10. Hora de dejar mis propias huellas.

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Un ruido a mi lado me despierta y abro los ojos asustada.
<¿Dónde estoy?>
Alguien se mueve a mi lado en la cama. 

<¡Esta no es mi cama!>

<¡Chica lista! Anda y mira a ver con quién estás.>

Levanto la cabeza de la almohada con un poco de miedo. Pero al ver que Alec está a mi lado, totalmente desnudo y tumbado boca abajo dejando expuesto su exquisito trasero, ganas no me faltan de darle un mordisquito en él, me relajo y automáticamente me invaden imágenes de nosotros en su bañera.
Yo apoyada en su pecho, él paseando sus manos por mis brazos con una constante delicadeza y desde el comedor,  Lenny Kravitz amenizaba la velada.
Sus caricias delicadas se convirtieron en picantes y en mi espalda note como volvía a cobrar vida su miembro.
Volvimos a dar rienda suelta a la lujuria. No una, si no dos veces. Y el destino de la velas que estaban tanto en la repisa de la bañera, como las que habían en el suelo, fue acabar ahogadas. El suelo parecía una piscina olímpica, todo lleno de agua. Es lo que tiene cuando dejas suelta a la lujuria.
Pero la cosa no acabó así, ni mucho menos.
Este hombre tenía fiesta para rato, sí señor.
<¡Así está el pobre! Le dejaste seco, tanto darle al mete saca>
Salimos de la bañera y casi se mata al poner un pie en el suelo, ni cuenta nos dimos de como estaba, y acabamos riéndonos a carcajadas cuándo reparamos en los daños colaterales.

-No te preocupes, ya lo recojo luego.- me dijo mientras sacara toallas del mueble, de debajo del lavamanos, y las extendía en el suelo para que absorbieran el agua y así no caernos.

Me cogió de la mano y no me dejó otra opción que no fuera seguirlo. A su cama. Me tumbó en el centro de la cama, boca a bajo.

-No te muevas, ahora mismo vengo, quiero mirar una cosa.- salió de su dormitorio a toda leche y allí me dejó.

<Este chico tiene serios problemas con esto de dejarte a medias.>

<¡Cállate, cansina!>

Desde el comedor se escuchaba cantar a Kelly Rowland la canción Motivation y a Alec rebuscando en algún sitio algo. Y debería de ser importante, pues se escuchaba botes chocar entre sí y alguno se le cayó al suelo. Pocos segundos después, le escuche volver a la habitación con los pasos acelerados y balbuceando palabras que para mi fueron incomprensibles. Entró en la habitación y pasó de largo, al baño.

Me incorporé, clavé un codo en el colchón y me dediqué a contemplarlo, desnudo, rebuscando entre los armarios  de su baño.

-¿Dónde cojones puede estar? Esto...¿a ver que...? ¡Aquí!- cerró las puertas del armario y se acercó al filo de la cama- Vuelve a tumbarte, bombón.- me dijo abriendo la tapa de un bote marrón con letras naranjas. BOSS.

<¿Qué es eso? Y ¿ qué cojones te va hacer?>

-¿Qué es?- pregunté sin poder frenar mi curiosidad

-Túmbate.- me volvió a repetir. Yo seguí en la misma posición, con la cabeza apoyada en la mano y mirándole a los ojos con la ceja levantada.- Vaaaaa... túmbate y no preguntes, ¿vale?- me dijo en tono lastimero de niño. Tanto, que me hizo  gracia y no tardé en complacerle.

Se subió a la cama, de rodillas, se situó encima de mis piernas para que yo quedara entre las suyas. Por los ruidos que escuché y porque levanté un poco la cabeza, deduje que se estaba poniendo ,lo que quisiera que eso fuese, en su mano. Cerró la tapa y se extendió la ¿crema? en las manos.
Y... ¡oh, que gusto!
Sus manos me masajearon en el cuello, firme pero sin dañarme. Continuó por la espalda y las lumbares. Volvió a ponerse más crema, desliza sus manos por mis nalgas y continuó hasta mi pierna izquierda y su pie. Repitió la operación con la derecha.

De ImprovistoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora