3- Pensamientos de buenas noches

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Ya, fuera del bar, Mario me pregunta que qué me traía con ese tal Nacho.
- Nada, ojalá me trajera algo con él...- esto último lo susurro, casi sin querer que mi mejor amigo lo escuchase, claro que él tiene un oído estupendo y lo oye todo.
- Ay, mi pequeña...
- No soy pequeña, de hecho, pese a llevarnos un año de diferencia, soy más alta que tú.
Decidimos tomar un taxi que nos lleve a casa dado que en las circunstancias en las que nos encontramos no estamos para recordar cómo llegamos hasta allí.
* * *
Una vez en casa...
- Me voy a ir a dormir, hasta mañana- y se despide dándome un beso de buenas noches/tardes.
- Claro, descansa.
Ahora que ya tengo tiempo para pensar y recapacitar todo (horrible manía que me pegó una de mis mejores amigas, Irene) decido ir a darme una ducha para quitarme todo el peso que esas cervezas de más han metido en mi cuerpo.
Bajo el grifo de agua templada me dedico a pensar en todos mis errores (cosa que comúnmente hago), pero también pienso en Nacho, y es que pese a no conocerle demasiado no puedo dejar de pensar en sus ojos, verdes como ningunos, sus rasgos faciales bien marcados, con su barbita de dos días y su alto y musculoso cuerpo.
Soy una bigarda. Todo hay que admitirlo. Mido 1'76 y rara vez conozco a alguien que me sobrepase por tanto en altura.
Que yo recuerde, en mi familia todos son altos, menos mis abuelos, todos ellos antes eran bien altos, pero ahora, con la edad, han ido yendo para abajo.
Cierro el agua caliente ya que estamos en mayo, a finales, y el calor en la ciudad se va notando.
Con el agua fría recorriendo mi piel procedo a seguir con mi martirio de pensamientos. Me siento vulnerable, ya que hace un año y tres meses me enamoré de la persona que no debía, yo en aquel entonces era la amiga maja, no tenía novios y apenas había rozado mis labios con algo (no cuenta las veces que me intenté besar a mí misma en el espejo, o las que jugando de pequeña con mis amigas dábamos besos a la pared haciendo que era Zac Efron) y entonces conocí a mi perdición. Ahora que lo pienso, no se parece en nada a Nacho. Alex era un chico un poco borde, no era mucho más alto que yo y el color miel de sus ojos no se asemeja en nada al verde oliva de los de Nacho. Tenía varios piercing esparcidos por su cuerpo, pero no tenía tatuajes como los de los brazos de mi rescatador.
Mientras me enjabono el cuerpo oigo un ruido que viene de la puerta de la entrada y es que, como mi fiel amigo y compañero de piso es gay, nunca cerramos la puerta a la hora de ducharnos, es una gran gilipollez, más teniendo en cuenta que no tendría consecuencias.
Me aclaro y enrollo una toalla al cuerpo. Salgo a ver qué es ese ruido.
Al acercarme a la puerta veo que están intentando forzar la cerradura, y lo peor de todo, creo que me acaba de llegar el caramelo (suave forma de llamar a la regla que, como ya os dije, mis amigos y yo inventamos en una de nuestras locuras de palabras sin sentido).
Jodido caramelo de mierda. Añadámosle que creo que estoy a punto de orinarme en el descansillo del miedo que tengo ahora mismo. Me giro y veo el reloj, las 2'34.
Me doy media vuelta y me dirijo a la cocina para coger algo con qué defenderme en caso de que sea un ladrón, ¿o quién sabe? Algo peor. Lo primero que encuentro es una gran olla que no sé por qué, pero teníamos en el fregadero secándose.
Ya teniendo el gran ollón (que no pollón, mentes sucias...), en mis manos me dirijo al pasillo para ir a la puerta principal en la que siguen escuchando ruidos.
Sea quien sea, muy profesional no debe ser, porque lo que le está costando abrir la cerradura es tiempo.
Sin encender la luz, quito el pestillo dispuesta a abrir la puerta y...

Introducción al caos [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora