Ella

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Nunca podré olvidar esos ojos. Las dos bolitas más bonitas que he visto en mi vida. Eran casi negros y podía perderme en ellos durante horas. Experimentabas esa bonita sensación de cuando algo enigmático te atrapa, porque sí, los ojos azules y verdes son muy bonitos, pero están sobrevalorados.

No eran pequeños; tampoco grandes. Y no solía maquillarse. Le gustaba decir que el maquillaje tapaba la belleza natural de las mujeres. Pero cuando lo hacía... Ay cuando lo hacía. Si ya brillaba como una estrella al natural, aquello era lo más bonito que nadie encontraría jamás. No quería que nadie la viera hasta que la raya no estuviera perfecta, aunque a mí siempre me pareció que estaba perfecta — ella, no la raya.

Y esos labios... Madre mía esos labios. No eran ni grandes ni pequeños. Eran carnosos, pero no de una manera exagerada; rosados, muy bonitos. Y cuando se ponía nerviosa o estaba pensativa, le gustaba chuparlos y morderlos hasta adquirir un rojo muy sexy que casi parecía de pintalabios. Y al decir esto último, cualquiera podría decirme que podría malinterpretarse, pero os aseguro que va en sentido literal y era tal cual lo digo yo ahora. Su sonrisa era hermosa. Tenía los dientes blancos como la nieve y al mostrárselos al mundo se podían distinguir un par de leves hoyuelos adornando sus mejillas, generalmente rosadas. Y besaba como los ángeles. Os aseguro que podría haberme alimentado de sus besos durante el resto de mis días, y no estoy exagerando. Eran suaves e intensos a la vez...

Su pelo ondulado caía generalmente sobre sus hombros en cascada, aunque le encantaba probar nuevos peinados. Recuerdo que le encantaba hacerse peinados de diferentes tipos de trenzas y que practicaba con el pelo de sus muñecas porque decía que con su pelo sería un estropicio. Yo sé que no era así.

Era marrón cobrizo y al sol brillaba cual diamante. Fino, sedoso, siempre olía bien... Cualquier modelo hubiera pagado millonadas por tenerlo natural como ella. Y no es que no me gusten otros colores de pelo, pero el suyo era maravilloso. Recuerdo también que estaba obsesionada con teñirselo, preferiblemente rojo o azul, pero no sé si realmente llegó a hacerlo.

Recuerdo que cantaba como los ángeles, que tenía unas curvas de escándalo para lo delgada que era, que era un poco rara para la comida pero para mí seguía siendo perfecta. Prefería la playa antes que la montaña, le encantaba hacer estupideces y animar a la gente, bailar era un vicio para ella. Y qué bien lo pasábamos juntos durante horas jugando a algún videojuego.

Era dedicada e inteligente. Odiaba decidir, pero sabía lo que quería. Lo planeaba todo con semanas, meses y a veces incluso años de antelación. También era muy creativa y tenía gustos peculiares. Le caía bien todo el mundo de entrada. Algunos hasta la llamaban pánfila. Pero seguía siendo perfecta y estupenda como era. Con sus virtudes y sus defectos.

Y le encantaba salir a la calle y con sus amigas — y conmigo, aunque suene un poco egocéntrico.

El deporte la perdía. Todo el día moviéndose. Aunque siempre dijo que odiaba eso de correr por correr...tal vez porque no le sentaba bien o tal vez porque lo veía una tontería. Era impulsiva pero precavida. Ya podría haber sido todo el mundo así. Era súper empática y tal vez demasiado sensible. Aunque intentara esconderlo, yo sabía que a menudo le hacían daño aunque fuera sin querer o por tonterías...

Ella era como un regalo de Dios, si es que existe. Como un ángel venido del cielo.

Y luego ese coche...

Pensamiento en versoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora