Yorick

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'Estas islas... oye sus gritos''.

Yorick, último superviviente de una orden religiosa olvidada hace tiempo, carga con la bendición y la maldición del poder sobre los muertos. Atrapado en las Islas de la Sombra, sus únicos compañeros son cadáveres en descomposición y los espíritus aullantes que atrae. Sus monstruosos actos ocultan un objetivo noble: liberar su hogar de la maldición de la Ruina.

Yorick no llevó una vida normal ni siquiera de niño. Criado en una aldea pesquera en un extremo de las Islas Bendecidas, siempre tuvo que luchar para ser aceptado. Mientras la mayoría de los niños de su edad jugaban al escondite, él hacía amigos de otro tipo: los espíritus de los que acababan de morir.

Al principio, esta capacidad de ver y oír a los muertos lo aterraba. Siempre que alguien moría en la aldea, Yorick pasaba la noche en vela, esperando el aterrador llanto de un nuevo visitante. No podía entender por qué lo atormentaban, ni por qué sus padres creían que los espíritus eran solo pesadillas.

Con el tiempo, empezó a darse cuenta de que aquellos seres no pretendían hacerle ningún mal. Solo estaban perdidos y necesitaban ayuda para encontrar el camino al más allá. Y como solo él parecía capaz de verlos, decidió convertirse en su guía y escoltarlos hasta lo que quiera que los esperase en la eternidad.

Era una tarea agridulce. Yorick disfrutaba de la compañía de los fantasmas, pero cada uno al que daba descanso era un nuevo amigo del que tenía que despedirse. Para los muertos era un salvador, pero para los vivos, un paria. Los aldeanos solo veían a un niño perturbado que hablaba con gente que no estaba allí.

Las historias sobre sus visiones no tardaron en propagarse más allá de la aldea, hasta llamar la atención de una pequeña orden de monjes de las Islas Bendecidas. Sus enviados viajaron hasta la isla de Yorick, convencidos de que podía convertirse en una herramienta de su fe.

Yorick accedió a acompañarlos hasta su monasterio, donde aprendió los caminos de los Frailes del Crepúsculo y el verdadero significado de sus símbolos. Cada monje llevaba consigo una pala, símbolo de su deber de realizar los ritos funerarios que garantizaban que no se extraviaran las almas, así como un frasquito de agua procedente del sagrado manantial de sus islas. Este ''Aliento de Vida'' representaba el deber de los monjes de curar a los vivos.

Pero, por más que lo intentó, Yorick nunca logró ganarse la aceptación de los demás monjes. Para ellos, era la prueba tangible de cosas que solo debían conocerse a través de la fe. Envidiaban su capacidad de percibir sin esfuerzo lo que ellos solo empezaban a comprender tras una vida entera dedicada a su estudio. Despreciado por sus hermanos, volvió a encontrarse solo.

Una mañana, mientras se ocupaba de sus quehaceres en el cementerio, lo interrumpió la aparición de una nube negra como el carbón que avanzaba sobre las Islas Bendecidas, devorándolo todo a su paso. Trató de escapar, pero la nube lo alcanzó rápidamente y lo sumió en la oscuridad.

A su alrededor, todos los seres vivos empezaron a contorsionarse, corrompidos por la impía magia de la Niebla Negra. Las personas, los animales e incluso las plantas se transformaban en siniestras y viles caricaturas de su antiguo yo. El aire turbulento que los rodeaba estaba cuajado de susurros y sus hermanos comenzaron a arrancarse los frascos de agua curativa del cuello, como si les causaran una profunda angustia. Un instante después, Yorick contempló con horror cómo las almas de los monjes eran arrancadas de sus cuerpos, sin dejar más que fríos y pálidos cadáveres tras de sí.

Entre los gritos cada vez más débiles de sus hermanos, solo Yorick podía oír las veces que sonaban en la niebla:

"Quítatelo. Únete a nosotros. Seremos uno".

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