2.Primera toma de contacto directa

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Me despierto sofocada y desorientada. Noto que un peso muerto me mantiene presa. Me recorre un escalofrío el cuerpo de pies a cabeza. Intento moverme pero pesa demasiado. Cuando por fin me doy cuenta de donde estoy y con quién mi cuerpo se relaja, me entra la prisa. Miro el reloj de la mesita, las cuatro y treinta y seis minutos de la madrugada. << ¡Joder, Amelia!!>>, Me regaño mentalmente. Hacía mucho tiempo que no me pasaba esto. Entre el cansancio del vuelo y la maratón de sexo, estaba tan cansada que ni me he enterado que me he quedado dormida. Retiro las piernas de Juan de encima de las mías. No se da ni cuenta. Me deshago de su abrazo prisionero y cuando voy a salir de la cama lo veo como intenta volver a cogerme. Inmediatamente cojo la almohada que queda libre y se la doy para que practique su abrazo prisionero con ella. El gesto de alivio que se refleja en su cara al abrazarla me hace sonreír y pienso << ¡Que mono!!>>

-Olivia...- susurra Juan mientras intenta besar su almohada. Frunzo el ceño. Nunca antes le había escuchado nombrar a ninguna chica por su nombre, incluyéndome a mí. Simplemente apoda a todas las mujeres (cariño, vida, amor...) imagino que para no mezclar los nombres, dudo mucho que ni se acuerde de ellos. Automáticamente pienso que debe ser alguien especial para él y me dirijo al salón para ir recogiendo cada prenda de mi ropa. Imágenes van invadiendo mi mente: Juan tumbándome en la mesa del comedor y poseyéndome. Juan haciendo que me retuerza de placer en el suelo del salón, contra la pared de camino a su dormitorio. Tumbándome despacio contra el colchón de la cama y haciéndome el amor, suave y delicado.

Recojo mi bolso del suelo, junto a la puerta de la entrada. Cojo del interior de él un papel y un bolígrafo, escribo:

Ha sido un placer, como siempre.

Hasta pronto, Juan.

Besos.

Saco mi barra de labios color rojo y los estampo contra el papel. Cuando lo miro sonrío. Es buen chico. Pero sé que lo nuestro no tiene futuro.

Salgo del piso cerrando con cuidado la puerta. No quiero que se despierte. Saliendo del portal me miro el reloj de la muñeca, las cuatro y cuarenta y nueve. Mi nuevo record de escabullimiento. Trece minutos. Saco de dentro de mi bolso Luis Vuitton, una pequeña bolsita negra con el Ipod. Sonrío al recordar a Dani, siempre dice que parece el bolso de Mary Popins. Mientras voy caminando dirección a casa de mi padre va sonando Bruno Mars.

Give me your, give me your, give me your attencion baby....

El camino se me hace corto aunque me tomo mi tiempo. Cuando llego al portal me vuelvo a mirar el reloj. Es una costumbre que he adquirido con el tiempo. Las cinco y treinta y nueve. << ¡Madre mía! >> casi una hora para recorrer lo que suelo hacer en veinte minutos.

Entro con sigilo y cierro la puerta del piso con cuidado de no despertar a mi padre y a Lourdes. Ahora estaría vistiéndome para salir a correr un rato. Es bueno hacer algo de ejercicio. Pero necesito una ducha con urgencia. Me meto en la ducha y una vez que estoy envuelta en el albornoz decido que será mejor dormir un poco, para tener la cabeza despejada cuando vayamos al notario. Me duermo inclusa antes de que mi cabeza llegue a tocar la almohada.

Al salir del notario, asumo que a partir de ahora soy propietaria de un piso en Oropesa. Cuando se lo cuente a Dani va a alucinar. Mi padre y Lourdes se van a dar un paseo por el paseo marítimo y yo decido ir al Ash. Cuando llego me siento en una mesa de la terraza, saco mi ebook para continuar con una novela romántica de Megan, una de mis autoras favoritas, mientras espero a que alguien venga a tomar nota.

Alec

Estoy sentado en la barra del bar, tomando notas de los pedidos que he de realizar para el resto de semana. Me acuerdo del principio, cuando todo esto me superaba. Y de lo difícil que para mí fue ver como un simple cocinero me ayudaba sin ni siquiera pedírselo. ¿Un simple cocinero?... me regaño mentalmente. Diego, un hermano sin llegar a serlo, mi familia más sincera. Al pensar en esto,se que una gran sonrisa ilumina mi cara, cuando me voy a acomodar en el taburete en el que medio me apoyo, noto más que veo a alguien en la terraza y automáticamente mis ojos se van desplazando hasta la presencia de algún cliente en la zona de la terraza, cuando por fin me encuentro con la mujer que ayer me crucé en el portal. La veo sentarse en la mesa más alejada que hay en la terraza, sacarse del bolso lo que supongo que es una tablet o un ebook por el tamaño, y durante todo este proceso no he logrado ni pestañear. Me he quedado exactamente igual que ayer, embobado con su sola presencia. No sé quién es, pero esto pronto lo soluciono. Me doy cuenta que David, el camarero que esta semana está de turno de mañana, se acerca a la barra coge la PDA para ir a tomarle nota de su pedido cuando pasa por mi lado y automáticamente le agarro del brazo y lo retengo a mi lado. Veo que su cara es de incredulidad cuando me dispongo a quitarle el aparato de las manos y le digo: -Yo me encargo.

De ImprovistoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora