaba, yo pensaba nombres de niño y niña para mi futuro sobri y mi hermana ahora estaba más emocionada que nosotras dos juntas. Ser nos veía emocionado, abrazando a la mamma (y es que yo estuve un año estudiando en Italia, en tercer curso, por lo que cuando llegué ciertas cosas que a mí se me habían pegado, se las pegué a ellos) y mirándonos orgulloso a Cloe y a mí.
Mi hermano es el chico más majo que he visto con los niños nunca, cuando era más pequeña y no aguantaba a mis primos, era él el que me salvaba de estar rodeada de mocosos. Siempre ha tenido una paciencia especial con eso de los niños, supongo que fue porque cuando él era un niño en proceso de adolescente llegué yo a joderle la existencia.
La mañana transcurrió tranquila, desayunamos (aunque en mi caso debo decir que redesayuné) y estuvimos hablando de la llegada del bebé.
* * *
Por la tarde, en mi hora virgen (la llamo así desde hace unos veranos... No pasaron cosas muy "vírgenes" y entonces decidí bautizar así a la hora de la siesta), recibí una llamada. Era Mario, decía que necesitaba mi ayuda
con un tema y que no debía esperar.
Decidí creerle, y aún sigo preguntándome por qué, ya que a los 15 minutos me encontraba en nuestro apartamento viéndole destrozar la vajilla que me regalaron los Palazzi, mi familia italiana.
Nosotros (como gente guay que somos) tenemos palabras para todo, incluso para esos momentos incómodos en los que alguno hace cosas raras o dice cosas raras delante de algún chico guapo, familiar entrometido y demás marrones.
En ese caso, y volviendo al momento en el que veo a Mario coger platos y cuencos lanzándolos a todos lados me puse histérica a gritar...
- ¡GALLETA! ¡GALLETA COÑO, GALLETA!- dije que teníamos una palabra, no que teníamos una palabra con sentido.
Parece que en el instante en el que me escuchó decir la palabra, paró en seco, haciendo un gran eco el último cuenco que había lanzado (o más bien, dejado caer).
Me miró y salió corriendo a darme un abrazo, terminando de reventar así algunos platos que yo, sinceramente, esperaba poder reconstruir.
Nada más llegar a mis brazos empezó a llorar, estuvo así unos 20 minutos hasta que consiguió tranquilizarse y dejar de hipar.
- Mi madre ha llamado.
Agárrate los machos.
Y sí, si que era una noticia para ponerse así, y es que Mari, la madre de Mario, lleva 2 años fuera del mapa. No dijo nada a nadie y de repente, ¡zas! Desapareció. La detectaron un leve trastorno de esquizofrenia harán ya unos 3 años y pico y la tuvieron que meter en un hospital psiquiátrico y el 16 de septiembre de ese mismo año, se escapó de él. Mario estuvo unos meses bastante jodido porque nadie sabía dónde estaba.
- No me...
- Sí, si te jodo.
- Pero, ¿dónde está? ¿Ha estado este tiempo en tratamiento? ¿Está bien?
- Está viviendo desde hace un año en Los Pirineos, por la zona francesa, dice que estuvo allí 7 meses de tratamiento en un centro en el que la trataban mejor que cuando estaba aquí, luego conoció a un hombre, mayor que ella, cuando se curó la llevó a vivir con él, a las semanas se enamoraron...- todo esto lo suelta, rápido, demasiado, casi parece que lo dice así para que duela menos.
En ese momento lo único que pude hacer fue darle un abrazo. Él metió su cabeza en el hueco de mi cuello, sollozando, en shock.
A las horas Mario consiguió calmarse, salimos a dar una vuelta para despejarnos y olvidar un poco todo lo sucedido no hace más de 3 horas.
Fue en ese momento en el que encontramos un bar, a las afueras de la ciudad y decidimos tomarnos unas cervezas tranquilamente.
* * *
- Y yo dije: ¡ketchup!, y él me dijo: ¡mostaza!- nuestras carcajadas llenaron el lugar, cerveza tras cerveza acabamos con 7 botellines cada uno.
Fue en ese instante en el que vi entrar por la puerta al chico más guapo que haya visto en la vida, claro que también era el más inalcanzable de todos. Mi amigo seguía pidiendo otra ronda y yo seguía embobada con ese Aitor de la vida.
- Hey, ¿sigues ahí?- y este es el momento en el que mi gran amigo decide sacarme de mis pensamientos (he de decir que no eran pensamientos para menores que incluían a cierta persona que acababa de irrumpir en el bar).
- ¿Eh? Sí, claro. ¿Qué decías?
- Que si esta es la última y ya nos vamos.
- Bff sí, mi cuerpo no aguantaría otra más... - ahora que mi vista... Aguantaría otros 10 más como este maromo.
- ¿Te pasa algo? ¿Estás bien? Te noto rara, como muy tensa.
- Yo siempre estoy bien querido Watson.
- Estupendo, vámonos pues.
Me levanto del taburete que me ha acompañado en la última hora y media con el culo cuadrado, pagamos al hombre que estaba detrás de la barra y que ha estado sirviéndonos esta tarde y justo antes de llegar a la puerta tropiezo (yo y buen karma, nótese el sarcasmo). Por suerte, antes de caer noto unas grandes manos sujetándome por la cintura, dándome la estabilidad que necesitaba para poder ponerme en pie.
- Gracias, de verdad, muchísimas gracias. De no ser por usted me habría comido el suelo de lleno.- es el momento en el que giro la cabeza, después de comprobar que todo estaba bien en mí (reflejos de unas cervecitas, ejem ejem) y le veo ahí, mirándome con una sonrisa y unos ojos verdes aceituna que es imposible no dejarse embobar por ellos.
- No hay de qué- lo acompaña por una carcajada (Dios mío, ¡qué dientes!)- Hmm, bueno, soy Nacho, encantado. Tú eres...
- Gabriella, encantada yo más- y debo admitir que la risilla de gilipollas que me salió en ese momento era para grabarla- Él es Mario, Mario, Nacho.
Después de darme dos besos le estrecha la mano a Mario, debo decir con una mirada no muy buena de parte de Nacho...

Introducción al caos [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora