Amumu

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''La soledad puede ser más solitariaque la muerte''.

Amumu es un alma melancólica y solitaria de la antigua Shurima que vaga por el mundo en busca de un amigo. Maldecido por un antiguo hechizo, está condenado a permanecer solo para siempre, pues su tacto es la muerte y su cariño, la perdición. Quienes afirman haberlo visto, lo describen como un cadáver viviente, bajo de estatura y cubierto de mortajas color liquen. Amumu ha inspirado mitos, folclore y leyendas que se han contado una y otra vez durante generaciones, tanto así que ya es imposible separar la realidad de la ficción.

El sufrido pueblo de Shurima coincide en algunas cosas: la brisa sopla siempre desde el oeste por la mañana; tener la tripa llena en luna nueva es mal augurio; los tesoros enterrados se encuentran siempre bajo las rocas más pesadas. En lo que no se ponen de acuerdo, en cambio, es en la historia de Amumu.

Una de las versiones más frecuentes lo liga a la primera gran familia de gobernantes de Shurima, que sucumbió a una enfermedad que corrompía la carne con espantosa rapidez. El más joven de sus hijos, Amumu, fue encerrado en sus aposentos para pasar la cuarentena, y allí entabló amistad con una joven criada que oía su llanto desde el otro lado de las paredes. La muchacha le llevaba noticias sobre la corte y le contaba historias sobre los poderes mágicos de su abuela.

Una mañana le contó que había fallecido el último hermano vivo que aún conservaba, así que se había convertido en el nuevo emperador de Shurima. Apenada por la soledad del niño en aquellas circunstancias, la muchacha abrió la puerta y entró corriendo para reconfortarlo cara a cara. Amumu la rodeó con los brazos, pero en el mismo instante en que se tocaban, se dio cuenta de que la había condenado al mismo destino atroz que padecía su familia.

Tras la muerte de la muchacha, su abuela lanzó una terrible maldición al joven emperador. Para ella, era igual que si Amumu hubiera asesinado a su pariente con sus propias manos. Una vez que la maldición hizo efecto, Amumu quedó atrapado en aquel momento de sufrimiento, como una langosta en meloso ámbar.

Hay otra versión que habla sobre un príncipe heredero distinto, propenso a ataques de petulancia, crueldad y vanidad homicida. En esta versión, Amumu es coronado emperador de Shurima a una edad muy temprana y, convencido de estar bendecido por el sol, obliga a sus súbditos a venerarlo como a un dios.

El joven emperador codiciaba el fabuloso Ojo de Angor, una reliquia ancestral sepultada en una cripta dorada que, según se decía, otorgaba vida eterna a quienquiera que pudiera contemplarla sin que se le encogiera el corazón. La buscó durante años con una hueste de esclavos, que lo transportaron por laberínticas catacumbas y se dejaron matar en sus trampas para que el emperador pudiera continuar con su búsqueda. Finalmente, Amumu llegó hasta un ciclópeo arco dorado, en cuya puerta sellada puso a trabajar a docenas de albañiles.

Al ver que el joven emperador entraba corriendo en la tumba, decidido a encontrar el Ojo de Angor, sus esclavos aprovecharon para sellar la puerta de piedra tras él. Algunos dicen que el niño pasó años en la oscuridad y que, empujado a la locura por la soledad, tuvo que cubrirse de la cabeza a los pies con vendas para protegerse la piel de sus propios arañazos. El poder del Ojo prolongó su vida, y pudo dedicarse a reflexionar sobre sus pasadas transgresiones, pero este don era una espada de doble filo, puesto que Amumu estaba condenado a seguir siempre solo.

Después de que una serie de devastadores terremotos destruyese los cimientos de su tumba, el emperador escapó, sin saber cuánto tiempo había pasado, pero decidido a enmendar el mal que había hecho en vida.

Otra versión lo retrata como el primer y único gobernante yordle de Shurima, quien estaba convencido de la bondad innata del corazón humano. Para demostrar a sus detractores que se equivocaban, hizo voto de pobreza hasta encontrar un amigo de verdad, seguro de que su pueblo acudiría presto a ayudar a un compatriota.

Sin embargo, a pesar de que miles de shurimanos pasaron junto al andrajoso yordle, ni uno solo se paró para ofrecerle su ayuda. La tristeza de Amumu fue en aumento hasta que, un día, murió con el corazón roto. Pero su muerte no fue el final, pues algunos aseguran que el yordle aún vaga por el desierto, en su eterna búsqueda de alguien que pueda devolverle la fe en la humanidad.

A pesar de todas sus diferencias, estas historias tienen una serie de paralelismos. Al margen de las circunstancias, Amumu siempre está condenado a existir en un estado de vacuidad, eternamente solo y sin amigos. Condenado a buscar un compañero durante toda la eternidad, su presencia está maldita y su contacto provoca la muerte. En las largas noches de invierno, cuando no se deja que se apaguen las hogueras, a veces es posible oír el llanto de la Momia Triste en el desierto, desesperada por la falta del solaz de la amistad.

Sea lo que sea lo que necesita Amumu —expiación, amistad o un sencillo acto de bondad—, hay una cosa tan segura como el viento que sopla hacia el oeste al llegar el alba: aún no lo ha encontrado.

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