Capítulo 1.

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-Buenos días. Soy Natalia, tengo diecisiete años. Soy de Cheshire, Londres. Vivo aquí con mis padres, Jessica y Manu y mi hermana pequeña Bella, de siete años. Nunca me ha faltado de nada, mis padres podían permitirse una casa, comida y pagar la escuela. Mis dos mejores amigas son Daniela y Denisse, desde pequeñas siempre estábamos juntas. En resumen, todo iba relativamente bien, hasta que... hasta que llegué a los 10 años. A esa edad, mis padres me dejaban salir con mis amigas, aunque no me iba muy lejos. Quedaba en un parque que estaba a tres o cuatro manzanas de mi casa. Allí jugábamos, no hacíamos nada más en toda la tarde. Así, hasta que un día de invierno en el que empezó a anochecer a las 7 o así, termine de estar con mis amigas. Cheshire siempre ha sido una población un poco vacía, no siempre había gente en la calle. Yo me fui hacia mi casa a las ocho menos cuarto, no había nadie en la calle. Hasta que un hombre borracho, que iba tambaleándose topó conmigo. Me miró con una sonrisa pícara, y me cogió del brazo fuertemente. Yo me quedé sin palabras, le gritaba que qué estaba haciendo, que me soltara. Me arrastró hasta un rincón y me tiró de un golpe al suelo. Me hice daño en las muñecas. Ya con las lágrimas en los ojos, empecé a pedir ayuda. Gritaba, pero nadie parecía oírme, hasta que me tapó la boca. Me grito que me callara de una vez, y cabreado, me soltó una bofetada, partiéndome el labio. Noté como un hilo de sangre bajaba por mi barbilla. Yo intentaba defenderme, pegándole. Me quitaba la ropa a tirones, sin importarle si me hacía daño o no. Me empecé a marear, y acabé por perder el conocimiento. Me desperté al día siguiente en una camilla de hospital, con mi madre agarrada a mi mano mientras le caían las lágrimas por las mejillas. Le pregunté que qué pasaba, qué hacíamos ahí. Ella entonces me contó que me habían violado. Fue aquel hombre borracho. Y había estado allí inconsciente toda la noche. Mis padres me estuvieron buscando junto con la policía, hasta que me encontraron de madrugada tirada en la acera y manchada de sangre. Me llevaron al hospital, me hicieron pruebas y vieron que en efecto, me habían violado con sólo diez años. Al despertarme, un médico me hizo preguntas y le expliqué todo lo que recordaba. A partir de ahí, mi vida nunca fue igual. Estuve en un centro de rehabilitación unas dos semanas, donde estuve intentando asumir todo lo que me había ocurrido. Al llegar a la escuela de nuevo, todo el mundo me miraba por los pasillos, me señalaba y sentía como cuchicheaban a mis espaldas. Mis amigas estaba distantes, a veces venían a hablar conmigo en los recreos, pero nunca fue como antes. Era como si sintieran asco de mí, no sé. Pero además de eso, nunca, nunca jamás me fié de un hombre. Con el simple hecho de que me tocara me ponía muy nerviosa, intentaba apartar la mirada de todo ser masculino, me recordaba a cuando me pasó aquello. Era incapaz de tener alguna conversación con alguno de ellos que durara un minuto, las evitaba. Mi padre era el único con el que tenía confianza. Y aun así intentaba evitarlo a veces. Mi madre y mi hermana que nació ese año, eran mi único apoyo. Y así pasé siete años hasta hoy, básicamente marginada por mis amigas y escondida de los chicos.

-Muy bien, Natalia. Reconocer tus problemas y ser sincera es el primer paso para ayudarte. – me dijo Valentina, mi nueva psicóloga.

Tú me cambiaste.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora