Amelia
Cuándo por fin abre la puerta tengo que hacer uso a de mi autocontrol y no abalanzarme sobre él. Una camiseta negra totalmente básica con cuello de pico, unos pantalones tejanos, anchos de pierna medio desgastados aquí y allá, dejan mostrar parte de la goma de los calzoncillos por encima de la cintura del pantalón y en los pies, nada. Descalzo. En este preciso momento mi Pepita Porculera ronronea cual gatita en celo desesperada por una caricia. Y yo me imagino a mi misma, poniendo los ojos bizcos y sacando la lengua como cuando en la serie de Los Simpsons Hommer lleva a la niñera en su coche y cuando ésta se apea del vehículo, tiene enganchado en su trasero una golosina.
Cuándo por fin salgo de mi ensoñación, Alec está parado delante de mi, aguantando con su mano la puerta, comiéndome con la mirada, igual que yo a él. Estamos en la misma tesitura y en parte me encanta.
Alec
Salimos del gimnasio y nos disponemos a bajar en el ascensor. Yo me bajo en mi planta y ella sigue su camino. No se que es lo que me pasa cuando estoy al rededor de ella pero mi actitud cambia. Cambia mi manera de hablar, el tono, digo cosas que con otras mujeres no creo que fuera así. Me pongo en plan chulito y no se porqué pero me funciona. No se si será un acto reflejo del ser humano para aparearse, para asegurar continuidad de su descendencia. <¿Pero tú te estás escuchando? Pareces un puto documental de la 2. ¡Sí, esos que dan a las dos, justo en la zona horaria para echarte una siesta bien agusto!> < Fíjate tú. ¡Hoy está en gracioso modo on! Anda y dejame, que tengo muchas cosas que preparar y poco tiempo.> Núnca antes me había comportado de esta manera. Será qüestion de hacermelo mirar.
No se como se va a tomar esta pequeña treta. Le he dicho Amelia que al sitio que vamos no es nada selecto en la vestimenta, eso es totalmente cierto, lo que no le he comentado es que no vamos a abandonar el edificio. Nos quedamos en mi casa. Espero que no se enfade mucho.
En cuanto entro en mi casa me voy derecho a la cocina y preparo algo rápido par picotear. Me muero de hambre. De comida y de algo más.
Preparo una pequeña tabla de quesos, me encantan los quesos, es por esa razón que casi siempre tengo de dos o tres clases donde poder elegir. Pongo unas tostadas finas en un plato pequeño junto con algo de foie para poder untar y unas cuantas uvas para acompañar los quesos. Solo falta que saque de la vinotéca una botella de Pinot Noit que tanto me gusta.
Ahora me toca ducharme, no quiero apestar, que después de hacer ejercicio es lo normal, aunque luego estuvimos hablando durante un rato los dos sentados en el banco de pesas y la verdad, tampoco hacíamos tanta peste.
Entro en la habitación y me detengo frente al armario con la intención de buscar que ponerme, pero ante tanta duda decido meterme en el baño. Acciono el mando de la ducha y regulo el agua a mi gusto, más fresquita que caliente, a ver si así bajamos también un poco los humos que proceden del sur de mi anatomía.
Enjabono mi cuerpo algo deprisa, no quiero perder mucho tiempo en estos menesteres. Me seco deprisa y corriendo para vestirme lo antes posible. <¿Por qué tienes tanta prisa Don Juan? ¿ Será que esperas algo? ¿ o a alguien importante?> me acosa mi consciencia con voz de niño pequeño acusica. Por supuesto hago caso omiso a su interrogatorio particular, no tengo que dar explicaciones a nadie y menos a mi mismísima consciencia. <¿Pero tú te estás escuchando? Pareces un chiflado> le ignoro por completo.
Al fin decido ponerme una camiseta negra, cojo unos boxers cualquiera y unos pantalones anchos, a ver si mi parte inferior del cuerpo no me delata de la pasión que he acumulado estos días. En los pies nada. Descalzo. Me encanta la sensación de andar así por casa. Recuerdo la de veces que mi madre me ha llamado la atención de pequeño, y de no tan pequeño, por esta manía que tengo.
Salgo al comedor y encamino hacía el mueble donde tengo un reproductor de música. Soy mucho de escuchar música a todas horas, lo prefiero antes que la televisión.
Pongo una versión de la canción Hello de Adele, versionada por un grupo de música que se llaman Mandinga, ha sido un descubrimiento de hace poco y me gusta mucho. Dejo sonando de fondo la música y voy a la cocina ha terminar de preparar las copas y el vino, cuando casi se cae una copa del mueble hago un intento rápido de aplacar el golpe de la copa de vino contra el suelo, levantando mi pie izquierdo rapidísimo, con tan mala suerte que me doy con el filo de la puerta del armario de abajo, en el dedo gordo del pie. Es en ese preciso momento en el que me parece escuchar unos golpes en la puerta. Acto seguido se me pasan por la cabeza muchas cosas, entre ellas a mi madre con los brazos en jarras y diciendome: ¿ Cuántas veces te he dicho que te pongas zapatillas, Alec?
Otra de las cosas, bueno cosa no es, no se ni como nombrarla, es mi conscienza diciendome: <Que oportuno todo,¿ no crees? ¿Vas a llorar como un bebé?¿ O por el contrario vas a chillar? ¿Vas hacer algo? Están picando al timbre>
Todo esto pasa en una fracción de segundo, y mientras tanto, yo con el puño cerrado y mis hermosos dientes (todo hay que decirlo, ya que mi madre se gasto un dinero en aparatos , que a mi en su momento me parecieron lo mas horroroso que podían ponerme, pero que ha día de hoy se lo agradezco en el alma) apretando con fuerza sobre este. Reacciono y camino medio cojeando medio corriendo hasta la puerta, no vaya a irse pensando que me he quedado dormido o algo por el estilo.
Cuando abro la puerta me quedo congelado admirandola, comiendomela con la mirada. Igual que ella a mi. Estamos en la misma tesitura. Y me pone a mil. Menos mal que gracias a estos pantalones puedo disimular algo. Mi traicionera conciencia me manda una corta secuencia de unos dibujos animados algo conocidos. Y a su vez me dice< Te ha faltado el canto de un duro para hacer esto.>
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De Improvisto
RomanceAmelia, una chica que no quiere enamorarse a causa de una experiencia traumática que tuvo de joven. Alec, un chico que no cree en el amor... Sus caminos se han cruzado en alguna ocasión, pero ninguno de los dos son conocedores de las circunstan...